martes, 26 de noviembre de 2013

Opinión. Educados por Hacienda

                                     Educados por Hacienda

                                                           Francisco Henares

            A veces tiene uno la impresión de que no sabemos cómo y en qué debemos educar a nuestros hijos, y menos sabemos todavía qué deben estudiar en los colegios para que se hagan hombres y mujeres. Pero luego, vienen los políticos a resolverlo, y todavía nos lían más. Fíjense qué noticia me leí hace unos pocos meses: “El PP educará fiscalmente a los niños desde los once años en los colegios”. Y ¿saben cómo? Con este fin: “para que tengan conocimientos tributarios, y así cumplan con Hacienda cuando sean mayores de edad”. Se queda uno de piedra y cariacontecido, y entonces se dice uno para sí mismo: ¿y desde los 11 años no hay nada más importante que estudiar que eso? ¿Por qué no dedican más tiempo en los colegios a crear grupos de teatro, o a escuchar más música para que no nos maten con ese chinchin-chinchón a todo trapo cuando pasan con el coche con las ventanas bajadas? O ¿por  qué no se hacen grandes campañas para que la gente lea y relea, y para que se juegue menos a chatear y a escribirse mensajes con tontaditas, perdiendo el tiempo? O ¿por qué no estudian urbanidad y buenos modales, que estudiábamos nosotros de pequeños y en el bachillerato? O ¿por qué no los educan en que sean más solidarios y que se fundamente esa inclinación que es natural a la persona, en vez de parecer sólo caritativa de rico a pobre? Y por favor, que no se preocupen mucho de Hacienda si no aprenden pronto todo lo tributario, que ya se encargará Hacienda de recordárselo, con recargo incluido, apenas se descuiden. Dicho con otras palabras: ¿se pretende ahormar los cocos y las conciencias en que paguen, pero no se les ahorma en que no evadan capitales al extranjero? O ¿no se les enseña por qué unos pocos son tan ricos ya desde pequeños y a su alrededor hay millones de pobre? Podía enseñar el colegio y Hacienda la historia del movimiento obrero. Abre el apetito. Es, por tanto, explicable que un periódico el día de esa noticia pegara al lado una frase de Antoine de Saint Exupery (sí, el de El Principito). Decía irónicamente: Los niños tienen que tener mucha tolerancia con los adultos. Hace falta paciencia, sí, para oír las cosas que se oyen. Porque los adolescentes –si se han enterado de la noticia- estarán diciéndose: Nos toman por tontos Nosotros lo que queremos estudiar es a vivir en paz y no en paro. Y es que los políticos que cargan de responsabilidades a los niños, deberían cargarse ellos en su hombro tales responsabilidades. O algo mejor, como dice el evangelio: deberían los mayores hacerse como niños si quieren entrar en el Reino. O dicho en plata: menos leyes y reformas de educación y más ir al grano. Lo que hay que estudiar es contra la mediocridad reinante, y contra quiénes son responsables de que este mundo vaya como va a la deriva siempre de los mismos, es decir, la gente sencilla. O en fin, estudiar por qué existen el doble de políticos en España que en Alemania, por ejemplo, o por qué cobra un político un sueldo muy superior a cuando él era un funcionario, o trabajaba de profesor en un Instituto o en una empresa. Si es que trabajaba, porque la queja general del público hoy  es que a los políticos se les nota que muchos no han trabajado en una fábrica, o algún tajo obrero. Así que vamos a ser solidarios de una buena educación en colegios y en familia; vamos a estudiar lo que más merece la pena, y no los intereses de que hagamos  los deberes con Hacienda y sus impuestos, y lo aprendamos ya desde los 11 años.                                                                                            Más bien demos gracias de que la gente se haga su declaración de Hacienda (que es enrevesada hasta en el lenguaje), y que haya aprendido la pobre mujer hasta ordenador y cuentas y galimatías. Si no fuera así, faltarían oficinistas y auxiliares de Hacienda teniendo que hacerlas. Porque ya que paga la gente sólo falta que se tengan que redactar ellos a sí mismos la factura. Ser solidario no es sólo llevar las cuentas de los demás, sino hacerse cuenta de cuán cumplidor es el hombre de a pie, cuando otros se escapan sin cumplir. A lo mejor es que no se lo enseñaron desde que tenían 11 años. ¡Lo que se aprende con la vida, caramba!