sábado, 10 de enero de 2015

Dios en Jesús. 1

                                  LA REVELACIÓN DE DIOS EN SU HIJO JESÚS

                                                                 Marta Garre Garre
                                                              Instituto Teológico OFM
                                                      Pontificia Universidad Antonianum
            Introducción
 En unos tiempos como los que hoy corren de fragmentación y desintegración, en los que las modas ideológicas se suceden a un ritmo vertiginoso y los modos de ser y de pensar están sometidos a un constante cambio, ya sea el económico, cultural, científico o social, los creyentes, lejos de culpabilizar permanentemente a nuestra sociedad y su cultura hemos de acercarnos a ella y ser conscientes de en qué mundo vivimos para así poder diseñar un programo apto de acción evangelizadora.
Hoy la teología de la fe cristiana, tiene que enfrentarse con la cuestión del significado y de la exigencia de “ser cristiano hoy”. Se impone la cuestión fundamental de saber dar razón de nuestra fe y para ello la forma de hacer teología también ha de ser distinta.
           Por esta razón, en un momento como el actual en el que todavía “resuenan” los cincuenta años de recepción del Concilio vaticano II, me parecía adecuado, incluso necesario, para un mejor desarrollo y compresión de nuestra disciplina, profundizar en la obra de Juan Alfaro SJ (1914-1993), cuya novedad consiste en la nueva orientación de fondo que, tras los trabajos conciliares,  imprime a su reflexión teológica desde una comprensión de lo que es el hombre tal como nos lo aportan las ciencias humanas y la filosofía contemporánea, la cual debe recuperar su función de búsqueda de la verdad y de respuesta a las preguntas últimas.
Los escritos de Alfaro se caracterizan por una notable unidad de fondo y, sobre todo, de planteamientos que tienen una relación directa con lo que él considera que debe ser el quehacer teológico. Nos referimos a aquella preocupación por hacer inteligible el problema central de la teología: la presencia del Absoluto en el mundo, en la historia, en el hombre. Dicho con una formulación más técnica, es el problema de la relación-conjunción de la trascendencia de la gracia con su real inmanencia. Este es el horizonte de comprensión que marca sus reflexiones teológicas y que se apoya en dos puntos principales: uno, antropológico, su concepto de hombre como criatura intelectual abierta a la trascendencia y otro más estrictamente teológico, el misterio de Cristo, sintetizado en la categoría bíblica de encarnación.
La noción de criatura intelectual expresa el anhelo incontenible de infinitud que experimenta el hombre como un ser inacabado, permanentemente insatisfecho en sus necesidades más íntimas. Esta constitución del hombre como ser-abierto lanzado hacia la consecución de una plenitud añorada como culminación de sus aspiraciones es la estructura puesta por Dios mismo para autocomunicarse al hombre en la gracia y en la revelación. De este modo, el hombre está abierto al don de Dios y que la presencia de este en el hombre estaría en continuidad con la experiencia que tiene de sí mismo como ser indefinido.
Hablamos de giro metodológico porque cuando Alfaro aborda sistemáticamente el problema y el método de la ciencia teológica, ya ha recorrido un largo camino haciendo teología. No dice lo que se entiende por ella de un modo puramente académico y apriorístico porque para él  no se trata tanto de elaborar una definición impecable del concepto de teología sino más bien, de hacer teología; en realidad no se sabe lo que es propiamente teología hasta que no se hace -dirá él-.
La teología consiste en el continuo esfuerzo de la fe por comprenderse a sí misma. Su contacto con los estudios bíblicos caracterizará el primado de la Escritura (método genético-progresivo), lo cual le lleva a reconocer el primado de Cristo en la comprensión, elaboración y sistematización de los distintos temas teológicos. De hecho, el Concilio Vaticano II en el Decreto sobre la formación sacerdotal “Optatam totius” pone de relieve la importancia de la Sagrada Escritura en la enseñanza de la teología sistemática de modo que el punto de partida en la reflexión teológica no debe ser el dato dogmático, ni la tesis teológica (método regresivo), sino la palabra de Dios en la riqueza de su contenido total. Tal método no tenía en cuenta que los dogmas y las tesis teológicas representan el resultado de una elaboración posterior, llevada a cabo dentro de categorías y esquemas mentales extrabíblicos. Al pretender buscar los dogmas por los textos bíblicos se hacía inconscientemente una reducción del dato bíblico al dogmático. No se tenía presente que las fórmulas dogmáticas o las tesis teológicas suponen una posterior trasposición del dato bíblico al pensamiento occidental, dominado por la filosofía griega, sobre todo por el aristotelismo.                                                                                       
El método genético-progresivo supone que la reflexión teológica parte del dato revelado y trata de descubrir  la creciente penetración del mismo por la fe de la Iglesia a lo largo de los siglos, con especial atención a la expresión de esta fe en las fórmulas dogmáticas, interpretadas dentro de su contexto histórico, para intentar finalmente la comprensión de la revelación cristiana dentro del pensamiento y del lenguaje de nuestros días.
Para ello, la función de la teología como “intellectus fidei” exige entrar en el campo filosófico: el intento de llegar hasta el fin (hasta donde sea posible) en la comprensión de la revelación divina implica necesariamente una reflexión humana hasta lo último, es decir, una filosofía. Y esto es, precisamente, lo que hace Alfaro, quien en su acercamiento a los pensadores y problemas de la modernidad, se dio cuenta de las dificultades que experimentan los hombres de nuestro tiempo para dar el salto a la trascendencia y, consecuentemente, las dificultades que tiene la Iglesia (y la teología) para predicar y hacer creíble el mensaje evangélico.
La aportación que, en este sentido, realiza Alfaro a la teología fundamental como disciplina que está llamada a dar razón de nuestra fe, es de gran relevancia, puesto que su objetivo es hacer especialmente teología para el hombre secularizado y para llegar con el mensaje de la fe al hombre secular hay que profundizar antes en la comprensión que este hombre tiene de sí mismo. Por eso, se acerca a la trascendencia desde la sed de infinitud que experimenta el hombre  y apoya su reflexión en la paradoja en la que este consiste, mediante un análisis antropológico de carácter trascendental: el hombre es autotrascendencia que no puede realizarse en la finitud o, dicho de otro modo, es existencia abierta y, sin embargo, asentada en la inmanencia.

Alfaro, entonces, desde una intención claramente apologética- pastoral, dentro de las exigencias del método científico genético-progresivo, intenta hacer comprensible la autocomunicación de Dios en la gracia y en la revelación desde una trasposición de las categorías antropológicas griegas a otras más afines al pensamiento filosófico moderno. Categorías que responden a la dimensión constitutiva de todo hombre y, además, del hombre Jesús.