jueves, 31 de diciembre de 2015

Santos del 2 al 4 de enero

ENERO

2 de enero

San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno

            San Basilio nace en Cesarea de Capadocia el 330. Es consagrado obispo en el 370. Combate a los arrianos y favorece a los pobres. Muere el 379. San Gregorio (330-390?), obispo de Constantinopla, gran teólogo e insigne predicador.

                                               Común de Doctores de la Iglesia

            Oración. Señor Dios, que te dignaste instruir a tu Iglesia con la vida y la doctrina de San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno, haz que busquemos humildemente tu verdad y la vivamos fielmente en el amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

3 de enero

Santísimo Nombre de Jesús

            El nombre de Jesús se invoca como fuente de salvación al comienzo del cristianismo. El primer milagro que realiza Pedro en Jerusalén curando a un tullido lo hace en el nombre de Jesús: «Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar» (Hech 3,6). Cuenta San Buenaventura, que «en virtud del nombre del Señor, Francisco –pregonero de la verdad– lanzaba los demonios, sanaba los enfermos» (LM 12,8; cf. 12,10). Pero, además, Francisco al nombrar a Jesús se estremecía en su cuerpo y en su espíritu: «Jesús en los labios, Jesús en los oídos, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús presente siempre en todos sus miembros» (1Cel 115; cf.82). Este amor inmenso a Jesús y la veneración por su nombre pasa a formar parte de la piedad de la Familia Franciscana y constituye una de sus devociones más queridas. San Juan de Capistrano, San Jaime de la Marca, San Leonardo de Porto Mauricio, etc., y, sobre todos, San Bernardino de Siena son los impulsores de la veneración al nombre de Jesús. De ahí que se introdujera en la Iglesia como fiesta litúrgica en el siglo XVI. El papa Clemente VII concede a la Orden Franciscana la celebración del oficio en el año 1530 y la fiesta es introducida en la Calendario Universal del Misal Romano en el año 2002.


            Oración. Oh Dios, que a tu Hijo le has puesto el nombre de Jesús, Salvador de todos los hombres; concédenos pronunciar con gozo este nombre en la tierra y disfrutar en el cielo de su presencia. Por nuestro Señor Jesucristo.


4 de enero

Ángela de Foligno (1248 ca.-1309)


La beata Ángela sufre la pérdida de su madre, su marido e hijos en un espacio breve de tiempo. Siguiendo a San Francisco, distribuye sus bienes entre los pobres, sirve a los le-prosos en Foligno (Perugia. Italia) acompañada por una mujer llamada Masazuola e ingresa en los Franciscanos Se-glares en 1291, adoptando una vida de penitencia extrema; peregrina a Roma y a Asís para visitar las tumbas de Pedro y Francisco. En ellos descubre a Jesús pobre y crucificado. Escucha a Ubertino de Casale y recorre el camino de Jesús por medio de la meditación de sus misterios, lo que le conduce al olvido de sí misma, y a la entrega a los desposeídos de esta tierra e, identificándose totalmente con Jesús, concluye que el signo más eficaz para demostrar nuestra filiación divina es el amor a Dios y al prójimo (Instructio XXII. Ed. Thier—Calufetti, 601). El amor la conduce a adentrarse en el misterio de Dios Uno y Trino, experimentado como una triple relación de amor. Relaciona la extrema pobreza con la humildad y el amor. Evita participar en las tensiones que se dan en su tiempo entre los franciscanos espirituales y observantes, aunque en ocasiones se asimila al primer grupo. Muere en Foligno el 4 de enero del año 1309. Es sepultada en la iglesia de San Francisco de su ciudad. El papa Clemente XI concede a la Diócesis de Foligno y a la Orden misa y oficio propios el 14 de diciembre de 1709.

                                               Común de Santas Mujeres


            Oración. Oh Dios, que has distinguido a la beata Ángela con la gracia de la contemplación de los misterios de tu Hijo; concédenos participar de esos mismos misterios ahora y después en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

Santos del 1 al 4 de Enero

ENERO

2 de enero

San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno

            San Basilio nace en Cesarea de Capadocia el 330. Es consagrado obispo en el 370. Combate a los arrianos y favorece a los pobres. Muere el 379. San Gregorio (330-390?), obispo de Constantinopla, gran teólogo e insigne predicador.

                                               Común de Doctores de la Iglesia

            Oración. Señor Dios, que te dignaste instruir a tu Iglesia con la vida y la doctrina de San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno, haz que busquemos humildemente tu verdad y la vivamos fielmente en el amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

3 de enero

Santísimo Nombre de Jesús

            El nombre de Jesús se invoca como fuente de salvación al comienzo del cristianismo. El primer milagro que realiza Pedro en Jerusalén curando a un tullido lo hace en el nombre de Jesús: «Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar» (Hech 3,6). Cuenta San Buenaventura, que «en virtud del nombre del Señor, Francisco –pregonero de la verdad– lanzaba los demonios, sanaba los enfermos» (LM 12,8; cf. 12,10). Pero, además, Francisco al nombrar a Jesús se estremecía en su cuerpo y en su espíritu: «Jesús en los labios, Jesús en los oídos, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús presente siempre en todos sus miembros» (1Cel 115; cf.82). Este amor inmenso a Jesús y la veneración por su nombre pasa a formar parte de la piedad de la Familia Franciscana y constituye una de sus devociones más queridas. San Juan de Capistrano, San Jaime de la Marca, San Leonardo de Porto Mauricio, etc., y, sobre todos, San Bernardino de Siena son los impulsores de la veneración al nombre de Jesús. De ahí que se introdujera en la Iglesia como fiesta litúrgica en el siglo XVI. El papa Clemente VII concede a la Orden Franciscana la celebración del oficio en el año 1530 y la fiesta es introducida en la Calendario Universal del Misal Romano en el año 2002.


            Oración. Oh Dios, que a tu Hijo le has puesto el nombre de Jesús, Salvador de todos los hombres; concédenos pronunciar con gozo este nombre en la tierra y disfrutar en el cielo de su presencia. Por nuestro Señor Jesucristo.


4 de enero


Ángela de Foligno (1248 ca.-1309)

La beata Ángela sufre la pérdida de su madre, su marido e hijos en un espacio breve de tiempo. Siguiendo a San Francisco, distribuye sus bienes entre los pobres, sirve a los le-prosos en Foligno (Perugia. Italia) acompañada por una mujer llamada Masazuola e ingresa en los Franciscanos Se-glares en 1291, adoptando una vida de penitencia extrema; peregrina a Roma y a Asís para visitar las tumbas de Pedro y Francisco. En ellos descubre a Jesús pobre y crucificado. Escucha a Ubertino de Casale y recorre el camino de Jesús por medio de la meditación de sus misterios, lo que le conduce al olvido de sí misma, y a la entrega a los desposeídos de esta tierra e, identificándose totalmente con Jesús, concluye que el signo más eficaz para demostrar nuestra filiación divina es el amor a Dios y al prójimo (Instructio XXII. Ed. Thier—Calufetti, 601). El amor la conduce a adentrarse en el misterio de Dios Uno y Trino, experimentado como una triple relación de amor. Relaciona la extrema pobreza con la humildad y el amor. Evita participar en las tensiones que se dan en su tiempo entre los franciscanos espirituales y observantes, aunque en ocasiones se asimila al primer grupo. Muere en Foligno el 4 de enero del año 1309. Es sepultada en la iglesia de San Francisco de su ciudad. El papa Clemente XI concede a la Diócesis de Foligno y a la Orden misa y oficio propios el 14 de diciembre de 1709.

                                               Común de Santas Mujeres


            Oración. Oh Dios, que has distinguido a la beata Ángela con la gracia de la contemplación de los misterios de tu Hijo; concédenos participar de esos mismos misterios ahora y después en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 28 de diciembre de 2015

1 de enero de 2016

                                                                 1 DE ENERO

                                                        MARÍA, MADRE DE DIOS


         Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,16-21.

         En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
         Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.


        
1.- Dios. Parece que iniciamos de nuevo nuestra vida con el 1 de enero. Es un tiempo propicio para quitarnos vicios, potenciar nuestros valores y limpiar el polvo que hemos tomado a lo largo del año pasado. La memoria de María de Nazaret, como Madre del Señor, nos conduce al inicio de la creación y al inicio de nuestra vida. Y, en su recorrido, debemos hacer memoria de todas las gracias y ayudas que nos ha dado Dios, y solicitarle que no nos abandone, como no abandonó a su Hijo cuando murió, resucitándole de entre los muertos, y no abandonó a María cuando la asumió como la criatura de más valor que ha pisado la tierra.

        
2.- La Iglesia. La comunidad cristiana alaba y canta al Señor por el nacimiento del Señor y por la Madre que lo trajo. Es un día de fiesta y alegría, y del gozo que se experimenta en lo más profundo de nuestro ser, por ser el Señor tan bondadoso con sus criaturas que no quiere abandonar. La estructura de la comunidad cristiana está transida de este gozo de saberse protegida, defendida, cuidada y potenciada porque el Señor es así, que no duda de nacer de María, para que todos le comprendamos y tengamos un acceso seguro a Él. Y ese camino la Iglesia lo debe recorrer como lo ha hecho María: dando hijos para Dios y para los hermanos con el bautismo; dándoles la fuerza del Espíritu para testimoniar quién es Jesús; celebrando el amor del Señor en la Eucaristía; etc., etc., y descubriendo a Jesús entre los pobres y marginados de este mundo.
  

        
3.- El creyente.  Nosotros somos también los pastores. La Palabra tanto tiempo escuchada en la Iglesia y leída en nuestra habitación es la que nos anuncia una y otra vez el hermoso acontecimiento de que Dios se ha puesto al alcance de nuestra mano, de nuestros ojos. Ha entrado en nuestro horizonte vital. No hay que huir de esta vida para encontrar el Señor, sino mirar en nuestro rededor, ver los que necesitan de nuestro tiempo y de nuestros bienes para descubrir su presencia en la historia. Y tener fe, el don preciado que el Señor inició en nuestro bautismo, para celebrar nuestras relaciones de amor, darle gracias, pedir por nuestras carencias y hablar bien de Él, en las celebraciones eucarísticas, o en el silencio de la oración personal.

domingo, 27 de diciembre de 2015

El Señor nos bendiga...........



                                                                   1 DE ENERO
                                                    

                                                      MARÍA, MADRE DE DIOS


         Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,16-21.

         En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
         Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

        
1.- Texto. Comienza una año nuevo con la bendición de Aarón, que después hará suya San Francisco: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz». Es la mejor noticia que nos puede dar el Señor: la paz entre las naciones, la paz entre las instituciones sociales, la paz entre las familias, la paz con uno mismo, la paz con el Señor.—Después del anuncio del ángel a los pastores, estos encuentran a la primera familia cristiana al saber leer los signos que se les había comunicado: «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».-El coro que acompaña al ángel que anuncia el nacimiento invita a todo el mundo que se sume a la alegría celeste que supone la aparición del Mesías, Señor y Salvador en el mundo. Los pastores corren a Belén. Comienza de nuevo la historia humana, porque inaugura un estilo de vida que va a transformar a los hombres desde Dios. María con la anunciación y la acogida de su hijo le hace meditar, ir madurando su elección divina y su maternidad humana, para ocupar el lugar de Madre en Pentecostés, ya no sólo de Jesús, sino de todos los creyentes.

           
2.- Mensaje: Madre de Dios. Los Evangelios narran que María es la madre de Jesús (cf. Mc 3,31par; Mt 1,25; Lc 2,7). Y como madre, su vida se une a la historia de su hijo; con ello se la relaciona en la devoción y creencia de Jesús como Mesías y Salvador. Más tarde, cuando el cristianismo defiende la unión de la naturaleza humana y divina de Jesús en la persona divina del Verbo, María se cree también como Madre de Dios. A este respecto, dice el concilio de Éfeso celebrado en el año 431: «Por eso no dudaron los Santos Padres en llamar madre de Dios a la santa Virgen, no porque la naturaleza del Verbo o su divinidad tomaran de la santa Virgen el principio de su ser, sino porque de ella se formó aquel sagrado cuerpo animado de un alma racional y al que se unió personalmente el Logos que se dice engendrado según la carne» (DH 281; cf. Concilio de Calcedonia, DH 288).


           
3.- Acción.  Las alabanzas y acción de gracias que daban los pastores al Señor, las guardaba María en su corazón. Ella experimenta como es real el anuncio del ángel, y su maternidad va mucho más allá de lo que le anunció Gabriel y le están diciendo los pastores. La experiencia única de vehicular el origen humano de Jesús, lo va asimilando poco a poco, no con alegrías procedentes de estímulos externos, sino del gozo profundo de saberse poseída por Dios y, mirando a su hijo, haber respondido a su invitación con una fidelidad inquebrantable. Todavía le queda mucho trecho para hacer de Jesús un hombre y después verle morir en la cruz y estar en el arranque de la Iglesia en Pentecostés. Pero los inicios con Jesús le marcarán para siempre. Es lo que siente todo padre y madre de familia. Los que sois padres y madres, meditad en vuestro corazón todo lo que habéis gozado y sufrido por vuestros hijos. 

sábado, 26 de diciembre de 2015

Jesús y los doctores de la ley


                                                          LA SAGRADA FAMILIA (C)


               Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,41-52.

               Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
               Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él les contestó: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
               Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

           
    1.-  Dios abandona su templo cuando habitan entre sus muros otros dioses que conducen a la degradación moral y a la persecución del pueblo (cf. Ez 11,23; Mt 23,38). Los  cristianos sueñan con una nueva Jerusalén. Porque en Jerusalén han crucificado a Jesús, rasgándose el velo del templo (cf. Mc 15,38). Así, la ciudad y el templo se sitúan fuera de la esfera cristiana. Ellos impiden el deseo de Jesús: «Cuántas veces intenté reunir a tus hijos como la gallina reúne la pollada bajo sus alas, y os resististeis» (Mt 23,37), y le hacen llorar: «Al acercarse y divisar la ciudad, dijo llorando por ella: —¡Si también tú reconocieras hoy lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos» (Lc 19,41-42). El cristianismo fundará una nueva Jerusalén, basada en la nueva alianza de Dios con los hombres, que será un don de Dios bajado del cielo (cf. Ap 19,8), donde en el nuevo templo, Jesús resucitado, se adorará a Dios en Espíritu y Verdad (cf.Jn 4,24; Heb 13,12-14).

2.- Terminada la visita al templo y los encuentros con Simeón y Ana, la primera familia cristiana regresa a Nazaret. «El niño crecía, se fortalecía y se iba llenando de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él» (Lc 2,39-40). Las tres relaciones fundamentales de la vida humana: con Dios, con los demás y consigo mismo se desarrollan manteniéndose en la dura ley del espacio ―Nazaret, Cafarnaún, en definitiva, Galilea― y el tiempo ―el año 749 ó 750 de la fundación de Roma.


3.-Jesús será la luz que ilumine el sentido de la vida de la coletividad humana, y  será la gloria de Israel y de la humanidad. Una misión que deben continuar sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de un celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo» (Mt 15,13-16).

La familia de Nazaret


                                                           LA SAGRADA FAMILIA (C)


               Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,41-52.

               Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
               Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él les contestó: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
               Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
          

1.- Texto Jesús vive con su familia, obediente a su autoridad y siguiendo su educación. Pero lleva en sí la consagración al Señor como primogénito; consagración que sus padres habían conservado al no rescatarlo. María y José pertenecen a una familia tradicional del campesinado de la baja Galilea, enraizada en la fe y costumbres judías. No es extraño que frecuentaran Jerusalén por las grandes fiestas de Pascua, Semanas y Tiendas. En los textos evangélicos es la segunda subida de Nazaret a Jerusalén. Es un detalle de las frecuentes visitas que los judíos hacían al lugar sagrado por antonomasia.  ¿Por qué estas exigencias? Porque en Jerusalén está el templo, sede del Dios altísimo, donde todo judío mira, se orienta y adora al único y verdadero Dios. Jerusalén es la ciudad predilecta del Señor. Aquí habita eternamente el Señor. De la ciudad y linaje de David saldrá el Mesías, y en ella Dios lo nombrará hijo suyo.
La escena reproduce un día de estudio en dichas escuelas: los profesores enseñan y preguntan, los alumnos responden y preguntan, a su vez, sobre las relaciones del Señor con su pueblo; sobre las adaptaciones de la Ley a los nuevos retos que les plantea la cultura y la sociedad. Jesús tiene que hacerlo en su ministerio con el descanso sabático, la purificación antes de comer, sobre la resurrección de los muertos, etc., etc. Lucas lo dice expresamente: «Admirados por su respuesta se callaron» en la discusión que mantiene con los escribas y sumos sacerdotes sobre si se debía pagar el tributo al César (Lc 20,20-26).

2.- Contexto. Dejada la escena teológica y pública, el relato se centra en la familia, concretamente entre Jesús y su madre: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te estábamos buscando» (Lc 2,48). La respuesta discurre en el mismo sentido de la Anunciación: Jesús pertenece al Padre, y en la misión que le ha encomendado debe serle fiel antes que a la familia humana, como sucede en su ministerio público con la nueva familia que ha creado desde dicha pertenencia divina: «¿Quiénes son mi Madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos, pues quien cumpla la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”» (Mc 3,31-35par).- A su padre José le dice que tiene otro Padre, un Padre cuyas relaciones son superiores que las creadas por la familia natural (cf. Lc 10,22; Jn 20,17). Es la primera expresión filial que dice el mismo Jesús, antes que lo pronuncie el Señor en el bautismo de Juan (cf. Mc 1,11par) y el tentador en el desierto (Mt 4,3 par).

3.- Acción. La escena termina con el sometimiento de Jesús a la autoridad familiar y su crecimiento en todos los aspectos de nuestra vida (cf. Lc 2,51-52). La obediencia a los padres es la relación que nos hace personas. A través de nuestros padres creemos, crecemos y aprendemos. Ellos nos llevan a la iglesia para recibir las catequesis del bautismo, de la primera comunión, de la confirmación; nos enseñan a rezar; nos transmiten la bondad y los límites que pone Dios para no hacer el mal; nos introducen en un mundo trascendente que enriquecen la vida. Los padres nos ayudan a hacer los deberes que nos mandan los maestros, los profesores, que objetivan nuestra cultura, nuestra historia, el mundo en el que vivimos y que después contribuiremos a mejorar o empeorar. Nuestros padres, en fin, procuran los mejor  para que nuestra salud sea buena y crezcamos sanos con la ayuda de los médicos. Obedecer a los padres, como hizo Jesús, es hacer crecer y fortalecer nuestra vida y darle un sentido por los valores que nos inculcan con la fe, con la cultura, con la alimentación.





miércoles, 23 de diciembre de 2015

De la Navidad. Protoevangelio de Santiago

EL NACIMIENTO DE JESÚS Y LA SUSPENSIÓN DE LA NATURALEZA

Esteban Calderón
Facultad de Letras
Universidad de Murcia

Entre los evangelios relacionados con la infancia de Jesús se encuentra el llamado con justicia Protoevangelio de Santiago[1], posiblemente anterior al 180 y del que contamos con más de 150 manuscritos, lo que da idea de su gran difusión. El papiro más antiguo de este texto es de finales del s. III o comienzos del IV, conocido como el Papiro Bodmer V. Esta obrita, perteneciente al género conocido como midrash haggádico cristiano, recoge tres pasajes fundamentales: la vida de la Virgen hasta la Anunciación, el relato de José desde el nacimiento de Jesús hasta la adoración de los Magos y la matanza de los inocentes, y el martirio de Zacarías. En rasgos generales, puede decirse que el Protoevangelio reelabora datos extraídos de los evangelios canónicos enriquecidos con tradiciones ambientadas en Jerusalén; fue objeto de importantes refundiciones en el occidente latino, que dieron como fruto el Evangelio del Pseudo-Mateo (s. VII-VIII) y el Libro de la Natividad de María (846-849). El Santiago en cuestión no sería otro que Santiago el Menor (cf. Mc. 15, 40), hijo, según el apócrifo, de José en primeras nupcias y primer obispo de Jerusalén. Quién sea en realidad el autor es algo imposible de precisar. Por otra parte, la finalidad de esta obra es probar la virginidad perpetua de María antes, en y después del parto, como lo atestigua el recurso a beber las aguas de la probación (Proteu. XVI) y a la partera hebrea que la atiende y que firma la uirginitas in partu (Proteu. XX). Se puede decir que es más una leyenda hagiográfica centrada en la persona de María que un evangelio stricto sensu.
            El pasaje más interesante y rico literariamente hablando es el relativo al nacimiento de Jesús, ya que se pueden establecer algunas relaciones con los apócrifos que no abordan directamente el tema de la infancia de Jesús. El parto en Belén es narrado de tal manera que adquiere sentido toda la grandeza del acontecimiento: se trata de un nacimiento extraordinario que pertenece a la esfera de lo divino, como se puede observar en lo que se ha denominado “suspensión de la naturaleza”.
           
La presencia de lo divino y sobrenatural se manifiesta en el símbolo de la nube luminosa que envuelve la cueva de Belén. Para este marco teofánico pueden verse pasajes como Mt. 17, 1-9, Mc. 9, 2-12 y Lc. 9, 28-36: al disiparse la nube y desaparecer la luminosidad, Jesús se presenta ante la mirada atónita de sus tres discípulos en toda su humanidad. Este motivo aparece también en otras culturas y así es como lo hallamos en la literatura clásica, por ejemplo, en Homero (Od. VII 140-145, 154) o en Virgilio (Aen. I 586-590). En el Protoevangelio el Padre, personificado y escondido en una nube, se retira y manifiesta a su Hijo que de pura luz ha devenido en hombre. Como se puede observar, hay un esquema literario idéntico en ambas descripciones teofánicas. El silencio y la inmovilidad son las actitudes habituales de los hombres ante una teofanía. Dios se manifiesta a los hombres de forma sorprendente y su presencia trastoca el orden natural de las cosas, como en el episodio de la zarza en el Horeb (Ex. 3, 1-3), que ante Moisés ardía prodigiosamente sin consumirse.
El caso que nos ocupa es un motivo literario de tradición oral, con la singularidad de ser una de las manifestaciones más antiguas que conocemos de la suspensión de la naturaleza. Un motivo que, además de hallarse en el cuento popular, constituye un elemento mítico que con frecuencia acompaña al nacimiento de un héroe. Así es como se encuentra, por ejemplo, en la leyenda que narra el nacimiento de Buda o, en la literatura posterior, en el bien conocido cuento de La bella durmiente del bosque (en otras versiones La belle au bois dormant, de Perrault, o la Dornröschen —o Rosa Silvestre—, de Grimm). Pero aprovechemos para adelantar que la fecha posterior al s. II o III atribuida a la tradición india imposibilita que el episodio de la inmovilidad de la naturaleza del Protioevangelio haya sufrido influencias de dicha literatura oriental. Por otra parte, el carácter popular del pasaje queda indicado por el “estilo kaí” ―común en los Sinópticos, particularmente en Marcos―, el paralelismo sinonímico y antitético, así como otros recursos estilísticos que son habituales en la novela.
           
En Proteu. XVII se narra la orden del emperador Augusto de realizar un censo de los habitantes de Judea. Como consecuencia de este edicto, José, con sus hijos y María, en avanzado estado de gestación, decide acudir a Belén para empadronarse. Al llegar a esta población con María ya de parto, José deja a ésta con sus hijos en una cueva y va en busca de una partera hebrea en aquella región (Proteu. XVIII 1). El tema de los hijos de José, habidos en anterior matrimonio, y los hermanos de Jesús ya se encuentra en Orígenes (Comm. in Matt. 10, 7), si bien la tradición terminó aceptando la exégesis de S. Jerónimo en el sentido de que por huiós había que entender todo pariente con vínculos de consanguinidad. Todo esto quiere decir que el Protoevangelio ya en el s. III era lo suficientemente antiguo como para que Orígenes lo considerara como auténtico. A partir de Proteu. XVIII 2 se introduce un cambio de estilo y de interlocutor. Cesa la narración en tercera persona para hablar José en primera persona. Constituye un recurso para crear un clima de máxima expectación ante la Natiuitas Christi (Proteu. XIX 2).
            Pero veamos el texto de esta digresión autobiográfica de José:
Y yo, José, me puse a caminar y no podía andar. Y levanté la mirada al cielo y advertí el aire suspenso, y levanté la mirada hacia la bóveda del cielo y advertí que estaba estática, y las aves del cielo inmóviles. Y dirigí la mirada hacia la tierra y advertí una artesa en el suelo y a unos jornaleros tendidos en tierra y sus manos en la artesa. Y los que comían no masticaban, y los que cogían comida no la subían del plato, y los que llevaban el alimento a la boca, no lo acercaban, sino que los rostros de todos estaban mirando hacia arriba. Y he aquí que unas ovejas eran arreadas y no avanzaban, sino que estaban quietas; y el pastor había levantado su mano para golpearlas [con el cayado], y la mano se quedó en alto. Y dirigí la mirada hacia el cauce del río y advertí las bocas de los cabritos que se acercaban al agua y no bebían. En suma, en un instante todas las cosas se apartaban de su curso habitual”.

           
El autor hace un recorrido con la mirada en cuatro apartados: la bóveda celeste con sus astros y aves inmóviles; los operarios que hacían un alto en su trabajo para comer sin que sus quietas bocas masticasen alimento alguno; las ovejas también inmóviles al igual que su pastor; por último, la corriente del río, cuya agua no fluía ni podía ser bebida por las expectantes bocas de los cabritillos. Es decir, el mundo celeste, el mundo terrestre —animal y humano y el mundo acuático—. La frase final recoge lo extraordinario del acontecimiento: un instante breve y único en el que la naturaleza se sumerge en una extraña quietud propiciada por el episodio teofánico. Se puede apreciar el mensaje de que el tiempo se detiene como consecuencia de que la eternidad ha entrado en el mundo.
            Se han propuesto como antecedentes veterotestamentarios algunos pasajes: 3 Re. 19, 12; Sap. 18, 14; Is. 41, 1; Abd. 2, 20; Hb. 2, 20; Soph. 1, 7; Zac. 2, 13… Pero todos estos textos presentan una diferencia fundamental: se trata del silencio religioso y ritual, y en ningún caso de una suspensión de la naturaleza semejante a la narrada en Proteu. XVIII 2. También se han buscado antecedentes en la literatura clásica. Se ha citado como antecedente más remoto el célebre e imitadísmo “Nocturno” de Alcmán (fr. 43 P.), pero, para empezar, se trata de un sueño, el sueño de la naturaleza, bajo cuyo influjo caen hasta los montes, los barrancos y especies animales de toda estirpe; es decir, todos los elementos de la naturaleza duermen, permanecen inactivos en un juego de contraposiciones. Aquí la quietud nocturna, que penetra toda la naturaleza, es expresada con gran simplicidad y mediante una sugestiva enumeración de los elementos que componen el paisaje. Por el contrario, Alcmán no menciona el silencio, pero está latente en a lo largo del episodio. Este motivo de la naturaleza dormida lo hallamos también en otros autores. Es especialmente interesante, en el ámbito latino, un pasaje de Virgilio (Aen. IV 522-527), donde se describe la envolvente calma de la noche. Al igual que en los versos de Alcmán, diversas especies animales aparecen también aquí. En la poesía griega hallamos un pasaje de las Argonáuticas de Apolonio de Rodas (III 747-750) de tono similar, donde predominan, el silencio, el sueño y la oscuridad de la noche, en un ambiente de creciente paz nocturna, pero en el que está ausente la inmovilidad y no hay presencia del componente divino. Se trata, una vez más, del silencio de la naturaleza, en este caso en el mar. Todos estos pasajes tienen un antecedente último en un símil homérico (Il. VIII 555-559), muy distante de tener la riqueza léxica y la frescura lírica de Alcmán. Otro posible antecedente aducido se encuentra en Eurípides, Bacantes 1084-1085. Ahora bien, el pasaje euripídeo, si bien se trata igualmente del silencio de la naturaleza, hay una diferencia respecto a los textos anteriores y consiste en estamos ante un instante en que van a irrumpir fuerzas sobrenaturales, uno de los momentos más solemnes del drama. Este silencio es la respuesta tradicional de la naturaleza a la epifanía divina. Hay, ciertamente, silencio, pero a diferencia del Protoevangelio no hay inmovilidad.
Toda esta suerte de descripciones de la quietud nocturna de la naturaleza que hemos visto en los autores profanos de la literatura clásica remite, en última instancia, al famoso texto de Alcmán, a partir del cual se convierte en un topos literario. Pero, en cualquier caso, los posibles antecedentes de la literatura clásica no deben confundirse. No es lo mismo la suspensión de la naturaleza presente en el evangelio apócrifo que el silencio religioso, que se debe guardar ante cualquier tipo de teofanía y que hallamos también en la misma literatura, como hemos observado, ni tampoco lo es el sueño de la naturaleza. En el Protoevangelio de Santiago la suspensión de la naturaleza se caracteriza por el silencio y la inmovilidad, una inmovilidad sobrenatural. Estos dos aspectos no se dan en textos similares anteriores. En consecuencia ―y descartada la influencia oriental―, estaríamos ante un motivo inédito en la literatura
 greco-latina anterior al llamado Protoevangelio de Santiago.




[1] El término Protoevangelium es relativamente moderno, ya que fue usado por vez primera, como título del Evangelio de Santiago, en 1552, en la traducción latina del humanista y jesuita francés Guillaume Postel, Proevangelion, seu de natalibus Iesu Christi et ipsius matris Virginis Mariae sermo historicus divi Iacobi Minoris. Evangelica historia quam scripsit B. Marcus. Vita Marci evangelistae collecta per Theodorum Bibliandrum, Basilea, 1552, pp. 24-70. Postel lo tomó por el prólogo de Marcos.