lunes, 21 de abril de 2014

II de Pascua (A): ¡Señor mío y Dios mío!

           II DOMINGO DE PASCUA (A)



               ¡Señor mío y Dios mío!


Evangelio según San Juan 20,19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto, entró Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: —Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: - Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: —Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos. Tomás, uno de los Doce, llamado «el Mellizo», no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: —Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: —Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: —Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: —Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: — ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: — ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de sus discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

 
              1.- Dios. Los discípulos estaban encerrados por miedo a los judíos. Viven el tiempo muerto que hay entre su amarga experiencia de la muerte en cruz de Jesús y su manifestación gloriosa. Es entonces cuando se encuentran con Jesús, o mejor Jesús se encuentra con ellos, imponiéndose a su vista, a su corazón, a su mente. Es él mismo, pero no el mismo; no vive ni es de la misma forma que cuando predicaba el Reino con ellos en Galilea. Ahora Jesús traspasa paredes y les cuesta reconocerlo. Ante el miedo de los discípulos, Jesús infunde paz y les hace ver que sigue siendo su Maestro, su Profeta, pero ahora, al tener la vida divina y manifestarse lo que es en verdad, es su Señor.  Por eso no deben tener miedo ni a nadie ni a nada. Y prueba de ello, no es su trono glorioso, ni su poder celeste, ni su majestad divina, etc., etc., todo lo que ellos pensaban que rodeaba la gloria de Dios o formaba parte de su ser. La prueba que les da son las marcas de su extremo sufrimiento. Lo que le condujo su amor por ellos y por todos: morir en cruz. El dolor, pues, inevitable en la vida humana, expresión de su debilidad, egoísmo y soberbia, forma ya parte del mismo Hijo de Dios.



           
2.- El hombre. Como el Señor envía a Jesús (Jn 17,18) así les envía él a todos los pueblos de la tierra dándole su Espíritu. Con su relación de amor serán capaces de dar  también su vida por los demás y con las mismas actitudes suyas. Ahora, con su Espíritu, se transforman y viajan por todo el mundo para ofrecer la salvación de Dios centrada en Jesucristo. Y la salvación se transmite por la Palabra, una Palabra que está enraizada en una vida humana, para que todo el mundo la pueda comprender, se pueda identificar con ella y la pueda seguir. El perdón de nuestros pecados no proviene de profesar una filosofía, una ideología, o unos pensamientos buenos y bondadosos. La salvación que es capaz de enquistar y perdonar los pecados humanos proviene de las relaciones de amor que sepamos y podamos establecer con los demás según el modelo de las relaciones de paz y bien que mantuvo Jesús en la vida. Ya tenemos un objetivo: el bien de los demás; un medio: todo lo que sirva para hacerles el bien, para alcanzar su dignidad; un poder: el amor que deposita el Espíritu en nuestros corazones.


           
3.- La comunidad. Jesús le da la paz y ellos se llenaron de alegría al encontrarse de nuevo con él. Pero Tomás al no estar en el encuentro, aún anda en tinieblas. Y los demás, poseídos por la fe pascual, por el Jesús resucitado, repiten el estribillo del día de Pascua: «Hemos visto al Señor». Pero Tomás responde que Jesús debe adaptarse a sus exigencias racionales: debe comprobar que, efectivamente, está vivo, pero vivo como él lo conoció y convivió, como Pedro busca pruebas en la tumba vacía, o María se abraza al Resucitado como si fuera su Jesús antes de morir. Jesús, la Palabra encarnada, la Palabra hecha hombre, cede a las exigencias de Tomás, e inicia de nuevo con él el camino de las pruebas racionales a la fe pascual, de las pruebas de los sentidos a la fe que capta su dimensión filial divina. Unas pruebas que no son ya el compartir alegre la misión en Galilea, sino las señales que deja el dolor. Y pasa a la fe Pascual como don del Señor. Y el Señor indica la bienaventuranza de todos nosotros que sin haber creemos visto al Señor. Hemos aprendido en la familia, en la comunidad eclesial o religiosa que la vida de Jesús empieza en Belén y termina en el Gólgota; se nos ha enseñado en las catequesis y con el ejemplo de nuestros padres y tantos maestros que la vida es paz, perdón, reconciliación, trabajo, cuidado de los demás, salir de sí y ver las necesidades del prójimo. La vida no es sólo poder o imposiciones que originan situaciones de auténticos esclavos, u orgullos fatuos que cubren existencias superficiales y vanas que siguen los dictados de la moda al uso; actitudes que sólo alcanzan una temporada y siempre tienen que empezar de nuevo. La vida, al final, es la de quien es capaz de pronunciar: ¡Señor mío y Dios mío!, como camino de fe y de amor. 

II de Pascua (A): «A los ocho días, se les apareció Jesús»

            II DOMINGO DE PASCUA (A)

            «A los ocho días, se les apareció Jesús»



Evangelio según San Juan 20,19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto, entró Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: —Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: - Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: —Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos. Tomás, uno de los Doce, llamado «el Mellizo», no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: —Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: —Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: —Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: —Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: — ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: — ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de sus discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

1.- Contexto. En la Vigilia de Pascua hemos escuchado el anuncio de la resurrección a María Magdalena. En la mañana María, Pedro y Juan comprueban que, efectivamente, el cadáver de Jesús no está en el sepulcro. Vuelven a la casa donde estaban y en ella se les aparece Jesús resucitado. Todo el párrafo trata del camino que deben recorrer los discípulos para llegar a la fe en la resurrección: la aparición a Tomás (Jn 20,24-29), porque, en el tiempo que se redacta este párrafo, ya han desaparecido los testigos directos que se han encontrado con Jesús resucitado.Se trata de cómo se accede a la fe en la resurrección. La escena se dispone en una casa, al atardecer del primer día de la semana. Tomás no cree en la resurrección sólo con la fórmula pascual de la comunidad cristiana que se pone en boca de los discípulos o de María Magdalena: «¡Hemos visto al Señor!» (Jn 20,18.25). Tomás desea ver e identificar al «Señor» por medio de «Jesús crucificado»: «Si no veo en sus manos la marca de los clavos y no meto el dedo por el agujero, si no meto la mano por su costado, no creeré» (Jn 20,25).  A los ocho días se presenta Jesús de nuevo cuando todos están reunidos en una sala cerrada: es un aviso a Tomás de la nueva identidad del «cuerpo resucitado» que es capaz de traspasar paredes. Después del saludo de paz, se dirige a Tomás y le dice: «Mete aquí el dedo y mira mis manos; trae la mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente»(Jn 20,26-27). Tomás para pronunciar la expresión de fe que ha escuchado a los demás discípulos, «¡Hemos visto al Señor!» necesita verlo físicamente, es decir, verificar por los sentidos que es su maestro y así creer en la resurrección, que a estas alturas es lo mismo que creer en el Señor.
2.- Sentido. Jesús responde a Tomás en la línea de los primeros testigos de la resurrección: porque has visto han creído. Tomás pertenece a esta generación. Pero el Evangelista pone en sus labios esta confesión de fe: «¡Señor mío y Dios mío!», que es la de las comunidades de la tercera generación cristiana, en torno al año 100, cuando Jesús se proclama como «Señor» exaltado y glorificado, y como «Dios» en cuanto indica el camino y lleva a los creyentes al único Dios (Jn 1,18; Ap 4,11). Estamos en el centro y objetivo del párrafo evangélico escuchado. Jesús afirma «dichosos a los que creen sin haber visto» (Jn 20,28-29). Felices serán los que le confiesen como «Dios y Señor». Es una afirmación que pertenece exclusivamente al don de la fe, la que da el Señor para que se experimente y se comprenda a su Hijo como el único mediador de su salvación. Para los cristianos de todos los tiempos la creencia en Jesús como «Señor» no debe fundarse en el ver que compruebe su identidad histórica.
3.-  Acción.  La resurrección, como afirmamos el domingo pasado, indica que Jesús está en la dimensión divina que sólo es posible captar y experimentar por la fe, la gracia que nos da el Señor para poder comunicarnos con Él. Pero no debemos olvidar cómo termina el Evangelio de hoy: «Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de sus discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre». La vida, pues, no podemos enraizarla en la tierra del poder, o de la vanidad, o de la facilidad de vida, como le invita el diablo a Jesús para aplicar el proyecto salvador que el Señor le ha revelado en su bautismo. A la resurrección se llega por una fe que entraña una vida amorosa, humilde, forzosamente débil, que atrae  a todos por el testimonio de que sólo es posible por la relación de amor del Señor. Desaparece la aspiración de los discípulos, de los hijos de Zebedeo, de estar flanqueando a un Jesús poderoso; seguir a Jesús, es seguir a Jesús que tiene incluso en la gloria las marcas de la crucifixión, como expresión máxima de su amor. Y a esto se llega más que corriendo, más que con la ansiedad de Pedro y el discípulo amado, con un andar lento, en el que pasamos de la fe familiar, cultural, escolar, a un encuentro personal con el Señor que nos cambia para darnos un suelo nuevo, una casa nueva, en definitiva, una vida nueva.


Santos y Beatos: 21-27 de abril


                                                                      
                                                          
                                              
            21 de abril

                                       
Conrado de Parzham (1818-1894)

            San Conrado (Juan) nace en 1818 en Parzham (Baviera. Alemania), hijo de Bartolomé Birndorfer y Gertrudis Niedermaier. Fallecidos sus padres, Conrado se hace cargo de la familia, a la vez que cuida su piedad con la devoción a María en el santuario de Altötting, y su seguimiento a San Francisco de Asís profesando en la Orden Franciscana Seglar. Juan Birndorfer toma el hábito en el convento capuchino de Laufen, a los 33 años de edad, el día 17 de septiembre de 1851, fiesta de las llagas de San Francisco. Se le da el nombre de Conrado, como expresión del hombre «nuevo» que ha recibido de Dios. Después de profesar se le destina al convento de Santa Ana de Altötting, vecino a su querido santuario. Hace de portero, oficio que no dejará hasta su muerte. Se entrega por entero al servicio de los hermanos, de la gente que visita el Santuario, de los pobres. Lleva una vida de oración que adorna con un carácter servicial, humilde, fraterno. Muere 21 de abril de 1894. El papa Pío XI lo beatifica el 15 junio de 1930 y lo canoniza el 20 de mayo de 1934.

                                                        Común de Santos Varones

           
Oración. Oh Dios,  que abriste las puertas de tu misericordia a los necesitados por medio de San Conrado, te rogamos nos concedas imitarle en el servicio a todos y en su sencillez evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo. 

Lecturas
  
                        «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí»

            Por medio de la muerte y resurrección de Jesús somos salvados. Ya no lo somos por la obediencia a la ley (cf. Rom 6,4-10; 7,1-2; Gál 3,13; etc.). Hemos muerto a toda ley que intente erigirse en salvaguarda del hombre. Ahora, gracias al Espíritu, el cristiano se une a Cristo por la fe (cf. Rom 1,16; 8,2.10-11), camina con él en la existencia terrestre y termina glorificado como Jesús ha sido glorificado por el Padre. Ha dejado atrás, crucificado, todo aquello que impide el amor y su expresión máxima que es dar la vida.


            Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas  2,19-20

Salmo responsorial                                       Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
El creyente dirige su mirada a Dios y pone en él toda su confianza. Él es el Pastor supremo, porque su amor y misericordia le acompañan en todos los acontecimientos de la vida, superando las dificultades que lleva consigo. Y en nombre de Él realiza las obras que le encomienda para beneficio propio y de los demás. Por eso camina en paz.

            V. El Señor es mi pastor, nada me falta.
            R. El Señor es mi pastor, nada me falta

Aleluya                                                             Cfr. Mt 6, 19-21
            Aleluya. Aleluya.
No acumulad tesoros en la tierra, sino en el cielo.
Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
Aleluya.


Evangelio
                                               «Quien pide recibe»
            El discípulo camina en la evangelización con la extrema confianza en Dios, que le acompaña y le escucha. Esta conciencia le mantiene la paz antes las adversidades. Y Dios siempre le responde más de lo que le pide, aunque algunas veces no se haga evidente. Le da incluso su máximo don como es el Espíritu (cf. Mt 15,21-22; Jn 14,13-16). Porque Dios es el Padre bondadoso que quiere a sus hijos más que los padres a los suyos (cf. Lc 11,11; 18,19). Si el creyente se mantiene así, no tendrá problema alguno con el sentido de su misión.  Pero si ésta recae sobre sus propias fuerzas, pronto se cansará, o lo que es peor: la misión se transformará de servicio a los demás en poder y dominio esclavizante.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas         11, 9-13

Para meditar

            «Mi vida -escribe- consiste en amar y padecer. En el amor de mi Dios no hallo nunca límite, y no hay cosa en el mundo que me sea obstáculo para ese amor. Me encuentro unido con mi Amado mucho más de lo que puede expresarse con palabras; y las mismas ocupaciones, que son múltiples, no tienen otro efecto que estrecharme más y más a Él. Le hablo con toda confianza, como un niño a su padre...». «Me asalta el temor -dice en una carta- de no amar a Dios, ¡yo, que quisiera ser un serafín de amor e invitar a todas las criaturas para que me ayudasen a amar a mi Dios! Voy a terminar, porque esto va demasiado largo. El amor no conoce límites» (Conrado de Parzham, Cartas, en Prudencio de Salvatierra, Las grandes figuras capuchinas, 123-139).

           
                                      21.1 de abril

Juan de Cagli (1327ca.-1372)

           
El beato Juan de Cagli, o Juan Saziari, de la Orden Franciscana Seglar, nace alrededor del año 1327. Se conduce en la vida consagrado por entero al Señor, santificándola con su trabajo en el campo y una vida de oración permanente. Sin embargo, su soledad familiar se ve compensada por el cariño que le profesa todo el pueblo de Cagli. Esta ciudad, sita en las faldas del Monte Petrano (Las Marcas. Italia), es testigo de la sencillez y simplicidad del  beato  Juan, que quiso vivir el carisma de San Francisco siguiendo a Jesús pobre y crucificado. Muere entre los años 1370 y 1372. Es enterrado en la iglesia de San Francisco, la más antigua de la Orden en Las Marcas, provincia de Piceno. En 1642 sus restos son colocados en una urna de madera. Es beatificado por el papa Juan Pablo II el 9 de diciembre de 1980, habida cuenta de la veneración constante de los cristianos de Cagli, pues al poco de fallecer el pueblo lo comprende como un ejemplo de vida cristiana y franciscana.

                                          Común de Santos Varones

Oración. Oh Dios, que en nuestra fragilidad nos has puesto a los santos como ejemplo y defensa para allanarnos el camino de la salvación, concédenos, te rogamos, que al celebrar la fiesta del beato Juan de Cagli sigamos de tal modo sus ejemplos de piedad y simplicidad que podamos llegar al reino de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Lecturas

            «Nos ha dado los bienes prometidos, con los que participar del mismo ser de Dios»

            La presencia del Logos en la historia ha hecho posible la participación de la gracia de Dios: la relación de amor del Señor a su criatura hace que sea real con Jesucristo, que ha dado muestras de la gloria divina por medio de sus signos (cf. Jn 1,14; Mc 16,17; Heb 2,4). Y es por medio de Jesucristo como el creyente participa del ser de Dios, de la gracia o el amor que le regenera y le hace criatura nueva. Esta relación se describe con un florilegio de virtudes o valores que dimanan del Espíritu y que los autores del NT los escriben en bloques. En esta carta parte de la fe y termina en la caridad.

            Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pedro 1,2-11

            Salmo responsorial                                                 Sal 90,1-2.14-15ab.15c-16

            Que Dios sea nuestro refugio y amparo, viene de la experiencia humana de relativizar todos los bienes que nos puedan defender del mal; ninguno, por bueno que sea, puede evitar el pecado y la muerte, y, por otro lado, Dios es nuestro protector por la revelación de Jesucristo por la que el Señor, por su amor, se muestra nuestro Creador, Providente y Salvador, siendo un Padre amoroso y cercano.

            V. Dios mío, confío en ti.
            R. Dios mío, confío en ti.

            Aleluya                                                                                  Lc 21,28

            Aleluya. Aleluya.
            «Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».
            Aleluya.

            Evangelio

                        «Reúnen los buenos en cestos y a los malos los tiran»

            La estampa de los pescadores separando los peces buenos de los malos a la orilla del mar es común en la cuenca del Mediterráneo y alrededor del lago de Galilea. Jesús la compara a la selección que se dará al final de los tiempos: los que han respondido a la gracia de Dios y los que le han dado la espalda se separarán definitivamente, porque en la historia andan juntos y juntos en el observatorio del amor misericordioso de Dios que está abierto a todos, para que todos tengan la oportunidad de poder responderle. De lo contrario son vidas que se pierden por la maldad que entrañan.

            Lectura del santo Evangelio según San Mateo         13,47-53

                                                      Para meditar

            «El segundo don del Espíritu Santo se llama piedad, que es una santa licuefacción del alma. Esta virtud se interpreta como servicio de Dios. La piedad es una devoción espiritual para todo servicio a Dios y es un afectuoso impulso que sirve de ayuda y sostén a todos los hombres. Esta piedad proviene de una cierta influencia del amor divino. Y como la intención de la virtud moral en los ejercicios de las obras de misericordia es natural o humana, así la intención de la piedad en los ejercicios de las obras de misericordia es solamente Dios, porque Dios es para ella todo el fin. En consecuencia se necesita saber que su ejercicio consiste en tres formas de actuar. La primera forma consiste en honrar, dar gracias y alabar a Dios con gran amor y afecto, y en mortificarse según la amada voluntad de Dios y en el cumplimiento o en el crecimiento del culto divino según el propio poder en todos los hombres [...] La segunda forma: la piedad es por sí misma eficaz en la custodia de la santidad, como Salomón dice en los Proverbios: Cuida tu corazón con todo cuidado, porque de él brota la vida (4,23) [...] La tercera forma es la eficacia en la abundancia de la compasión fraterna, sin preferencia de personas, hacia todos los hombres en la ayuda espiritual o corporal. La piedad lleva al hombre con una compasión amorosa, que hiere el corazón y lo hace compasivo para todas las necesidades de todos los hombres» (Enrique Herp, Specchio di Perfezione, 2; MF III,355).

22 de abril

Francisco Venimbeni de Fabriano  (1261ca.-1322)

           
El beato Francisco Venimbeni nace en Fabriano (Ancona. Italia) alrededor del año 1261, hijo del médico Compagno Venimbeni y Margarita de Federico. Estudia filosofía y a los dieciséis años ingresa en la Orden Franciscana. En una peregrinación a la Porciúncola conoce a Fray León, compañero de San Francisco. Fue superior del convento de Fabriano, donde construye la primera biblioteca de la Orden. Su amor a los libros lo compagina con una vida de piedad muy intensa, sobre todo su devoción a la Eucaristía, en la que contempla los misterios de la vida de Jesús. Su vida de oración y estudio la armoniza con la relación con los pobres, a los que les profesa el amor de San Francisco; él mismo prepara la comida que les daba personalmente en la puerta de la fraternidad. Su vida transcurre con la plena confianza del amor de Aquel que le llamó a la vida franciscana. El 22 de abril de 1322 fallece a los 61 años de edad. El papa Pío VI aprueba su culto el 1 de abril de 1775.
                              Común de Santos Varones

Oración. Señor, tú ves que somos débiles y que desfallecemos; por medio del ejemplo del beato Francisco Venimbeni, afiánzanos en la relación contigo y con los más necesitados. Por nuestro Señor Jesucristo.
           

Lecturas

                        «Pero mayor es la gracia que Dios nos da»

            El autor de la Carta de Santiago refiere las infidelidades de Israel con el Señor (cf. Os 1,2; Mc 8,38; 2Cor 11,2). El pecado que habita en el hombre y su libertad le inclinan al mal; es el egoísmo que domina al hombre y le conduce a la explotación de los otros y a matar (cf. Mt 5,21-22). Pero el Espíritu de Dios hace que el creyente anhele la vida con Dios, cuya potencia es mayor que las desgracias. Dios puede con los soberbios y se entrega a los que abren su corazón a su amor (cf. Prov 3,34).



            Lectura de la carta del Apóstol Santiago                    4,4-10

            Salmo responsorial               1Sam 2,1.4-8

            Quien camina en la confianza del Señor todo lo ve y lo experimenta como salido de sus manos; todos los acontecimientos, todas las cosas remiten al sol que ilumina la realidad con su bondad. Y cuando la bondad rodea a la persona siente la paz interior y la alegría exterior de que todo lo ha hecho Dios para bien de sus hijos.


            V. Mi corazón se regocija en el Señor, mi salvador.
            R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi salvador.


            Aleluya

            Aleluya. Aleluya.
«Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla».
            Aleluya.

            Evangelio

            «El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío»

            Jesús no anda con rodeos para explicar las exigencias del seguimiento. Es necesaria la renuncia a todo aquello que constituye el fundamento de la vida humana, o la plataforma en la cual transcurre la existencia: la familia, el trabajo, la sociedad. Para seguir a Jesús se necesita la libertad suficiente de todo lo que tenemos en la vida, para poder entregarse por entero a la causa del Reino, o servir con todas las fuerzas y con todo el tiempo a la causa de Dios. Y esto hay que saberlo antes de decidirse a servir a todos, con el sufrimiento que entraña dejar la familia y el trabajo para darse a los otros.


             Lectura del santo Evangelio según San Lucas                      14,25-33

           
Para meditar

            «Sed prudentes como serpientes y simples y sencillos como palomas (Mt 10,16) —dice el Señor. No quiere Dios que seamos todos palomas, en las cuales hay su buena parte de necedad, con que no saben guardarse del gavilán que las sigue, sino que tengamos astucia de culebras, que, queriéndolas encantar, meten el cabo de la cola en el oído, porque no oyan, como dice David (cf. Sal 57,56), las palabras del que las encanta sabiamente. No quiere Dios que seamos tan simples en todo que tras cada paso nos cace el demonio y nos haga despojo suyo, sino que a manera de discretas serpientes, cuando la prosperidad de la vida nos quiere encantar, pongamos nuestro último y postrimero día, que es de la muerte, en los oídos del alma, y que con esto nos escapemos de los pecados y vicios que encantan al alma» (Miguel de Medina, «Infancia espiritual», en MF II 807).


                     23 de abril


              Gil de Asís (1190-1262)  

            El  beato  Gil de Asís se incorpora al grupo de San Francisco en abril del año 1208 después de Bernardo de Quintaval y Pedro Catáneo. San Buenaventura lo llama «el santo padre Gil, varón lleno de Dios y digno de gloriosa memoria» (LM 3,4), y Celano afirma: «El hermano Gil, varón sencillo y recto y temeroso de Dios, a través de su larga vida, santa y justa y piadosamente vivida, nos dejó ejemplos de trabajo manual, de vida solitaria y de santa contemplación» (1 Cel 25). Peregrina a Santiago de Compostela, al Monte Gargano (Santuario de San Miguel Arcángel), a Tierra Santa y África. Entre 1215 y 1219 vive como ermitaño en las afueras de Asís. Entre 1219 y 1220 evangeliza en Túnez. Su biógrafo escribe: «Luego que el hermano Gil llegó a ser un hombre perfectísimo por los trabajos de su vida activa y por algunas aflicciones del espíritu, el Señor lo llevó al descanso y a la consolación de la vida contemplativa» (Vita Beati Aegidii, en Analecta Franciscana III, 74-115). San Francisco dice de él que tenía: «la elevación del alma por la contemplación, en sumo grado» (EP 85). Las Florecillas afirman: «Fue arrebatado hasta el tercer cielo, como San Pablo». Muerto San Francisco, su vida transcurre en los eremitorios de la Umbría, sobre todo en el de Monterípido, donde fallece el 23 de abril de 1262. El papa Pío VI lo beatifica el 4 de julio de 1777.

 Común de Santos Varones

            Oración. Dios eterno, que elevaste al vértice de la contemplación al  beato  Gil, concédenos, por su intercesión, que, amándote sobre todas las cosas, consigamos la paz que supera todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lecturas

                                   «El Señor es clemente y misericordioso»

            En el discurrir de la vida, experimentamos toda clase de pruebas y tentaciones, además de gozos y alegrías, aunque siempre tenemos más presentes aquellos momentos de dolor y sufrimiento. Quien confía en el Señor, encuentra un brazo poderoso que sostiene, fortalece y nos defiende en la existencia. En el ámbito interior le encontramos clemente y misericordioso con nuestros pecados; en el exterior nos abre camino frente a los enemigos; y cuando aparentemente calla o nos prueba, siempre está a nuestro lado.


            Lectura del libro del Eclesiástico 2,7-13

           

Salmo responsorial                                                              130,1.2.3

            El Señor se presenta como un Padre y una Madre que protegen y defienden la vida de sus hijos. El hombre debe ser consciente y reconocer esta actitud de Dios. Entonces el creyente inclina su vida hacía Él con la actitud de hijo plenamente confiado en la bondad que está en la raíz de su vida, en la providencia que lo cuida y en la voluntad de salvación que no le dejará Dios que su vida se pierda. De aquí proviene la auténtica paz y verdad de la vida, alejada de toda pretensión u orgullo que le enfrenta a Dios, o lo silencia en su existencia.

            V. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
            R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

            Aleluya                                                                                  Mt 11,25

            Aleluya. Aleluya.
            «Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla».
            Aleluya.


            Evangelio

            «Y todo el que deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos, o tierras, por causa de mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna»

            A este párrafo evangélico le precede la advertencia de Jesús sobre la imposibilidad de unir riqueza con su seguimiento, sobre todo cuando la riqueza se hace a costa del hambre de la gente, o su explotación, o su esclavitud (cf. Mt 19,23-26). El Reino exige libertad de todo aquello que condiciona para mal la vida humana, y la liberación de las actitudes y de los compromisos que enfrentan a los hombres o los destruyen. Esta liberación para seguir a Jesús entraña la austeridad, la pobreza, la entrega total de sí a la causa del reino; etc. pero, al final, el Señor será más generoso con nosotros de lo que nosotros podamos imaginar.

             Lectura del santo Evangelio según San Mateo  19,27-29

           
Para meditar

            «Dios creó al hombre comunicándole su bondad, su gracia y su amor. Luego, por naturaleza, el hombre debe mostrarse afable y benigno». «Feliz, quien ama y no desea ser amado; feliz quien respeta y no desea ser respetado; feliz quien sirve y no desea ser servido; feliz quien se porta bien con los demás y no desea que otros se porten bien con él». En positivo: «Si amas, serás amado; si sirves, serás servido; si eres bueno con los demás, los demás serán bondadosos contigo». «La pureza de corazón ve a Dios (cf. Mt 5,8), la devoción se alimenta de El»; «El que más ama, más anhela»; «Contemplar es separarse de todo lo demás y unirse a Dios solo». «¿Quién eres Tú, a quien yo suplico, y quién soy yo, el suplicante? Yo, un saco de basura, y un gusanito; Tú, el Señor del cielo y de la tierra». «Cuanto han dicho o digan sobre Dios todos los sabios y todos los santos, resulta nada para lo que es: como la punta de un alfiler en comparación con el cielo, la tierra y todas las criaturas que en ellos hay, y mil veces más que fueran. Y toda la Sagrada Escritura nos habla de Dios como balbuciendo, como una madre balbucea con su hijo pequeñuelo, pues de otro modo éste no la podría entender» (Dicta Beati Aegidii Assisiensis, Quaracchi 19392).



                                                                              24 de abril


        Fidel de Sigmaringa  (1577-1622)

            Marcos Rey Rosemberger nace en Sigmaringa (Suabia. Alemania), hijo de Juan Rey y Genoveva Rosemberger. Estudia Derecho Civil y Canónico y ejerce como abogado en Ensisheim (Alsacia). Después de un período de discernimiento es ordenado sacerdote en 1612 y poco más tarde ingresa en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, recibiendo el nombre de Fidel. Se entrega a la predicación en Alemania, Austria y Suiza. Alterna la predicación con la responsabilidad de las fraternidades de Friburgo, Rheinfelden y Feldkirch. El Archiduque de Austria, Leopoldo, pide ayuda a la Santa Sede para afianzar la doctrina católica en Suiza, sobre todo en la región de los grisones. Recién fundada la «Congregación de Propaganda Fide», el Papa envía a San Fidel con otros nueve Capuchinos. Predica la Palabra, y a la vez que convierte a bastantes protestantes, debe sufrir  la oposición de los calvinistas. Padece el martirio en Sevis (Suiza) el 24 de abril del año 1622. Es sepultado en el convento de Feldkirch; su cráneo se conserva bajo el altar mayor de la catedral de Coira (Suiza). El papa Benedicto XIII lo beatifica el 21 de marzo de 1729 y Benedicto XIV lo canoniza el 26 de junio de 1746.

                                                            Común de un Mártir


            Oración. Señor Dios, que te has dignado conceder la palma del martirio a San Fidel de Sigmaringa cuando, abrasado en tu amor, se entregaba a la propagación de la fe, concédenos, te rogamos, que arraigados, como él, en el amor, lleguemos a conocer el poder de la resurrección de Jesucristo. Que vive y reina contigo.

           
                                                           Lecturas

«Grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios»

            La carta a la Iglesia de Filadelfia mantiene la línea de las anteriores, en las que se describe el estado de estas comunidades cristianas y la actuación y doctrina de Jesucristo. Ha dejado abierta una puerta, es decir, ha permitido la apertura de su evangelización (cf. Hech 14,27) y cuando venga la persecución, Jesús estará presente para preservar a los que le han sido fieles y coronarlos con el premio de vivir en la Jerusalén celeste.


            Lectura del Apocalipsis del Apóstol San Juan 3,7-8.10-12

Salmo responsorial                                                    Sal 118, 137-138.139-140.144

            El justo confía en el Señor, que siempre cumple sus promesas. Los preceptos que impone son siempre los adecuados para que el hombre viva con dignidad, si los cumple. Ante el Señor y el justo que le obedece nada tiene que hacer el malvado, pues la fortaleza del Señor se demuestra en la defensa de sus creyentes.

            V. Tu promesa, Señor, es acrisolada, y tu siervo la ama.
            R. Tu promesa, Señor, es acrisolada, y tu siervo la ama.

                                                                                                           
Aleluya                                                                                    Ap 3,12

            Aleluya. Aleluya.
            «Al vencedor le pondré de columna en el santuario de mi Dios;
grabaré en él el nombre de mi Dios».
            Aleluya.


            Evangelio

                        «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas»

            El Señor promete a Israel un mesías, que como pastor reunirá a sus ovejas (cf. Ez 34,1). Jesús reivindica este oficio, y al hacerlo, también se declara Mesías de Israel. Es el Pastor que da la vida por su pueblo, porque comprende a su rebaño con una relación de amor, y el amor empuja a la persona a una entrega sin límites. Él es el Pastor que conoce a sus ovejas, conocimiento que no proviene de la actividad conceptual de nuestro entendimiento, sino de la experiencia vital de ser y estar con su rebaño (cf. Jn 14,20; 17,21-22) también impulsada por la relación de amor que une al rebaño, a la comunidad cristiana, porque previamente se ha unido al Pastor (cf. 1Jn 1,3). Por último, las ovejas son toda la humanidad. Jesús no reconduce a los pueblos a Israel, sino todas las gentes al Padre, para darle la vida eterna.


Lectura del santo Evangelio según San Juan                           10,11-16

           
Para meditar
            «Reparemos todos los hermanos en el buen Pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión de la cruz.- Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida sempiterna.- Por eso es grandemente vergonzoso para nosotros los siervos de Dios que los santos hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria y honor» (San Francisco, Admonición 6, 1-3; cf. RegNB 22,32-35)



                                                                         25 de abril


                                          Cristóbal de Santa Catalina (1638-1690)

            El beato Cristóbal de Santa Catalina, de la Orden Franciscana Seglar, nace en Mérida (Badajoz. España) el 25 de julio de 1638. Es hijo de agricultores. Cursados sus estudios eclesiásticos, recibe la ordenación sacerdotal en Badajoz el 10 de marzo de 1663. Es nombrado capellán del Ejército de Castilla, que lucha contra Portugal. Después de una grave enfermedad, se retira seis años a Bañuelos de Córdoba. Profesa en la OFS en 1671 en el convento de Madre de Dios (Córdoba). El 11 de febrero de 1673 funda el Hospital de Nuestro Padre Jesús Nazareno para atender a los pobres. Poco después crea la Fundación de Hermanos y Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, aprobadas por Benedicto XIV en 1746. Tiene una devoción especial a Jesús crucificado y a la infinita misericordia del Padre. Muere en Córdoba el 24 de julio de 1690. El papa Francisco lo beatifica el 8 de abril de 2013.

                                   Común de Santos Varones

               Oración. Señor Dios nuestro, tú nos has revelado que toda la ley se compendia en el amor a ti y al prójimo, concédenos que, imitando el amor a los enfermos del  beato Cristóbal de Santa Catalina, podamos ser un día contados entre los elegidos de tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo.



                                                            Lecturas

            «Persigue la justicia, la fe, el amor, la paz, en unión con los que invocan al Señor con corazón puro»

            El corazón es sede de sentimientos y afectos buenos y malos en el AT y se entiende también como principio de la vida moral y religiosa. Los «rectos de corazón» son los creyentes piadosos y justos (cf. Sal 7,11; 11,2). San Pablo afirma que el corazón es la casa de Cristo y del Espíritu Santo, que lo conducen a producir afectos y actos salvadores (cf. Gál 4,6; Ef 3,17), porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,5; cf. 8,5). La presencia del amor de Dios en los corazones hace que desaparezcan sus tendencias al mal y prevalezcan en la vida del cristiano todas las virtudes que se derivan del amor.


Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,22-26                                                                                      2,22-26

           

            Salmo responsorial                                        Sal 50,3-4.12-15


            Es tal el abismo que separa al hombre de la santidad divina que no puede ver su rostro: «Mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y seguir viviendo», le dice el Señor a Moisés (cf. Éx 33,20). Sólo los que están capacitados por el mismo Dios pueden «verlo»: aquellos que les da un «corazón puro»; los que están limpios de todo pecado y pueden establecer una amistad con Él.

            V. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
            R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

            Aleluya                                                                                    Mt 5,8

            Aleluya. Aleluya.
            «Dichosos los limpios de corazón,
             porque ellos verán a Dios».
            Aleluya.                                                                                              

            Evangelio

                        «Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»

            Mateo describe la voluntad de Dios proclamada por Jesús en las Bienaventuranzas. Los comportamientos nacen de las exigencias del Reino: la buena noticia a los pobres, el sentido de la vida, las acciones acordes con la voluntad de Dios, el amor incondicional a los demás. Todo ello simboliza la relación filial del hombre nacida de la donación de un Dios Padre lleno de amor. La palabra de Jesús se dirige a las preocupaciones cotidianas de la gente, como el hambre, el dolor, la pobreza, la amistad con Dios. Es en el «ahora» donde hay que insertar el amor que debe abarcar todos los actos de la vida de los discípulos. Dios y sus exigencias de amor se introducen en la pobreza de la gente. Se abre entonces un horizonte nuevo que genera esperanza en un mundo cerrado y limitado por toda clase de males.

           
            Lectura del santo Evangelio según San Mateo          5,3-11

                                                                          Para meditar

            «[Francisco]  iba adornado con preciosos vestidos, [y] le salió al encuentro un caballero noble, pero pobre y mal vestido. A la vista de aquella pobreza, se sintió conmovido su compasivo corazón, y, despojándose inmediatamente de sus atavíos, vistió con ellos al pobre, cumpliendo así, a la vez, una doble obra de misericordia: cubrir la vergüenza de un noble caballero y remediar la necesidad de un pobre.
A la noche siguiente, cuando estaba sumergido en profundo sueño, la clemencia divina le mostró un precioso y grande palacio, en que se podían apreciar toda clase de armas militares, marcadas con la señal de la cruz de Cristo, dándosele a entender con ello que la misericordia ejercitada, por amor al gran Rey, con aquel pobre caballero sería galardonada con una recompensa incomparable. Y como Francisco preguntara para quién sería el palacio con aquellas armas, una voz de lo alto le aseguró que estaba reservado para él y sus caballeros.
Al despertar por la mañana […] pensó que aquella insólita visión sería pronóstico de gran prosperidad en su vida. Animado con ello y desconociendo aún los designios divinos, se propuso dirigirse a la Pulla con intención de ponerse al servicio de un gentil conde, y conseguir así la gloria militar que le presagiaba la visión contemplada. Emprendió poco después el viaje, dirigiéndose a la próxima ciudad, y he aquí que de noche oyó al Señor que le hablaba familiarmente: «Francisco, ¿quién piensas podrá beneficiarte más: el señor o el siervo, el rico o el pobre?» A lo que contestó Francisco que, sin duda, el señor y el rico. Prosiguió la voz del Señor: «¿Por qué entonces abandonas al Señor por el siervo y por un pobre hombre dejas a un Dios rico?» Contestó Francisco: «¿Qué quieres, Señor, que haga?» Y el Señor le dijo: «Vuélvete a tu tierra, porque la visión que has tenido es figura de una realidad espiritual que se ha de cumplir en ti no por humana, sino por divina disposición» (San Buenaventura, Leyenda Mayor, 1,2-3).


                  26 de abril


                    Pedro José de Betancur (1626-1667)

            El  beato Pedro José de Betancur nace en Vinaflor (Tenerife. España) en 1626, hijo de Amador González Betancur y Ana García. A los veintitrés años marcha a América. Reside en Cuba y Honduras y después de dos años llega a Guatemala. Profesa en la Orden Franciscana Seglar en el Convento de San Francisco sito en la ciudad de La Antigua Guatemala. Lleva una vida de pobreza, penitencia y servicio a los pobres, a los que se entrega por entero. Construye un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada para sacerdotes de viaje y para estudiantes universitarios. Recordando la pobreza de la primera posada de Jesús en la tierra, llama a su obra «Belén». Crea en 1656 la Orden de los Hermanos de Nuestra Señora de Bethlehem (conocida como Orden de los Betlemitas), que se dedican a servir a los marginados, cincluso enterrar a los fallecidos. Muere el 25 de abril de 1667. Es llamado la «madre de Guatemala» y el «padre de la caridad». En la actualidad la Provincia Franciscana de Guadalupe en Centro América prosigue la obra del Hermano Pedro, recreada en 1980 por fray Guillermo de Costa Rica. El papa Juan Pablo II lo beatifica el 22 de junio de 1980.

                                                        Común de Santos Varones

            Oración. Señor Dios nuestro, tú nos has revelado que toda la ley se compendia en el amor a ti y al prójimo, concédenos que, imitando la caridad del beato Pedro Betancur, podamos ser un día contados entre los elegidos de tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                                           Lecturas

                                   «Servíos unos a otros por amor»

            La vida de Jesús no sólo se entiende como la revelación del Reino de Dios, sino como una vida nueva para todos los hombres. La novedad de vida se centra en el amor (Gál 5,6; Rom 13,8; 1Cor 13,1), cuyo origen está en Dios (1Jn 4,19); establece su identidad y la de su Hijo (cf. Rom 8,35.37-39) como la del Espíritu (cf. Rom 15,30). El Espíritu Santo difunde e introduce el amor trinitario en los corazones de los creyentes (cf. Rom 5,5), constituyéndose en la esencia de los mandamientos cristianos (cf. Rom 13,8-10).


            Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas    5,13-14

           
           
Salmo responsorial                                                              111,1-2.7.8.9

            El justo actúa con una justicia basada en el amor, tanto en los días de prosperidad como de adversidad. Su corazón no puede separarse del Señor que le ayuda en su servicio y le protege en las persecuciones de los enemigos o cansancio proveniente del servicio a los demás. Es el Señor el que le hace compartir la vida con los más necesitados.


            V. El corazón del justo está firme en el Señor.
            R. El corazón del justo está firme en el Señor.

Aleluya                                                                        Rom 13,8

            Aleluya. Aleluya.
            «Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor.
Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley».
            Aleluya.


            Evangelio

            «Amarás al Señor tu Dios  ya tu prójimo como a ti mismo»

            Se daba en tiempos de Jesús disputas sobre cuáles eran los mandamientos más importantes entre los más de 600 que se contabilizaban. Jesús toma sólo dos, correspondientes al Deuteronomio (6,40) y al Levítico (19,18): el amor a Dios y el amor al prójimo; Jesús los une y acentúa que de ellos dimanan todos los demás. No es que sean los primeros de una lista, sino que todos los que existen están incluidos o se deducen de estos dos. Con ellos se relaciona la universalidad del amor de Dios, la universalidad del amor al prójimo, que alcanza incluso el amor a los enemigos (cf. Mt 5,44).

            Lectura del santo Evangelio según San Mateo 22,34-40

Para meditar
            «Ahora en este séptimo capítulo me queda por tratar sobre la forma de las virtudes, que es la caridad, única virtud que lleva al hombre a la perfección. Pues para mortificar los vicios, para adelantar en gracia y para conseguir la perfección de todas las virtudes, nada mejor puede tratarse y nada más útil escogerse que la caridad. Porque la caridad tiene tanto poder, que ella sola cierra el infierno, ella sola abre el cielo, ella sola infunde esperanza de salvación, ella sola nos hace amables a Dios. Es de tanta eficacia la caridad, que ella sola entre las virtudes se llama virtud, y el que tiene caridad es rico, opulento y feliz, y el que no la tiene es pobre, mendigo y desdichado. Siendo tan grande la caridad, hay que insistir en ella con preferencia a todas las virtudes, y no en una caridad cualquiera, sino en aquella por la que Dios es amado sobre todas las cosas y el prójimo por Dios» (San Buenaventura, Vida perfecta para religiosas, 7,1).

                   27 de abril


                  Jaime de Bitetto (1490)

            El beato Jaime Varínguez nace en la primera mitad del siglo XV en Zara (Dalmacia), hijo de Leonardo y Beatriz Varínguez. Ingresa en la Orden a los veinte años. En 1438 viaja a Italia y después de recorrer varias ciudades con su Provincial solicita la entrada en la Provincia de Bari. Vive en oración y en silencio durante doce años en diferentes comunidades de la Provincia. En el año 1456 es destinado a Bitetto (Bari. Italia) donde se le encomendó el oficio de limosnero. Ayuda de una manera heroica en la peste del año 1482. Hombre de oración y entrega desinteresada a los pobres, profesa una devoción acentuada a la Virgen María, que practica en una gruta cercana al convento llamada «La Bendita». De un carácter humilde y servicial, la Virgen María le conduce a la unión más íntima con Dios. Muy anciano, muere el 27 de abril del año 1490. El papa Clemente XI lo beatifica el 29 de diciembre de 1700.

                                                Común de Santos Varones

            Oración. Señor Dios, que infundiste en el corazón del  beato  Jaime de Bitetto un amor admirable a la Virgen María; concédenos, por su intercesión, vivir siempre impulsados por el espíritu de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

                                               Lecturas

           
                              «Dios ha escogido lo débil de este mundo»
            Jesús se alegra de que la revelación haya pasado de los sabios y entendidos a la gente sencilla y humilde (cf. Mt 11,15-30). Pablo siguiendo la enseñanza de Jesús, y como una de las características de las primeras comunides cristianas, alaba su composición por creyentes que pertenecen a las clases sociales más bajas, alejadas de los poderosos de esta tierra. Es así como el Señor muestra, no sólo su elección, sino también su poder salvador, para que nadie se engríe o vanaglorie en los ámbitos de la dignidad humana y de la redención definitiva (cf. Lc 18,9-14). Dios es el que elige, da la fuerza para serle fiel y dona la salvación definitiva (cf. Jn 15,16).
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios  1,26-31

Salmo responsorial                                                   Sal 15, 1-2a.5.7-8.9-10
El salmista canta el sentido que tiene en la vida humana cuando el creyente se entrega por completo al Señor. Él es la heredad que todos debemos esperar. Y cuando se da la experiencia de Él se desarrolla por medio de una relación íntima, confiada, segura.

            V. Tú eres, Señor, el lote de mi heredad.
            R. Tú eres, Señor, el lote de mi heredad.

Aleluya                                                                                              Mt 5,8
Aleluya. Aleluya.
«Bienaventurados los limpios de corazón
Porque ellos verán a Dios».
Aleluya.

Evangelio

                        «Vende todo lo que tiene y compra el campo»

            La presencia de Dios en las palabras y hechos de Jesús que revelan el Reino entraña algo nuevo e inaudito para el hombre. Es la nueva relación de amor que Dios Padre establece con sus hijos y que contiene todos los bienes salvadores que jamás se haya podido imaginar. Cuando se descubre, se sustituye por lo más preciado que se pueda tener en la vida. El riesgo de abandonar los fundamentos sobre lo que se construye la existencia, como son los bienes, el trabajo, la familia, etc., (cf. Mc 10,21; Mt 6,19-34), todo lo que un hombre es capaz de tener o acumular en su vida, no son comparables con la gran alegría que provoca el haber dado en la diana de lo que es la felicidad y el objetivo de la existencia: el Reino de Dios (cf. Mt 19,21; Lc 9,57.62). La clave de las dos parábolas es la decisión de adquirir, la decisión de seguir a Jesús para encontrar el Reino (cf. Mt 4,20.22; 8,22; etc.).

            Lectura del santo Evangelio según San Mateo 13,44-46

Para meditar

            «Pero considera que aún hablando con tanta sabiduría, la beatísima Virgen María mantiene la humildad más grande. En efecto, que ella fuese capaz de generar al Hijo de Dios y recibiera todas las demás gracias, no se atribuye a su virtud, sino a Aquel que es poderoso, que quiere celebrar su máxima potencia en la humildad de la Virgen. Y que ella fuera totalmente santa, o generara al Santo de los Santos, no lo atribuyó a su virginidad. Purificó a la mujer, que había sido el origen del pecado, y lo hizo de forma tan perfecta que la transforma en generadora de santidad, destinada a derramarse en todos los vasos de gracia de los creyentes.

            Y todo esto se indica cuando dice: Aquel que es poderoso y cuyo nombre es santo (Lc 1,49). Como si dijese: “Dado que la mujer es la más vil de todas la criaturas racionales y del todo inmunda, ¿que sería de mí si la gracia no se me hubiera dado? Dicha gracia no se ha manifestado de modo mejor que cuando Dios ha ensalzado a la mujer por encima de toda criatura y la ha convertido en madre de toda gracia y pureza por medio de su santidad» (Ubertino de Casale, “Commento al Magnificat”, en Arbor vitae crocifixae Iesu, 2).