domingo, 22 de junio de 2014

Vivir desde el Espíritu

                                                              El Espíritu Santo

                                                                       IV


La vida según el Espíritu


            La acción del Espíritu en la comunidad cristiana y en cada bautizado confiere una vida nueva al constituirse en su «templo»: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá, porque el templo de Dios, que sois vosotros, es sagrado» (1Cor 3,16-17). Esto lleva consigo que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios según la imagen de su hijo Jesucristo: «... consideraos muertos al pecado y vivos para Dios con Cristo Jesús» (Rom 6,11)»; o como Pablo dice de sí mismo: «... y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y mientras vivo en carne mortal, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gál 2,20). Nace un nuevo sentido de vida que deriva en actitudes y actos que expresan el amor de Dios manifestado en Cristo y realizado en nosotros por el Espíritu. El Espíritu es quien inicia y desarrolla la vida nueva del cristiano consagrado a Dios por el Bautismo. Vivir según el Espíritu (cf. Gál 5,16), caminar según el Espíritu (cf. Gál 5,25) es abrir la vida humana al amor, una historia diferente a la del poder, la vanidad y la facilidad de la existencia que le ofreció Satanás a Jesús (cf. Mt 4,1-11; Lc 4,1-13).

            El concilio Vaticano II lo expresa así: «Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra (cf. Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia y de esta manera los creyentes pudieran ir al Padre a través de Cristo en el mismo Espíritu (cf. Ef 2,18). Él es el Espíritu de vida, la fuente de agua que mana para la vida eterna (cf. Jn 10,1.14; 7,38.39). Por Él, el Padre da la vida a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales (cf. Rom 8,10-11). El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los creyentes como en un templo (cf. 1Cor 3,16; 6,19), ora en ellos y da testimonio de que son hijos adoptivos (cf. Gál 4,6; Rom 8,15-16.26). Él conduce la Iglesia a la verdad total (cf. Jn 16,13), la une en la comunión y el servicio, la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la adorna con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1Cor 12,4; Gál 5,22)» (Lumen gentium 4).
 

            En la nueva etapa inaugurada por el don del Espíritu (cf. Hech 2,1-4) se establecen nuevos parámetros para el seguimiento de Jesús y pertenencia a las nuevas comunidades. Se trata de la participación de la filiación divina que el Hijo nos ha ofrecido en su vida y ministerio en Palestina y que el Espíritu hace posible en la historia humana. 

San Francisco Javier

San Francisco Javier, misión y aventura




Francisco Javier Díaz de Revenga
Facultad de Letras
Universidad de Murcia


Se quejaba el P. Ignacio Elizalde en su libro San Francisco Xavier en la literatura española, en 1956, del escaso interés que habían tenido los novelistas por el santo jesuita. La situación ahora parece distinta, si tenemos en cuenta, claro está, las biografías noveladas, es decir las novelas basadas en la vida de San Javier de reciente publicación, en torno a la fecha del centenario del nacimiento, en 2007.          Nos consta que en el año 2006 se produjeron  algunos espectáculos teatrales. El jueves 20 de julio de 2006 tuvo lugar el estreno del espectáculo Por todo el mundo. Diálogos de Javier y el Mar, una producción del Gobierno de Navarra con guion de Pedro Miguel Lamet, que conmemora el quinto centenario del nacimiento de San Javier. La obra combina la actuación en directo de grupos folklóricos de música y danza de Mozambique, India y Japón, la música en directo del Ensemble Durendal y la presencia de los actores Arantxa Aranguren y Carlos Ibarra que encarnan a Francisco de Javier y al Mar, dos personajes que a través del diálogo presentan la vida misionera de San Javier desde que parte del puerto de Lisboa el 7 de abril de 1541 camino de Goa, en la India, hasta que muere en la Isla de Sancián, enfrente de las costas de China, el 3 de diciembre de 1552. El espectáculo se completa con un audiovisual que pone imágenes a la aventura misionera de San Javier.
           
Justamente, me interesa referirme ahora, ya que hemos citado al jesuita P. Lamet, a la publicación de la espléndida novela histórica sobre la vida del santo que, con el título de El aventurero de Dios. Francisco de Javier, publicó en 2006 Pedro Miguel Lamet. Se trata de una nueva manera de entender la biografía novelada, que en el caso de San Javier cuenta ya con antecedentes españoles y extranjeros notables. En su trabajo “La vida de un santo contada a través de los siglos”, Xabier Añoveros Trías de Bes recoge hasta doce modalidades que llegaron a producirse a través de los siglos en torno al género biografía, con numerosos textos y, entre ellos, cita tres novelas escritas por españoles, y que por tanto son integrables dentro de la aportación a la literatura española: la de Manuel Ferrer Maluquer “San Francisco Javier (Biografía novela­da)” de 1944, la de Adro Xavier, publicada en Madrid en 1952, con el título “Hue­llas en la arena. San Xavier en la India” y la de Ramón Vilaró titulada “Dainichi (La epopeya de San Francisco Javier en Japón)”, de 2003.
           
Naturalmente, a esta serie habría que añadir la novela histórica del padre Pedro Miguel Lamet, El aventurero de Dios. Francisco de Javier, que, publicada por La Esfera en 2006 y a la que vamos a dedicar algunas reflexiones y observaciones, comenzando por un comentario sobre la ficción novelesca utilizada por el autor. En efecto, si repasamos su contenido, advertiremos que un judío converso que huye de la Inquisición se encuentra en Lisboa con un intrépido joven llamado Francisco de Javier. Gracias a este personaje conoceremos los viajes y travesías casi sobrehumanas del santo que será llamado “el gigante de la historia de las misiones”.
            No se trata de una tradicional vida de santos; estamos ante una magnífica novela histórica, que se articula como si de un extenso reportaje periodístico se tratase, una especie de recorrido por la vida y la historia del siglo XVI a través de muchos parajes y países, un apasionante viaje atravesando los mares y coincidiendo con los personajes históricos y los habitantes anónimos que circularon por la vida del santo navarro. Son treinta capítulos de documentadísimo trabajo de investigación y divulgación, que, sin embargo, no dejan sentir la gravedad de la erudición, sino que se convierten en rica prosa de amena de lectura, entusiasta, lírica y amigable.
            Nos presenta al personaje con intención totalmente innovadora, respecto a otras biografías. San Javier se convierte en un joven de pasado brillante, humillado una vez en la guerra y dependiente desde entonces por una pasión, una necesidad de redención que le llevó a pasar su vida entera en los mares del sur. El santo navarro encontró un sentido a su vida en la amistad y la dependencia emocional, intelectual y espiritual que le unió a san Ignacio de Loyola. Evidentemente, la base documental utilizada por Lamet, es toda la documentación que otro jesuita, el padre Schurhamer, había reunido sobre Javier,  como ha explicado el propio autor Lamet señalando que el material estaba ahí, sólo hacía falta convertirlo en un texto que pudiera ser leído.
            Aparece así en escena la figura del judío converso, ya citada, que Lamet pone en el camino de Javier hacia Oriente. Con su mirada, el lector conoce al aventurero infatigable que llegó a convertirse en el primer corresponsal europeo en Japón; al intelectual misionero; al hombre magnánimo.
            Otro de los asuntos que más le interesan al novelista es justamente su relación con Ignacio de Loyola. Javier era un nacionalista navarro e Ignacio, un centralista. Ignacio combatió contra los hermanos de Javier en la toma de Pamplona... Pero la fe los puso en un plano superior a esas cuestiones y se reconciliaron.
            En definitiva, y como conclusión, el libro relata pormenorizadamente la vida de Javier, a través de la ficción, en los ojos del citado judío converso que en Lisboa huye de la Inquisición. La primera parte del libro, se centra en el nacimiento -en el castillo de Javier- y su estancia en París junto a San Ignacio y en la fundación de la Compañía de Jesús. Muy bien ambientada la novela, pone a disposición del lector datos para que se asimile la personalidad del santo y su formación. La segunda parte es mucho más brillante, variada y amena, y roza los límites de lo pintoresco, ya que relata los viajes a la India y Japón de San Javier, con descripción detallada y basada en una rigurosa documentación de las hazañas de su misión y de los personajes que aparecen en su vida en los distintos lugares a los que acude. Se pone de relieve la fe y la abnegación profunda del personaje principal, la misma que le mueve a navegar por aquellos mares y salvar las almas de aquellos pueblos de oriente hasta que muere el 3 de diciembre de 1552 en la isla de Sancián, a las puertas de China.
           
A esta novela, hay que añadir también la publicada igualmente con ocasión del centenario, del novelista de Badajoz y sacerdote, Jesús Sánchez Adalid, titulada  En compañía del sol. Se trata de una aproximación  a la personalidad de San Francisco Javier, en el año en que se cumple el quinto centenario de su nacimiento, centrada exclusivamente en la infancia y la juventud del santo navarro.
            Destaca esta novela por su amenidad, por su calidad en la ambientación y sobre todo por la documentación rigurosa en que se basa, aunque el componente ficcional también es muy destacable. Logra el autor, con gran experiencia ya en el campo de la novela histórica, reflejar no solo la personalidad del santo navarro, sino también los usos y costumbres de la España de la época, ambientar muy bien la etapa parisina de San Javier y finalmente  mostrar una original visión de los viajes y de la India en la época de San Javier.

            Quien con tanta pasión recorrió medio mundo para socorrer y confortar a sus semejantes, bien merecía este reconocimiento de tan amenos novelistas.