domingo, 24 de agosto de 2014

El futuro de Europa

                                        
                                
                             Alemania y el futuro de Europa


                                                    Antonio López Pina
                                                                 Facultad de Derecho
                                                                                      Universidad Complutense


   
Desde el comienzo de la crisis del euro, se glosan mucho las reservas a la solidaridad y la tentación de una Alemania, que no está dispuesta a  seguir pagando por los demás. Se reprocha a la Canciller que constantemente haya retrasado las iniciativas necesarias. Se detallan con ansiedad las prevenciones de la coalición de gobierno. Con inquietud se pone de relieve, que para muchas empresas exportadoras  de entre el Rhin y el Elba y para los jóvenes ambiciosos que se sienten cómodos con la mundialización, la Europa del Sur ya sólo es un grillete que les lastra. Se observa en qué medida  Alemania,  que tanto aspiraba a la “normalización”, no acaba de sentirse cómoda  en su papel de potencia hegemónica continental, y hasta qué extremo le cuesta asumir las responsabilidades anejas a su estatuto de potencia hegemónica.
  
J. I. Torreblanca observa que, superada  la crisis del euro, nos estamos adentrando en una muy preocupante fase de crisis política. Porque si las tensiones en torno al euro han remitido, las tensiones políticas están aumentando, especialmente en lo que se refiere al papel de Alemania, cada vez más objeto  de la crítica.
   Las autoridades alemanas han montado en cólera por un Informe del Departamento del Tesoro norteamericano sobre política económica y política monetaria exterior: aquél   sostiene que “el enorme superávit por cuenta corriente  de Alemania en su balanza comercial es nocivo e introduce un sesgo deflacionario en la  Eurozona, así como en la economía mundial”.
  
La reacción alemana ha sido de estupor: “En Alemania no existen desequilibrios que requieran una corrección de nuestra política económica y fiscal orientada al crecimiento”, según un portavoz del ministerio federal de Economía. Con posterioridad, la Comisión  ha iniciado  un procedimiento de vigilancia especial sobre los riesgos que para la eurozona se derivan del desproporcionado   superávit comercial alemán.
  
No obstante, en cuanto concierne a la crisis de la Eurozona, Alemania continúa haciendo oídos sordos. La potencia hegemónica   considera que los sufrimientos en los países en crisis si bien pueden resultar severos,  son  inevitables, como efecto  de sus propios errores y derroches pasados. Schäuble ha acusado a los críticos de la política del gobierno alemán, de no ver lo bien que están funcionando sus recetas políticas. “Lo mismo que – aunque pudiera estar arruinando a sus socios – no es objetable   que Alemania tenga  continuos  superávits de cuenta corriente dentro de la Unión Monetaria, nada hay de malo tampoco,  en que la Eurozona intente reproducir el modelo alemán de la Agenda 2010”, por más que puedan quejarse “los despilfarradores norteamericanos”. En la visión de Schäuble, nada podría ser más de color de rosa: “el que la austeridad fiscal interna alemana se compense con continuos superávits comerciales es tan sólo una prueba de competitividad y la base tanto de la estabilidad financiera como  de la prosperidad económica” .
   El enfrentamiento es político: para muchos alemanes, resulta  el colmo de la insensatez, ser criticados por ahorrar y exportar en exceso por vecinos o aliados desestabilizadores, presos  de su  consumo ostentatorio y de su endeudamiento.  ¡A nosotros, que somos el  modelo económico ortodoxo y exitoso del Continente!
  
Paul Krugman señala: “Alemania  empujó a los países endeudados a una austeridad rigurosa, que acabó con sus déficits comerciales. Pero algo no salió bien. La reducción de los desequilibrios comerciales tendría que haber sido simétrica, y los superávits de Alemania  se deberían haber reducido al mismo tiempo que los déficits de los deudores. En lugar de eso, Alemania  evitó cualquier tipo de ajuste; los déficits de España, Grecia y otros países se redujeron, pero no así el superávit alemán.
   Esto ha tenido consecuencias nefastas para Europa, porque la negativa alemana a realizar ajustes ha multiplicado los costes de la austeridad. Pongamos el caso de España, el país con el mayor déficit antes de la crisis. Era inevitable que se viese abocada a años de escasez, cuando tuvo que aprender a vivir dentro de sus posibilidades; pero no lo era que el desempleo llegase a casi el 27%, y casi el 57% entre los jóvenes. El inmovilismo alemán ha contribuido en buena medida al sufrimiento español”.
  
El caso es que,  extramuros del Rhin y de los Alpes,   crece el desasosiego  con una Alemania que no sólo estaría beneficiándose extraordinariamente  de la moneda única, sino que, a la vez, bloquea  de forma sistemática cuantas  medidas  permitirían despejar el camino hacia la salida de la crisis. Paradójicamente, se presenta una y otra vez a sí misma  como una víctima potencial del asalto a sus finanzas de los derrochadores del sur. También en la Comisión  y en el Parlamento Europeo crece la resistencia contra la política europea de la Canciller Merkel: representantes de ambas instituciones   presumen la existencia de toda una  instrumentalización   de Europa al servicio   de los intereses nacional-alemanes.
  
Y… que nadie piense que el proyecto nacional-alemán es un programa a la defensiva. Como muestra la reacción del Süddeutsche Zeitung al giro del Presidente  Hollande, en la conferencia de prensa del 14 de enero de 2014, se trata de un proyecto a expandir. ¡Que no vaya a vacilar ideológicamente la Canciller!, para Alemania, ha llegado el momento  de seguir una Machtpolitik! Retorna, pues,  la política de poder de los grandes Estados como en la Europa que siguió  al Congreso de Viena, en 1815.

En cualquier caso,  tampoco  cabe negar que,  en el imaginario nacionalista en que vivimos, alguna razón  asiste  a los alemanes que, de un lado, se escudan en   el riesgo moral (moral hazard) de una actuación irresponsable de los Estados del sur; y, de otro,  se niegan a aceptar  otra referencia que el propio país -- el contribuyente medio alemán o el  Dr. Weidmann (Presidente del Bundesbank y miembro del Consejo de gobierno del Banco Central Europeo), sin ir más lejos. Ahora bien, desde la perspectiva de una determinada idea  de vocación cívica universal (Kant) de Europa, no es de recibo   la rotunda oposición alemana a una comunitarización europea de la deuda soberana de  los  Estados en situación crítica  así como  el desdén de la Canciller por la cuestión social.  La Unión Europea ha creado progreso durante décadas. Su “modelo social”, una alianza de crecimiento económico y de mejora sostenible de las condiciones de vida y de trabajo,  está ahora  debilitado y amenazado. A la postre, la “dimensión social” continúa  siendo sólo un adorno  decorativo  para la  política de  austeridad, impuesta por la Canciller,  rechazada por la mayoría de los europeos.
   Podríamos seguir con el concepto de “pacto de competitividad”,  diseño de futuro y  punta de lanza del actual discurso nacional-alemán. No deja de ser irónico, que en vez de plantear de una vez un seguro europeo de desempleo, sólo se piense en un instrumento de adicionales reformas estructurales que únicamente  va a agudizar el drama social  en los Estados endeudados. Pero ésa es otra historia

Hacia el futuro. En Europa somos legión quienes hacemos nuestras las palabras de Borrell: “el actual status quo muestra una doble  flaqueza: la escasa representación del interés general europeo y la debilidad política del ejecutivo comunitario. El papel de la Comisión es muy limitado y el Parlamento Europeo no acaba de encontrar el suyo. La política sigue siendo nacional y las decisiones de aportar recursos o de tomar decisiones de ajuste corresponden a  los Parlamentos estatales”. Cada uno de ellos actúa inspirado por  su interés nacional: ¡cómo  podríamos  reprocharles  que desempeñen tal  papel!  Y ya hemos constatado que ese interés se percibe de forma muy distinta desde Berlín o desde Madrid.
   ¿Habrá aún que recordar que deberemos  completar la  Unión Económica y Monetaria en términos de sus carentes instrumentos en las dimensiones financiera, presupuestaria, económica y social? En medio de los fragores de la mundialización, nos estamos jugando la supervivencia de Europa como proyecto. Hay que completar la arquitectura institucional: la Unión Europea no podrá sobrevivir a) sin un  gobierno federal con unos presupuestos suficientes basados en los propios recursos fiscales y  un Tesoro responsable para emitir y gestionar deuda pública;  b) sin las institucioners políticas y democráticas que  la sustenten y sin abordar prioritariamente la cuestión social, la única que, según Habermas, puede legitimar el proyecto de una federación europea de Estados-nación y que, desde la Agenda 2010, del Gobierno Schröder, anda huérfana de una política institucional que  vele por  ella.
La lucha por la igual libertad de todos, tan cara a Carlos de Cabo, está empeñada con  voluntad de ser, justo,  la negación   al  status quo de poder  de la política nacional-alemana  de la crisis.



















  

SOBRE LA EUCARISTÍA

                                        SOBRE LA EUCARISTÍA

                                              
                                                  Jacinto Choza
                                               Facultad de Filosofía
                                                             Universidad de Sevilla

Con el término “Logos” voy a designar a Dios Hijo en su relación con el Padre y la creación. Con el término “Verbo” voy a designar a Dios Hijo en su relación con los hombres y la redención, es decir, en su relación con María, Jesús y los hombres.

La misa, en la forma del sacrificio de la caza del oso y de la pipa de la paz, es la eucaristía natural, la relación de donación, posesión y fusión en que consiste el amor (Historia de los Sentimientos, HS), entre la creación y el creador, entre el hombre y Dios.
La misa, en la forma de la eucaristía cristiana (católica), es la relación de amor paterno-filial o materno-filial, entre el padre y el hijo, entre la madre y el hijo.
Hay dos formas extremas de eucaristía, la menos íntima, menos familiar, más natural, mas ‘externa’ o más de la creación, y la más íntima, familiar, más intra-trinitaria y más de la redención.
Hay muchos grados intermedios entre estos dos tipos de eucaristía, que quizá se muestran en las diversas religiones.
Seguramente estas diferentes formas de eucaristía se corresponden con diferentes formas de filiación, de relación paterno-filial y relación materno-filial. Hay una filiación natural y una filiación adoptiva, como dice San Pablo, y otras filiaciones.
Además de las relaciones de la eucaristía filial,  con el padre, con la madre y con los dos a la vez,  están las relaciones de la  eucaristía esponsal, que es la del esposo con la esposa y que es la de Cristo con la Iglesia, como dice Pablo
Como la eucaristía es amor, donación gratuita, pues eso significa en griego “eucaristía”,  hay muchas formas de eucaristía filial entre Dios y el hombre (que seguramente tienen su expresión en las diferentes religiones), y seguramente hay muchas formas de  eucaristía esponsal, entre Jesús-Verbo y las comunidades.
Quizá hay mucha diferencia entre la eucaristía filial y la esponsal, porque la eucaristía filial se basa en la encarnación, en la unión hipostática, pero la eucaristía  esponsal no. Aunque se pueda hablar metafóricamente de una “encarnación” o de “una unión hipostática” de Jesús-Verbo con la polis o con la comunidad cultural, de una “comunidad-inmaculada concepción”, de un “hacer el amor a  la comunidad”, “engendrar en la comunidad”  o de “gestar por parte de la comunidad”, se trata de metáforas, que se pueden pensar detenidamente para aclarar las relaciones del Logos creador de Jesús-Verbo y del Padre con la comunidad. 
Una comunidad es la Iglesia católica, y hay además muchas otras comunidades: las iglesias particulares, con sus diversas modalidades, las comunidades ortodoxas, las islámicas, las comunidades monásticas, etc.
Seguramente hay un punto de unión entre la eucaristía filial del eremita y la eucaristía esponsal de las iglesias domésticas. El eremita quizá no forma comunidad y la iglesia doméstica ya sí.
Seguramente hay muchas formas de eucaristía esponsal y de iglesias domésticas, según las diversas formas de estar unidos el varón y la mujer.
El Logos y Jesús-Verbo mantienen una relación permanente de entrega, gozo y frutos en todas las formas de eucaristía filial y de eucaristía esponsal. No importa que unas comunidades rechacen y condenen a otras, y no importa que las iglesias cristianas rechacen y condenen a las no cristianas (lo mismo que las diferentes comunidades judaicas e islámicas). Jesús-Verbo respeta todo eso y no se mete en eso: mantiene siempre sus principios y promesas: “lo que atéis en la tierra será atado en el cielo, y lo que desatéis…”, incluso cuando eso lleva a unas tremendas guerras de religión y de matanzas de “infieles”.
Pero aunque Jesús-Verbo respeta todo eso, como se verá en otro momento (Teología de la historia, TH), ninguna de esas exclusiones, excomuniones, etc., cancela ninguna eucaristía filial ni ninguna eucaristía esponsal. Jesús-Verbo mantiene sus relaciones eucarísticas con todos los individuos y con todas las comunidades, de un modo “clandestino” por así decir. Por mucho poder que tengan las comunidades y las iglesias, no tienen poder para reducir a ningún individuo ni a ninguna comunidad a la condición de “huérfano”, para anular la relación de eucaristía filial o de eucaristía esponsal, sea natural, adoptiva o del tipo que sea.
Hay una diferencia y una cierta autonomía de las relaciones entre Dios Creador, Jesús-Verbo y las comunidades eucarísticas con los hombres individuales y las comunidades.

1.- Dios-Logos creador
A.- Hombres individuales y comunidades
2.- Jesus-Verbo
A.- Hombres individuales y comunidades
3.- Comunidad eucarística-Iglesia
A.- Hombres individuales y comunidades

Esto lleva a la Teología de la historia (TH) . Aquí lo que se trata ahora son las relaciones entre Jesús y el Verbo (JV).

La gradación que va desde la eucaristía más externa a la más interna viene dada por el modo en que Jesús vive y hace vivir la misa a cada persona en relación con a diversísima gama e sus actividades.
Jesús puede presentar al Padre “este pan y este vino fruto de la vid y el trabajo del hombre”  y el Padre acogerlo de muchas maneras y los hombres pueden experimentar de muchas maneras el gozo “porque nos haces digno de servirte en tu presencia”, de muchas maneras, con muchas de esas cosas.
Pero “esas cosas” son todas: tomar el café del desayuno, soportar el dolor de cabeza,  mirar cómo juega la hija, despachar los tomates en la tienda, hacer el amor en la alcoba por la noche o por la mañana, disfrutar del sexo, de la comida, del aguacate, la chirimoya y las cerezas, conducir una Harley Davidson a 200 km/h, cosechar la uva chardonet, etc., etc. También cosas que en determinadas comunidades son pecados y en otras no. Jesús-Verbo tiene una moral personalista con los personalistas y kantiana con los kantianos, porque, mucho más que Pablo, se hace todo con todos para salvarlos a todos, para celebrar la eucaristía con todos.
Esto no es relativismo ni abolición de la moral ni del pecado. Es pecado lo que cada comunidad establece que es pecado y cada conciencia individual lo asume así, y Jesús se atiene a ello.  Y llora con pecador y le concede la gracia del arrepentimiento al pecador tal como lo refieren los evangelios. Porque ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento consta que esos libros sagrados tengan que ser interpretados en sentido kantiano  ni que Jesús sea kantiano (Metamorfosis del cristianismo).    


El esplendor del mundo.


                                        El esplendor del mundo.
                     Ensayo de un pensamiento de resistencia.

                                               

                                                    Vicente Ramos Centeno


                                    Por F. Henares Díaz

            
La colección Ensayo de esta editorial mantiene ya un buen haz de obras publicadas. De muy variado carácter, y a veces de decidida toma de posiciones, como esta obra que recensionamos, acerca de la resistencia elevada a categoría de pensamiento, como diría Eugenio D´Ors. El A/, doctor en Filosofía y profesor de ella en Enseñanzas Medias, es un especialista en Ernst Bloch, de quien elige aquí lo que podría servir de anuncio y resumen de cuanto intenta en esta obra. Dice Bloch que “existe ya suficiente aniquilación de humanidad” (en nuestro mundo e historia).  Y ante esto, no se puede meter la cabeza debajo de ala. Sería un contradiós. De ahí, la necesidad de construir un pensamiento de resistencia que proclame “y devuelva al hombre las luces sobre su grandeza”, la capacidad de razón y de amor que le es propio.  De modo radical urge el A/ una contracultura distinta en absoluto de lo que se nos está vendiendo y proclamando. Y lo peor: se está recibiendo como si nada más fuera posible, en pensamiento único. Hay mucho ardor en estas páginas por su forma de proclama, es decir, por un pensamiento que jamás admita adormideras al uso actual. Y sobre todo que no permita a la gente escaparse en subterfugios inconfesables. Los grandes mecanismos de excusa alzados a lugar de dioses no es presentable. Hace bien el A/ en colocar como bandera, unas palabras de Benedicto XVI (en Jesús de Nazaret, Primera parte, pág. 195): “… utilizamos los horrores de la historia humana precisamente también de la reciente, como pretexto concluyente para negar la existencia de un Dios bueno, y difamar a su criatura, el hombre”. Ha llegado, por el contrario, la hora de admirar la Creación, y en ella al ser humano. En seis breves capítulos asistimos en el primero a la novedad (siempre antigua) de un pensamiento resistiendo a totalitarismos enraizados en un progresismo vacuo, destructor de moral. Necesitamos, por el contrario, ir “volviendo a la tradición humanista, que no se olvida jamás de la realidad de Dios manifestada en Jesucristo”. Expresivo el A/ pide una “filosofía que no sea cómplice de los asesinos” (pp. 47- 48). En el capítulo 2º como prueba probatoria, alude a que los sentidos no engañan, sino que se enganchan a un mundo real. Lo cual indica ir “contra el positivismo, el cientificismo y la reducción de la razón a razón instrumental” (60-66). Todo este quehacer conlleva una adecuada concepción de la historia (capº 3). Aquí se concreta el pecado de origen de la Modernidad; o el progresismo contemporáneo que se maravilla y deslumbra ante Nietzsche; o el ateísmo nihilista. Llama el A/  a todo esto “un programa de destrucción”, y frente a éste debe alzarse “una concepción de la historia que aporta esperanza a los hombres” (87). Existe un capítulo (el 4º) que se dedica a glosar el error del perdoneo, es decir, el de no confundir eso con purificación de la memoria, tan bíblico concepto. El Jubileo del 2000 en el que Juan Pablo II fue adalid de pedir perdón por las culpas del pasado, no podía entenderse como retractarse de una historia rica en méritos. Respondía, más bien, a exigirse fidelidad y examen de conciencia como cristianos ante las debilidades humanas de los discípulos de Cristo, que no siempre fueron fieles. Fue, por tanto, una valentía y sobre todo un reconocimiento de humildad que llevaba a Memoria y Reconciliación, exactamente. Ignoramos cuántos pudieron entender mal y del revés la intención del Papa, que era muy clara. Lo que es seguro es que nuestro A/ ahora arremete contra quienes no ven su paja en el ojo, y  comienza a pedir a todos que acaben los saqueos en el Tercer Mundo, cuando sería esta la mejor forma de reconocerse como cínicos en un mundo sin Dios. Y llevaría, a la par, a recoger lo mejor de los valores que abundan en esos pueblos humildes del ancho mundo. Dice el A/ que gusta más a mucho público olvidar el presente, y en cambio hundirse en criticar el pasado del Cristianismo, falseando una historia total, ciertamente. No se anda con chiquitas el A/ a este respecto (véanse las pp. 96-97), donde entra un poema de León Felipe contra colonizadores desalmados (ingleses), pero que no tuvieron compasión en poner a España perdida de leyenda negra. Animadversión de potencias políticas, olvido de misiones y misioneros nuestros, sacar siempre a relucir a Santiago Matamoros, etc. El capº 5 es elocuente: Ateísmo nihilista anticristiano y fundamentalismo islámico. Se pregunta ahí el A/ si ha pasado la hora del ateísmo, o se afirma hoy más la función irracional del ateísmo laicista  (pp. 123-124), y afronta con generosidad y cariño la figura de E. Bloch, quien proclamándose ateo, aspiraba a subvertir el desorden del hombre humillado, abandonado. Quizás, por eso mismo, se nos dice a continuación, está siendo olvidado una y otra vez por una Izquierda partidista. El último capº (6º) arriba a otro realismo: Un pensamiento que pasa a la acción (133-154). Lo llama obligación y alternativa que apremia en educación y urge como estilo contracultural, dada la irracionalidad triunfante y antirreligiosa. Por el contrario, se exige luchar por una moral que nos hizo y nos seguirá haciendo humanos. Una breve, pero  interesante bibliografía cierra esta obra. Por cierto, echo de menos en ella los grandes diálogos del P. Juan Alfaro, S J, con Bloch, texto brillante donde los haya, y que fueron muy leídos hace años. De todos modos, es de alabar esta codiciosa apologética. Quizás entremos un día en un modo de advertir y hacerle cara a que la irracionalidad y los prejuicios cavernícolas de cierto público, no son la mejor forma de reconocer la historia. La actualidad pide otro empeño mejor que la ceguera. Las verdades del barquero también deben ser oídas si queremos seguir navegando. Justa felicitación, entonces, al autor y a la editorial.

                                                                      
Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2012, 171 pp., 23 x 15 cm.