viernes, 3 de octubre de 2014

San Francisco de Cartagena

EL CONVENTO DE S. FRANCISCO EN CARTAGENA



Esteban Calderón
Facultad de Letras
Universidad de Murcia


           
El desaparecido convento de S. Francisco de la ciudad de Cartagena data de finales del s. XVI, como la mayor parte de los conventos de las órdenes religiosas que se instalaron en la ciudad portuaria. Fue uno de los tres conventos que la Orden Franciscana tuvo en Cartagena: el que aquí traemos a colación (intramuros), el de S. Diego (extramuros) y el de S. Ginés de la Jara (en el campo). Tras infructuosos intentos por instalarse en 1541 de manera permanente en la ermita de S. Sebastián, finalmente la intervención real solucionó las desavenencias y el Concejo recibió la orden de ceder un terreno adecuado para la ubicación del convento. Ésta tuvo lugar en la actual plaza de S. Francisco, en donde entonces había tierras de labor y unas casuchas de adobe.
            La obra fue dirigida desde 1571 a 1574 por el arquitecto Juan de Inglés, procedente de Orihuela, donde realizara importantes trabajos en el colegio de Santo Domingo o en la parroquia de Santiago, así como en otros lugares de la Vega Baja. Las obras se realizaron con mucha lentitud, ya que a principios del s. XVII aún no se había concluido la capilla mayor, costeada por el regidor D. Nicolás García de Cáceres. Parece que el traslado desde la antedicha ermita al nuevo edificio tuvo lugar en 1586, aunque las obras no estuviesen finalizadas. En 1604 el obispo Coloma otorgó la licencia definitiva. Al igual que otros conventos, como el de los mercedarios o el de los agustinos, fue víctima de las leyes de desamortización y demolido en 1844. Otras órdenes también sufrieron este proceso desamortizador y, aunque sus conventos fueron demolidos, sus respectivas iglesias se mantienen en pie: es el caso de El Carmen (carmelitas), Santo Domingo (dominicos) y S. Diego (franciscanos).
           
Gracias a las sucesivas remodelaciones de que ha sido objeto la plaza de S. Francisco se han obtenido algunos datos arqueológicos que permiten tener una idea de cómo fue el mencionado edificio. El croquis así como la reconstrucción virtual de García Olmos fueron publicados en la Historia de Cartagena, dirigida por Julio Mas (vol. VII). A su ubicación se llegaba por el Oeste por las calles Honda y Campos, por el Norte por la calle del Pocico, por el Este por la calle de S. Antonio el Pobre y por el Sur por la calle de S. Francisco. La entrada al templo era por el Oeste, justo donde con la última remodelación se ha situado la estatua de bronce dedicada al actor Isidoro Máiquez, de manera que el presbiterio y el altar miraban a Oriente, siguiendo la tradición generalizada en la construcción de iglesias, que atiende a la expresión ex Oriente Lux. Idéntica orientación se puede observar en otros dos templos conventuales que perviven en Cartagena y que son de la misma época: Santo Domingo y El Carmen.
           
Para saber cómo era este desaparecido edificio lo mejor es recurrir a la descripción que hiciera el marino Vargas Ponce en su visita y recorrido por los templos de la ciudad, publicada por Vicent y Portillo en 1889 en su Biblioteca Histórica de Cartagena (vol. I). Por el estudio arqueológico y por las páginas de Vargas Ponce se puede concluir que no era de grandes dimensiones, como no lo eran ninguno de los templos y conventos de Cartagena, a diferencia de los de Murcia. La conservación de los citados templos de El Carmen, Santo Domingo y S. Diego nos da una idea bastante ajustada de las discretas proporciones, especialmente el último de ellos. Las formas de la iglesia de S. Francisco eran sencillas y fue muy del agrado de Vargas Ponce, pues éste era enemigo declarado de las formas barrocas. Tan es así que en este templo es en el que más se explaya.
           
A partir de aquí sabemos que era iglesia de una sola nave, con un altar mayor dorado y con imágenes de Salzillo y de Diego Francés, si bien no precisa cuáles eran esas imágenes; es lógico pensar que el titular sería S. Francisco. En una de sus capillas había un S. José que Vargas califica como «de lo mejor de Salsillo» –y que no hay que confundir con el S. José de Salzillo que se conserva en S. Diego– y una Santa Rosa que, por el contrario, era «de lo muy común» del imaginero murciano, probablemente una obra de taller. Del mismo imaginero había, en otra capilla, la de la V.O.T., una Santa Isabel de Hungría, de vestir, de mucho mérito. Igualmente informa de la existencia de un S. Francisco, de origen italiano, cuya cabeza y manos eran de gran belleza. De gran mérito era la capilla financiada por D. Nicolás García de Cáceres, en la que se hallaba su sepultura y que estaba coronada por su escudo de armas; la presidía un hermoso cuadro de S. Francisco. Tanto el templo como el claustro del convento contenían varios cuadros del célebre Senén Vila, que tuvo una gran actividad en la diócesis de Cartagena-Murcia, en la que se conservan numerosas pinturas. Concretamente, menciona un éxtasis de S. Francisco al recibir el jubileo de la Porciúncula, un S. Antonio, en el coro, un cuadro del Papa visitando el cuerpo del seráfico santo, un S. Juan y otros varios cuyo contenido no precisa, amén de otras pinturas de autores de menor nivel, como las de un pintor lorquino llamado Muñoz, que ejecutó para este convento algunos motivos franciscanos como el bautismo de S. Francisco o la impresión de las llagas, obras no exentas de gracia y colorido.
           
Sobre el destino de todas estas obras de arte nada se sabe. Como muchas otras, la barbarie desamortizadora hizo que se perdieran en la nebulosa de la historia. Unas quedarían destruidas, otras tal vez irían a parar a ignotos paraderos.

            Tendrían que pasar bastantes años para que los hijos de S. Francisco pisaran de nuevo el suelo del lugar que da nombre a su provincia Cartaginense. El convento de S. Francisco desapareció; sólo queda su nombre en una plaza y una calle, pero la Orden de Frailes Menores sigue hoy activa en Cartagena a través de su actual colegio de La Inmaculada.