domingo, 13 de diciembre de 2015

15 de diciembre

María Francisca Schervier (1819-1876)


            La beata María Francisca Schervier nace en Aquisgrán (Renania del Norte-Westfalia. Alemania) el 3 de enero de 1819, hija de Juan Enrique y Luisa Migeon. Es ahijada del emperador Francisco II. A la muerte de su madre, acaecida en 1832, se dedica a ayudar a los pobres y enseñarles el catecismo. El 3 de octubre de 1846 crea una comunidad para la asistencia a los pobres y enfermos, y en especial para las prostitutas, que se estrena con una epidemia de cólera y de viruela que asola Aquisgrán. Escribe una Regla y pone a la comunidad bajo la protección de San Francisco de Asís. De aquí viene el nombre del Instituto de Hermanas de los Pobres de San Francisco de Asís. Profesa en la vida religiosa el 12 de octubre de 1850, aunque su regla es aprobada por San Pío X en 1908. La nueva congregación se difunde rápidamente en USA; durante la guerra de 1864, 1866 y 1870, las hermanas se dedican a la asistencia sanitaria de los militares en los hospitales. Cultiva la adoración al Santísimo Sacramento y a la Virgen María. Muere el 14 de diciembre de 1876 en Aquisgrán. El papa Pablo VI la beatifica el 28 de abril de 1974.

                                               Común de Vírgenes, p. 1874

            Oración. Señor y Dios nuestro, te pedimos que la beata María Francisca, virgen, tu fiel esposa, encienda en nuestro corazón la llama de la caridad divina que ella suscitó en otras vírgenes, para gloria perpetua de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.

22 de diciembre
Francisca Javiera Cabrini (1850-1917)

            Santa Francisca Javiera Cabrini nace el 15 de julio de 1850 en Santo Ángel Lodigliano (Lodo. Italia); es hija de Agustín y de Stella Oldini, familia dedicada a la agricultura. Ingresa en la Orden Franciscana Seglar. Al quedar huérfana de padre y madre, entra en los institutos de las Hijas del Sagrado Corazón y de las Hermanas Canossianas, pero no puede permanecer en ellos por su debilidad física. Realizados los estudios de Magisterio, se dedica a educar a los niños huérfanos. Funda el Instituto de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús. Juan Bautista Scalabrini, obispo de Piacenza, le indica que se entregue a los emigrantes italianos. Viaja a América y se establece en Nueva York. Acoge a los huérfanos de emigrantes, construye el hospital Colombo en Nueva York, otro en Chicago y muchos hospicios por toda USA, allí donde hay emigrantes abandonados a su suerte. Abre una escuela en Buenos Aires. Muere en Chicago el 22 de diciembre de 1917. El papa Pío XII la canoniza el 7 de julio de 1946.

                                               Común de Vírgenes

            Oración. Señor y Dios nuestro, te pedimos que Santa Francisca Javier, virgen, tu fiel esposa, encienda en nuestro corazón la llama de la caridad divina que ella suscitó en otras vírgenes, para gloria perpetua de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.


De la esperanza

                                                   FUNDAMENTO DE LA ESPERANZA CRISTIANA




Pilar Sánchez Álvarez
Instituto Teológico de Murcia OFM
Pontificia Universidad Antonianum


           
Según Olegario González de Cardedal, entre las muchas paradojas de la existencia humana, existen algunas evidentes como son:  
            1. Anhelar más de lo que puede conseguir, porque sus deseos son más grandes que sus verdaderas potencialidades. Anhela el Bien que no puede conseguir por sí mismo.
            2. Tiene un anhelo de libertad y de autonomía, que analizando el orden biológico y biográfico solo lo consigue  por el “otro”, cuando lo acepta o la ama; amor que no puede imponer sino aceptar y agradecer.
             3. Prepara, proyecta, anticipa el futuro, pero el Futuro le es desconocido.

            ¿Qué es lo que más necesita el hombre y a la vez se siente superado? Al introducirse en su interior, y analizar sus necesidades comprueba que necesita al Absoluto, al Amor y al Prójimo, lo que forma su mismidad.  Esa afirmación del teólogo está confirmada por estudios científicos. Entre ellos se encuentra la teoría de  la Piramide de Maslow o Jerarquía de las necesidades humanas.  Maslow expuso esta  teoría psicológica en su obra Una teoría sobre la motivación humana (en inglés, A Theory of Human Motivation) de 1943, que posteriormente amplió. Maslow formula  una jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados. Entre estas necesidades se encuentran las fisiológicas (respiración, alimentación, descanso, sexo, homeostasis); necesidades de seguridad (seguridad físicas, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud, de propiedad privada);  necesidades de afiliación (amistad, afecto);  de reconocimiento (autorreconocimiento, confianza, respeto, éxito); y de autorrealización (moralidad, creatividad, resolución de problemas, etc.).  Al analizar estas necesidades se observa que el hombre necesita de los “otros”, para satisfacer cualquier necesidad, porque es el animal más indefenso que nace. Pero al ir dando satisfacción a esas necesidades básicas, necesita el amor del prójimo y a la vez necesita de Alguien o Algo que satisfaga las necesidades de trascendencia que tiene.
           
El hombre no se conoce a sí mismo hasta que otro le lleva a alturas que el mismo no ha sospechado. Al entrar el hombre en sí mismo se reconoce finito, aunque espera que esto no sea así, en ese interior  anhela la infinitud. Una paradoja importante y una cuestión presente en el hombre desde el principio de los tiempos como lo demuestran los múltiples restos arqueológicos encontrados.  Un ejemplo de esta afirmación son  los ajuares encontrados en las tumbas egipcias, o la moneda en la boca para pagar el viaje de ultratumba.
            Pero la esperanza ha entrado en crisis en la modernidad.  Nietzsche al dar muerte a Dios, al constituir el superhombre, lo que estaba negando es al prójimo, y sin  él no hay esperanza porque  donde no hay prójimo absoluto no hay esperanza contra la muerte.
            La pregunta por la esperanza es la pregunta por el Otro. Y esta esperanza debe transformar la vida, la de aquí y ahora, la que quiere superar la pobreza, la injusticia,  el sin sentido, el pecado; pero   a la vez debe  trascender a  la muerte, porque no se agota en este mundo. Y no es individual, como muchas filosofías la han comprendido, sino que es una esperanza desde el prójimo y desde Dios que se ha hecho hombre.
En el cristianismo, mientras que un hombre vivo ore por otro, vivo o muerto, sigue abierto el destino de todos. De esta forma, esperanza, oración y solidaridad van unidas.
           
La esperanza cristiana tiene su fundamento  en Cristo, que esperó por todos, porque si el amor todo lo espera,  y si Cristo nos amó hasta el final, Cristo esperó por todos. Por este motivo en el cristianismo, el fundamento de esta esperanza que vence a la muerte como El la venció, es Cristo.
            Cuando el hombre  ve pasar el tiempo siente desconsuelo al percibir la finitud, siente nostalgia, y para buscar consuelo debe dirigir su mirada más allá de la temporalidad. Y cuando el hombre en libertad, renuncia a la posesión, y se afinca en lo Eterno, en Dios, participa en el señorío del tiempo, porque el porvenir se gesta en el presente.
            Y en ese presente,  en la inmediatez, se presenta como mediación  Dios,  porque en la humanidad mediadora del Verbo encarnado encontramos a Dios. Don Olegario entiende el tiempo como tiempo de libertad, de soledad y de esperanza: “Libertad, ya conseguida teóricamente, afirmada vitalmente, amenazada siempre. Soledad padecida, temida y rehuida. Esperanza necesitada, descuidad y vulnerada” (Raíz de la esperanza, 31).
            Olegario González de Cardedal afirma la necesidad del hombre que, al romper con su origen, necesita arraigarse en algo para crear su ambiente de libertad. Al dominar la naturaleza ya solo la considera solo materia y por tanto,  no le sirve  de albergue. Así mismo en su relación como individuo con la sociedad,  ha perdido el sentido grupal de familia para alcanzar plena independencia, lo que le lleva al anonimato, porque no existe para otros,  perdiendo su propia identidad y cayendo en la incomunicación, siendo la comunicación  condición necesaria para la libertad y para el amor. Esa incomunicación lleva a la soledad, principal mal de la sociedad actual.
            Al plantearnos la soledad se pueden hablar de clases de soledad: cuando es mero silencio e incomunicación total que lleva a un anticipo de la muerte; cuando uno se aísla y pone distancia a las cosas para  descubrirse a sí mismo, a los demás y a Dios.
            ¿El hombre en su entraña es soledad? No es así porque es comunicación, necesita compañía. Olegario  González de Cardedal se hace las siguientes preguntas:
• ¿Estamos desde el origen solos en el ser?
• ¿Seguimos solos en medio del mundo?
• ¿Nos quedaremos definitivamente solos al fin de la historia?

           
A estas preguntas responde el teólogo: El cristiano responde a la pregunta por la soledad del hombre en el origen desde la Trinidad: al principio no eran la indigencia, la soledad, el silencio o la incomunicación sino la Palabra y el Espíritu del Padre. El hombre surge de esa comunión para compartirla en plenitud. A la pregunta por la soledad en el trayecto, responde desde la común encarnación: Dios no ha arrojado los seres a la existencia con desinterés o por despecho para dejarlos sumidos en su desamparo, sino que los ha acompañado tomando naturaleza de hombre y viviendo destino de hombre. Y a la pregunta por la soledad al final de la historia, responde desde la resurrección: Dios no dejó a su Hijo Jesús ni dejará a ninguno de sus hijos conocer la corrupción definitiva del sepulcro.
 De esta forma la esperanza tiene :
1. como sujeto al hombre
2. como fundamento a Cristo
3. como contenido a todos los demás hermanos

            Por ser redimidos por Cristo de la muerte ya no está el hombre solo ni desesperado sino destinados a servir al prójimo  y a sentir la alegría propia de los redimidos. 
                                               ¿Qué significa Dios de la esperanza?
            Olegario González de Cardedal afirma que existen cuatro lecturas posibles siendo algunas no religiosas y otras religiosas:
1. Dios es aquello a lo que tiende la esperanza. Dios es la meta
2. Se absolutiza la Esperanza y se nombra como Dios. Se ha repetido “El amor es Dios, la esperanza es Dios” pero la revelación nos dice que Dios es Amor, pero el amor no es Dios. Dios es amor y esperanza.
3. Dios es el que suscita y sostiene en nosotros  la esperanza
4. El amor de Dios, acreditado en Jesucristo y otorgado por su Espíritu, es la raíz de la esperanza del hombre. Se conoce como esperanza teologal porque tiene como origen, fundamento y contenido a Dios.

                                   ¿En qué se apoya la esperanza cristiana?
El teólogo sostiene: La esperanza cristiana por consiguiente se apoya en dos quicios: las promesas de Dios hechas por los profetas y acreditadas definitivamente por la resurrección de Cristo y por lo que la iglesia ha seguido tras ella a lo largo de la historia; y la anticipación del don definitivo de Dios o vida eterna por la acción del Espíritu santo, enviado a la comunidad y en ella dado a cada creyente, haciendo gustar ya la realidad teológica y soteriológica del presente (41).
De esta forma ese futuro se convierte en meta del presente. De esta esperanza teologal nace como de una fuente todas las esperanzas históricas de las necesidades de este mundo.  Pero esta esperanza se puede devaluar si da lugar a que se soslayen las responsabilidades morales que tenemos para la realidad concreta.