domingo, 20 de marzo de 2016

Santos y Beatos, 18-22 de marzo

                                                                                18 de marzo
                                                     Salvador de Horta (1520-1567)

San Salvador de Horta nace en Santa Coloma de Farnés (Gerona. España) en el año 1520. Hijo de una familia que trabaja en la agricultura y posee una masía llamada Masdevall. Sus padres se arruinan y son acogidos en el hospicio de Santa Coloma de Farnés. Salvador aprende el oficio de zapatero, que le enseña su padre, y se establece en Barcelona. En 1540 ingresa en el convento de Santa María de Jesús, situado a las afueras de la ciudad. Después de profesar se le destina a Tortosa, al convento de Santa María de Jesús. Se entrega por entero a la oración y a la penitencia, ejerciendo los oficios más humildes de la fraternidad y siendo un franciscano extremadamente sencillo. Al norte de Tortosa se encuentra la aldea de Horta de San Juan, adonde es destinado en 1559 para intensificar su vida de oración. Sin embargo acuden a él gentes de todas partes de España para recibir consejo, curar sus enfermedades y revitalizar su fe. Más tarde se le envía a Reus y a Cagliari, en la isla de Cerdeña, en la que vive dos años antes de fallecer el día 18 de marzo del 1567. Clemente XI lo beatifica el 29 de enero de 1711, y Benedicto XIII, el 15 de julio del 1724, concede que se celebre su oficio el día 18 de marzo en la Orden y en Cagliari, en Santa Coloma de Farnés y en Horta. El papa Pío XI lo canoniza el 17 de abril de 1938.


                                                    Común de Santos Varones

            Oración. Te rogamos, Dios de bondad, nos concedas a los que conmemoramos a San Salvador de Horta, tu humilde siervo, vernos libres, por su intercesión, de los males presentes, y gozar de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                               19 de marzo
                                                        José, esposo de la Virgen María

            Los Evangelios dan los siguientes datos sobre San José. Descendiente de la familia de David (Mt 1,16; Lc 3,23), vive en Nazaret. Un ángel le anuncia que María, su esposa, espera un hijo por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1,16-24). Viaja con María a Belén por disposición de César Augusto; allí nace Jesús (cf. Lc 2,1-20); le impone el nombre (cf. Lc 2,21), lo ofrece al Señor y escucha las profecías de Simeón y Ana (cf. Lc 2,5-38). Lleva a María y a Jesús a Egipto para defenderlo de Herodes (cf. Mt 2,13). Una vez que muere Herodes, regresa a Palestina, instalándose en Nazaret de Galilea (cf. Mt 2,23). Lucas relata un viaje de la familia a Jerusalén, donde Jesús se separa de sus padres para discutir con los doctores de la Ley en el templo (cf. Lc 2,41-50). José es un técnico de la madera, del hierro y de la piedra (cf. Mt 13,55; Mc 6,3), cuyo oficio y utensilios aprende y hereda Jesús (cf. Mc 6,3). José aparece siempre como esposo de María (Mt 1,16.18.20.24; Lc 2,5) y padre de Jesús (cf. Lc 2,27.33.41.43.48; 3,23; Mt 13,55), como lo dice María (Lc 4,48) y la gente (Lc 3,23; 4,22; Mt 13,55; Jn 6,42). Es una persona justa (cf. Mt 1,19), fiel a la Ley y cumplidora de todas las tradiciones religiosas y sociales de Israel.


            Oración. Dios eterno, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                                               22 de marzo
                                                       Bienvenido Scotívoli (1188-1282)

            El beato Bienvenido Scotívoli nace en Ancona (Las Marcas. Italia) en 1188. Estudia Derecho en Bolonia. Es Capellán Pontificio, Arcediano de Ancona, Administrador de la diócesis de Osimo en 1263. Urbano IV le nombra obispo de Osimo el 13 de marzo de 1264. En 1267, Clemente IV le da el gobierno de la Marca de Ancona. Seguidor de San Francisco, recibe en su diócesis a los Franciscanos, viste el hábito y practica la devoción a la Eucaristía, a María y en especial a Cristo pobre y crucificado. A ello une un carácter afable y paciente. Esto no obsta para que reforme su diócesis con la defensa de los bienes eclesiásticos, el capítulo de la catedral y la ayuda constante a los enfermos y a los pobres. Defiende los derechos de su diócesis sobre la ciudad de Cingoli. Muere el 2 de marzo de 1282. Es sepultado en la catedral de Ósimo. Martín IV reconoce su culto en 1284.

                                                           Común de Pastores

            Oración. Señor y Dios nuestro, que has puesto al obispo Bienvenido Scotívoli al frente de tu pueblo, te rogamos que por la eficacia de sus reformas concedas a tu pueblo la conversión por tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.


Libros: Henri de Lubac

Pequeña catequesis sobre naturaleza y gracia


                                                           Henri De Lubac

Bernardo Pérez Andreo
Instituto Teológico de Murcia OFM
Pontificia Universidad Antonianum

“La idea de una sobrenaturaleza añadida a la naturaleza es occidental: es fruto de esa enfermedad de análisis y separación que es la enfermedad de Occidente”, con estas palabras que el Cardenal De Lubac toma del Padre Congar, podemos comprender lo mal entendidas que han sido las dos instancias que centran este pequeño libro, pequeña catequesis le llama el autor, por un lado la naturaleza y por el otro lo sobrenatural, la gracia. En ningún lugar de la Escritura o de los Santos Padres encontraremos una referencia a la sobrenaturaleza como algo que se añade extrínsecamente a la naturaleza y que sería de una realidad totalmente distinta. Esta visión dualista es más propia del pensamiento occidental marcado, de un lado por el neoplatonismo gnostizante y del otro por el positivismo materialista que no es capaz de alcanzar más allá de donde dan los datos. La visión cristiana de la naturaleza y de la gracia tiene una dimensión de profundidad que De Lubac quiere recuperar para el pensamiento teológico, a propuesta del secretario de la Comisión Teológica Internacional, que es el motivo de haber escrito este opúsculo sobre tan interesante tema.
La gracia, siguiendo a Santo Tomás, es creada en el alma, no es una naturaleza exterior o superior, superpuesta a la naturaleza humana, como un revestimiento, sino que es una cualidad infundida en el alma que la adapta, en cuanto alma, a vivir la vida de Dios. Blondel dirá que lo sobrenatural es una adopción, una asimilación, una transformación que asegura los dos elementos en el hombre, lo humano y lo divino, sin mezclarlos, pero sin separarlos. Por eso, Teilhard de Chardin lo expresa como un fermento que llega a transformar la naturaleza. Se ve con toda claridad que el Cardenal De Lubac no entiende ni la naturaleza ni la gracia al modo que se ha extendido entre el vulgo cristiano y entre los científicos y filósofos modernos. Naturaleza y gracia aseguran la perfecta realidad del hombre. En la naturaleza resplandece la libertad y la cultura, en la gracia el espíritu y la plenitud de lo humano. Ambas realidades se necesitan para completar la verdad última del hombre, pero se necesitan como ‘naturalmente’. Esto elimina los resabios gnósticos que aún quedan infectando el cristianismo y que se mantienen operativos en las sociedades modernas.
Esta distinción entre naturaleza y sobrenatural conlleva una serie de consecuencias en el hombre. La primera es la humildad, que no es una virtud moral en el cristiano, sino una disposición radical al saberse criatura y, por tanto, necesitada del don del otro, del don divino, del don radical del ser. Tras la humildad viene el respeto al misterio ante el intento de encapsularlo en fórmulas o en esquemas humanos. La tercera consecuencia es la transformación del hombre. Lo sobrenatural no solo eleva, transforma al hombre, lo metamorfosea, lo transfigura, sin perder su ser natural, lo lleva a una plenitud que no tendría sin lo sobrenatural, que no es una sobrenaturaleza con sustancia y consistencia propias que vendría a superponerse a la naturaleza, o bien a desalojarla. Ni la desdeña ni la destruye; le da forma, la rehace, según la necesidad. La transfigura y la transforma en todas sus actividades, esta es la transcendencia verdadera, que va al núcleo de lo humano para elevarlo, no lo destruye. La gracia presupone siempre la naturaleza. Es el corolario de la Encarnación. Si Dios se ha hecho hombre, la naturaleza humana es asumida por la divina y elevada.
La gracia, insiste De Lubac, no se opone a la naturaleza, como tanto se ha hecho creer, se opone al pecado. Es el pecado, una realidad no querida por Dios, fruto del uso de la libertad, lo que se opone a lo que verdaderamente el hombre puede ser, de ahí que la gracia, lo sobrenatural, sea necesario para curar la herida del pecado en la naturaleza. La unión de la naturaleza y de la gracia queda consumada por el misterio de la Redención. Desde la Encarnación hasta la Redención, el hombre es llevado a la vida divina. El hombre entero, no una parte de él, el alma, o una parte de los hombres. El pecado es una realidad personal que infecta al cuerpo social y al individuo concreto, por eso es personal el pecado, porque como la salvación, también es relacional. De ahí la necesidad de salvar las condiciones sociales mediante una transformación radical del hombre y de los hombres.
El volumen se cierra con una serie de apéndices que aumentan el valor de la obra. Se trata de pequeños trabajos sobre el Concilio Vaticano II, la Iglesia en el mundo y un pequeño texto precioso de desagravio a Pablo VI, papa que sufrió mucho en sus últimos años y que intentó aplicar las intenciones del Concilio sin provocar un cisma en la Iglesia. El Cardenal De Lubac se siente muy cerca de él cuando reproduce aquellas palabras suyas: “El humanismo laico y profano se ha mostrado al fin es sus aterradoras dimensiones y, en cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho hombre ha chocado con la religión –porque de una religión se trata- del hombre que se hace Dios”. Son palabras que De Lubac subraya como propias de un análisis profético de los efectos de confundir los términos y no comprender qué significa naturaleza y qué significa gracia. El hombre, para ser tal, necesita de ambos para entenderse a sí mismo. Naturaleza y gracia: Dios que viene al hombre y el hombre que va a Dios. Esta es la esencia del cristianismo.

Fundación Maior, Madrid 2014, 214 pp, 14 x 21 cm.