domingo, 16 de marzo de 2014

Hombres nuevos (VIII)

                      Configurarse con Cristo

                                          VIII


Hay una relación directa entre el anuncio del mensaje de salvación de Dios realizado por Jesús y su seguimiento, pues ir tras él conlleva configurarse con su persona y vida; morar en él es formar el cuerpo de los hijos de Dios: «Sabemos que todo concurre al bien de los que aman a Dios, de los llamados según su designio. A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos» (Rom 8,28-29; cf. Flp 3,10.21).

Morar en Cristo. Hemos afirmado la continuidad de la presencia de Jesús con la presencia del Resucitado por obra del Espíritu, con lo que permanece la salvación de Dios en la historia. Y del contenido del mensaje de Jesús, que fue el Reino, se pasa al anuncio de la persona del Resucitado. Se identifica el anuncio de la salvación con el de la persona de Cristo. Pero anunciar a Cristo es también unirse a él, morar «en él». Esto implica asumir el destino de Jesús, del cual él hizo partícipes a sus discípulos: «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mc 8,34par). Y Jesús entiende la vida como servicio en contraposición al poder y dominio que se ejerce en la sociedad (cf. Mc 10,45), sentido de vida que deja como testamento a sus discípulos (cf. Mc 14,22-25par; Jn 13,2-14). Comprender la vida como amor, visibilizada en el servicio, se concreta en dar la vida por todos; es el destino de pasión y muerte (cf. Mc 8,36).
Este estilo de vida lo sigue Pablo cuando enseña que el cristiano debe configurarse con Cristo; como fue la vida de Cristo, así es la vida del creyente en él (cf. Rom 15,1-3; Flp 3,7-8). Conformarse a la persona de Cristo es asumir como propias las actitudes que modelan su vida como servicio. Entonces la vida de Jesús, como manifestación del amor de Dios al hombre, es a la que se conforma el cristiano, cuyo amor, vivido según Dios, va a ser la clave de su unión con Jesús, de la participación en su salvación y del ofrecimiento de dicha salvación a todo el mundo. Pablo se pone como ejemplo de este proceso del amor: el Padre se entrega al Hijo, el Hijo se entrega a Pablo (cf. Gál 2,20) y Pablo a todos los cristianos (cf. Rom 15,16-20). Y se fomenta la unidad y el significado del amor gracias al Espíritu (cf. Rom 8,15; 2Cor 11,23-33). El amor nace de la experiencia de la fe, que se desarrolla precisamente cuando se ama: «... lo que cuenta es una fe activa por el amor» (Gál 5,6). El amor, y su expresión servicial, es el que deben practicar los cristianos y con él que amplían la imagen divina del Hijo, es decir, su filiación divina (cf. 1Cor 15,44-49; Flp 2,5-11; etc.).
La relación que establece el amor de Dios configura a Cristo y a los cristianos y comporta una lógica propia. Para que exista, es necesario la desapropiación de su dignidad, como hemos visto en el himno de la carta a los Filipenses (2,6-8). Esto estructura la condición histórica que experimenta Jesús: participa de la vida humana en su desnudez, sin poder social, intelectual y religioso, tomando un estilo de vida humilde y sencillo al margen de toda pretensión personal (cf. Gál 4,1; Flp 2,7; etc.); la afirmación paulina es clara: «... el Mesías no buscó su satisfacción» (Rom 15,2-3; cf. Mc 15,30-31par). Y con la forma de siervo, con la debilidad que implica el despojo de su gloria y la pobreza, propone la salvación a todos los hombres. La salvación definitiva comienza cuando el amor de Dios actúa en la vida de su Hijo y en la de los hombres hechos hijos suyos y hermanos de él. Así la creación reorienta su andadura hacia la verdadera plenitud. Jesús termina su vida exaltado, retornando a la gloria del Padre, constituido Hijo de Dios para siempre. Este ciclo vital es el que recorre el cristiano; sigue el mismo proceso de Jesús. Cuando inicia su experiencia amorosa salvadora de los demás por la fe en Jesús, con la que asume la justificación divina, en ese mismo momento comienza su «resurrección», su «vida eterna» en términos joánicos (cf. Jn 3,15.36; 5,24). La vida, entendida como relación de amor, se convierte en una entrega sin límites a los demás; se transforma en servicio a los demás, y, a la vez, nace desde Dios y para Dios, porque es precisamente Dios con su Espíritu quien le ha dado, no sólo el querer entregarse, sino también la fuerza para hacerlo. Por consiguiente, la Encarnación, como expresión máxima del amor, que entraña la desapropiación de los atributos del Verbo, termina en la cruz, que es la desapropiación humana del Hijo y manifiesta la entrega sin límites que el cristiano hace de sí mismo por amor (cf. Jn 15,13). Y en ese proceso histórico de Jesús y de los que creen en él surge el hombre «nuevo», «imagen y semejanza» de la nueva revelación de Dios entendido exclusivamente como amor.


Misal Franciscano 18-22 marzo

                         18 de marzo


               Salvador de Horta (1520-1567)

            San Salvador de Horta nace en Santa Coloma de Farnés (Gerona. España) en el año 1520. Pertenece a una familia que trabaja en la agricultura y posee una masía llamada Masdevall. Sus padres se arruinan y son acogidos en el hospicio de Santa Coloma de Farnés. Salvador aprende el oficio de zapatero, que le enseña su padre, y se establece en Barcelona. En 1540 ingresa en el convento de Santa María de Jesús, situado a las afueras de la ciudad. Después de profesar, se le destina a Tortosa, al convento de Santa María de Jesús. Se entrega por entero a la oración y a la penitencia, ejerciendo los oficios más humildes de la fraternidad y siendo un franciscano extremadamente sencillo. Al norte de Tortosa se encuentra la aldea de Horta de San Juan, adonde es destinado en 1559 para intensificar su vida de oración. Sin embargo, acuden a él gentes de todas partes de España para recibir consejo, curar sus enfermedades y revitalizar su fe. Más tarde se le envía a Reus y a Cagliari, en la isla de Cerdeña, en la que vive dos años antes de fallecer el día 18 de marzo del 1567. Clemente XI lo beatifica el 29 de enero de 1711, y Benedicto XIII, el 15 de julio del 1724, concede que se celebre su oficio el día 18 de marzo en la Orden y en Cagliari, en Santa Coloma de Farnés y en Horta. El papa Pío XI lo canoniza el 17 de abril de 1938.
                                               Común de Santos Varones
                                                            
Oración. Te rogamos, Dios de bondad, nos concedas a los que conmemoramos a San Salvador de Horta, tu humilde siervo, vernos libres, por su intercesión, de los males presentes, y gozar de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

            Lecturas

                        «Porque el Señor es compasivo y misericordioso»
           
            Debemos ser coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos, sobre todo en la multitud de actos que conforman nuestra vida cotidiana. La sinceridad de nuestras acciones, la veracidad de nuestras palabras favorece una vida de amor continuada y válida para el servicio de los demás. Una vida llevada así da consistencia a la fe y a la vida familiar y fraterna. Cuando aparezcan los pecados, ya sabemos la actitud misericordiosa de Dios, que siempre está dispuesto a perdonar a los que se abren a Él y sirven continuamente a los demás.


Lectura de la carta del Apóstol Santiago                                          5,9-12

           
Salmo responsorial                                                   Sal 110,1-2.5-6.9-10

            Dios siempre es fiel a su pueblo, a las personas que caminan en la vida, reconociendo que todos los bienes provienen de Él. Por eso se le da gracias, se le alaba y le bendice, porque el creyente es consciente de que la mirada continua del Señor es la que da la vida y la impulsa hacia sus objetivos más nobles.

           
            V. El Señor recuerda siempre su alianza.
            R. El Señor recuerda siempre su alianza.

           
Aleluya                                                                        Sal 94,8

            Aleluya. Aleluya.
            «No endurezcáis hoy el corazón,
            sino escuchad la voz del Señor».
            Aleluya.


            Evangelio

                                   «A vosotros os basta decir sí o no»

            Es larga la tradición de Israel y de los pueblos vecinos de invocar el nombre del Señor para que ratifique las palabras dichas en acontecimientos importantes en la vida de la sociedad y de las personas. Pablo pone muchas veces a Dios por testigo (cf. 2Cor 1,23; Gá 1,20; Flp 1,8). Lo que no se puede es jurar en falso (cf. Éx 20,7), o jurar sin motivo (cf. Eclo 23,9-11). Jesús, vista la inminencia del fin de la historia, prohíbe el juramento en todo caso. Y opta por la veracidad de la palabra en todas las acciones de nuestra vida cotidiana, como antes hemos leído en la Carta de Santiago.


Lectura del santo Evangelio según San Mateo                5,33-37

Para meditar

            «Francisco fue humilde de corazón en palabras y obras, manifestando y manteniendo esta actitud en el hábito, porque usaba una túnica pobre y quería que los hermanos vistiesen hábitos viles ceñidos a las caderas con una cuerda (cf. 1Cel 15,39). También le gustaba que resonase la humildad en el nombre mismo de la Orden. En efecto, dijo: “Quiero que esta fraternidad sea llamada Orden de Frailes Menores”(cf. 1Cel 15,38). Y la pobreza se uniese siempre a esta virtud para que los Hermanos fueran llamados “pobres menores”.
            Pero como todo esto no tiene valor alguno sin la caridad, (sus discípulos) son llamados en todo el mundo hermanos menores. Sin embargo, se glorían en vano de este nombre, e incluso teniéndolo están muertos, si en ellos no sobresale la humildad sobre los demás religiosos, si no aman la pobreza, si en ellos no florece la caridad» (Tomás de Pavía, Distinctiones, Terebinto).


  
              19 de marzo

          

                                        José, esposo de la Virgen María

            Los Evangelios dan los siguientes datos sobre San José. Descendiente de la familia de David (Mt 1,16; Lc 3,23), vive en Nazaret. Un ángel le anuncia que María, su esposa, espera un hijo por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1,16-24). Viaja con María a Belén por disposición de César Augusto, donde nace Jesús (cf. Lc 2,1-20); le impone el nombre (cf. Lc 2,21), lo ofrece al Señor y escucha las profecías de Simeón y Ana (cf. Lc 2,5-38). Lleva a María y a Jesús a Egipto para defenderlo de Herodes (cf. Mt 2,13). Una vez que muere Herodes, regresa a Palestina, instalándose en Nazaret de Galilea (cf. Mt 2,23). Lucas relata un viaje de la familia a Jerusalén, donde Jesús se separa de sus padres para discutir con los doctores de la Ley en el templo (cf. Lc 2,41-50). José es un técnico de la madera, del hierro y de la piedra (cf. Mt 13,55; Mc 6,3), cuyo oficio y utensilios aprende y hereda Jesús (cf. Mc 6,3). José aparece siempre como esposo de María (Mt 1,16.18.20.24; Lc 2,5) y padre de Jesús (cf. Lc 2,27.33.41.43.48; 3,23; Mt 13,55), como lo dice María (Lc 4,48) y la gente (Lc 3,23; 4,22; Mt 13,55; Jn 6,42). Es una persona justa (cf. Mt 1,19), fiel a la Ley y cumplidora de todas las tradiciones religiosas y sociales de Israel.
                                                          

            Oración. Dios eterno que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
           
Lecturas


            Primera lectura

            David recibe la promesa de Natán en la que un descenciente suyo tendrá un reino eterno, le dará a su pueblo la paz imponiéndose sobre todos sus enemigos. Es la esperanza que siempre ha tenido Israel: llegará un día que Dios donará al pueblo un rey, un sacerdote, un pastor, un salvador, un mesías que conducirá al pueblo a la libertad, a la justicia, a una vida sin fin. Los cristianos lo experimentan en Jesús y José lo entronca con la casa de David.


               Lectura del segundo libro de Samuel                                7,4-5.12-14.16

            En aquellos días recibió Natán la siguiente palabra del Señor: Ve y dile a mi siervo David: cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus padres estableceré después de ti a un descendiente tuyo, un hijo de tus entrañas, y consolidaré su reino. Él edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre. Yo seré para él un padre, y el será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre.


             Salmo responsorial                                                   88,2-5.27.29

            Israel pierde la esperanza de ser un pueblo poderoso y libre con el destierro a Babilonia. Con la restauración del templo y la progresiva reforma de las costumbres y hábitos de Israel, de nuevo se rehace la promesa hecha a la casa de David. Y es porque Dios es fiel; Dios quiere a su pueblo. Jesús será el Hijo amado que llevará a cabo las promesas dadas por Dios a Israel.


            V. Su linaje será perpetuo.
            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
                        anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
                        Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
                        más que el cielo has afianzado tu fidelidad».
            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Sellé una alianza con mi elegido,
                        jurando a David mi siervo:
                        «Te fundaré un linaje perpetuo,
                        edificaré tu trono por todas las edades».

            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Él me invocará: «Tú eres mi padre,
                        mi Dios, mi Roca salvadora».

            R. Su linaje será perpetuo.

            V. Le mantendré eternamente mi favor
                        y mi alianza con él será estable.

            R. Su linaje será perpetuo.


            Segunda lectura

            La salvación proviene de la fe, que es el don gratuito que Dios concede al hombre. Y la fe de Abrahán, que creyó en la promesa que Dios le hizo, es la misma que la de José, que creyó el anuncio del ángel de que María estaba embarazada del Hijo de Dios por el Espíritu Santo. Por la fe de los hombres buenos y justos es como el Señor va cumpliendo la promesa de salvación que da a Israel y, a partir de Jesús, a todos los pueblos. Los cristianos saben de antemano que la salvación es un don, es una gracia de Dios, porque en la vida de fe todo es gracia. Dios cuenta con nuestra cooperación, con nuestra libertad, pero la salvación depende de Él en última instancia.


            Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
                                                                                              4,13.16-18.22

            Hermanos: No fue la observancia de la ley, sino la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia. Así la promesa está asegurada para toda la descendencia no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán que es padre de todos nosotros. Así lo dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos». Al encontrarse con el Dios que da la vida a los muertos y llama a la existencia a lo que no existe Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia». Por lo cual le fue computado como justicia.

Aleluya                                                          Sal 83,5

            Aleluya. Aleluya.
            «Dichosos los que viven en tu casa, Señor, alabándote siempre».
            Aleluya.


           
Evangelio

            José, un hombre bueno, al saber del embarazo de María decide repudiarla en secreto para que nadie le haga daño. Pero Dios quiere más de él. José es el que entronca a Jesús con la casa de David y con todas las promesas hechas a esta dinastía. José asume a su mujer y al Hijo de Dios como parte de su existencia y se entrega a ellos por amor y por fe, por esa confianza puesta en Dios que le ha llamado a realizar una función anunciada por el ángel. Dios ha decidido salvarnos por medio de una vida humana, y esta vida necesita una familia. José y María cumplen la voluntad de Dios que nos da un salvador para que le sigamos y entendamos.


Lectura del santo Evangelio según San Mateo                                            
                                                                                              1,16.18-21.24

            Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: La madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparos en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.


Para meditar

            «Donde se debe notar que San Pablo es conocido por la espada de dos manos, con la cual todo trazó cuanto hallaba ante sí, y no paró hasta Dios. Y San Pedro en las llaves se conoce que le son dadas para abrir y cerrar el cielo. Y San Andrés en la cruz. [...] Y si discurrimos por cuantos santos están hoy sobre la tierra y traemos a la memoria cuantos han subido al cielo, hallaremos que en las armas de su generosidad aun todos no hacen pie a las armas que son dadas a este admirable patrón, de la alteza de su rey.
           
¿Quién tendrá claros los ojos que no entienda esta verdad, pues vemos que las armas de este justo varón son nuestro bendito Niño, son nuestro Cristo Jesús, son nuestro Dios y Señor, y la Reina virginal? Sé que bien entendemos, pues que lo vemos continuo que no se pinta a José sin la Virgen y su Niño, que son las armas altísimas de su generosidad con las cuales se reparó nuestra vida y se venció nuestra muerte, con ellas nos defendemos del mundo, con ellas tiene temor el demonio a quien estas altas armas muy dentro de su ánima trae. Y si San José glorioso, justamente debemos escogerle por capitán de esta prolija batalla que entre las manos tenemos, notando con reverendas entrañas que así como a San José casi continuo pintan con la Virgen sacratísima, como dije, y con su Niño, así el Niño felicísimo no es pintado en su niñez sin la Virgen y José, ni la Virgen en su parto y en otros muchos misterios es pintada sin San José con su niño. Así que entre todos tres cuando contemplare el uno ha de andar siempre nuestra ánima, y ésta es dignidad muy alta e inestimable del glorioso San José, porque sea gran gloria a Dios» (Bernardino de Laredo, Tratado de San José, 13).



22 de marzo

Bienvenido Scotívoli  (1188-1284)

            El  beato Bienvenido Scotívoli nace en Ancona (Las Marcas. Italia) en 1188. Estudia Derecho en Bolonia. Es Capellán Pontificio, Arcediano de Ancona, Administrador de la diócesis de Osimo en 1263. Urbano IV le nombra obispo de Osimo el 13 de marzo de 1264. En 1267, Clemente IV le da el gobierno de la Marca de Ancona. Seguidor de San Francisco, recibe en su diócesis a los Franciscanos, viste el hábito y practica la devoción a la Eucaristía, a María y en especial a Cristo pobre y crucificado. A ello une un carácter afable y paciente. Esto no obsta para que reforme su diócesis con la defensa de los bienes eclesiásticos, el capítulo de la catedral y la ayuda constante a los enfermos y a los pobres. Defiende los derechos de su diócesis sobre la ciudad de Cingoli. Muere el 2 de marzo de 1282. Es sepultado en la catedral de Osimo. Martín IV reconoce su culto en 1284.

                                               Común de Pastores

Oración. Señor y Dios nuestro, que has puesto al obispo Bienvenido Scotívoli al frente de tu pueblo, te rogamos que por la eficacia de sus reformas concedas a tu pueblo la conversión por tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

           
Lecturas

« Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro»

            La fe en Cristo Jesús da lugar a un cambio trascendental en la vida humana. Vivir en Cristo, toda vez que se ha sumergido el creyente en su muerte y resurrección por el bautismo (cf. Rom 6,1-4), entraña experimentar unos valores en la vida religiosa, en la vida humana, en las relaciones sociales diferentes a los que la cultura transmite y se aprenden en el seno familiar y social. Se podría resumir la conversión cristiana en el paso del odio al amor, de la soberbia al servicio, de la soledad a la fraternidad, en definitiva, de la muerte a la vida, y de la vida a la vida eterna.


            Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos            6,19-23

           
Salmo responsorial                                       Sal 1,1-4.6

            El justo que vive de su fidelidad a Dios, que ha puesto su confianza en el Señor, transcurre en la vida como un árbol que está al borde de la acequia, pues nunca le faltará el agua para echar los frutos a tiempo. Con la gracia divina, el justo camina haciendo el bien y esperando la recompensa divina bien en esta vida, bien en la futura.


            V. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
            R. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

           

Aleluya                                                                      cf. Mc 1,15                            

            Aleluya. Aleluya.
            Está cerca el reino de Dios; convirtámonos y creamos la Buena Noticia.
            Aleluya.



            Evangelio

                        «Producid el fruto que la conversión pide»

            El Bautista continúa la tradición profética sobre la conversión (cf. Is 1,11-18; Am 5,14-15; etc.), como hará Jesús y Pablo. Volverse al Señor no es sólo dejar los ídolos, sino ver al prójimo junto al Señor, sobre todo al prójimo sumido en la desgracia. De ahí que convertirse es compartir la vida con los demás y hacer extensibles a los otros los bienes que disfrutamos. La conversión que pide Juan termina en el mensaje del NT con la venida del Espíritu como relación de amor del Señor con el cristiano. Vivir en este amor es vivir con una existencia vuelta hacia el Señor y hacia los hermanos.


            Lectura del santo Evangelio según San Lucas         3,7-14


Para meditar

            «Cuando el alma se despoja totalmente de todo amor creado y tiene la verdadera pobreza de espíritu con todo el corazón, puesto que no se goza de cualquier criatura, entonces es atraída y colmada por el amor divino, en el que se abandona totalmente. Y si después los “medios”, que el alma ha abandonado, intentan volver de nuevo al alma, ellos no pueden entrar, ya que la casa está habitada y la estancia está ya ocupada por el amor divino y todos los afectos del alma están dominados. Y sucede como observamos en los viajeros, que no se alojan en los albergues ocupados por otros, sino en aquellos vacíos que le pueden recibir.
            Cuando después el alma es así tomada y llena por el amor divino (realidad que sucede inmediatamente, apenas Dios la ve vacía del cualquier amor y también del amor de sí mismo), entonces comienza a ser iluminada por la misma verdad, que es Dios; y en esta verdad ve la verdad de todas las criaturas y reconoce que cosa es despreciable y que cosa es preciosa. Y en esta luz el alma ve la vileza de todas las cosas terrenas y el perjuicio que procede por unirse a ellas de forma que no se deja distraer» (Ricerio de Muccia, Come l’anima, I 58-59).





Diccionario de la Biblia

                       Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia



            Alfonso Ropero Berzosa (Ed.)


                                               Recensión de Bernardo Pérez Andreo
                                               Instituto Teológico de Murcia OFM


Por fin podemos contar con un diccionario enciclopédico de la Biblia hecho en la lengua de Cervantes por autores que piensan, sienten, aman y viven su fe en esa misma lengua. Son muchos los diccionarios traducidos de otras lenguas, con autores que viven su experiencia vital y de fe desde otros parámetros, no tan lejanos, pero sí vertidos en otros moldes de pensamiento. Traducir, siempre, exige un esfuerzo de traicionar el texto mismo y la propia lengua, pues nada hay más imposible que el trasiego idiomático entre lenguas. Al cabo, lo único que puede permitirnos comprender correctamente a un ser humano es su verdadera patria, el lenguaje expresado en su idioma. Por eso, este Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, en español y por hispanohablantes era tan necesario para dar un acceso cercano al mundo de la Biblia.
El encargado de esta magna obra, aunque el equipo editorial era amplio, ha sido el infatigable Alfonso Ropero Berzosa, doctor en filosofía y teología, experto en los Santos Padres y en los filósofos griegos, investigador incansable de la tradición cristiana, divulgador ejemplar de cuanto el cristianismo puede aportar al mundo como salvación en Cristo. Ropero Berzosa es la persona más adecuada para llevar a término esta labor de lustros, pues nos consta de su largo trabajo en este Diccionario y de sus desvelos por conseguir unir a los más importantes expertos de España y de Hispanoamérica, de la tradición protestante y del ámbito católico, para poder dar al público de habla hispana un Diccionario con vocación de servicio a la fe común que nos une a todos los cristianos en Cristo. Lejos quedan ya las épocas en las que la adscripción eclesial determinaba la exposición de los avances bíblicos. Hoy no hay muchas diferencias, pues la investigación sobre la Biblia y su mundo se rige por criterios científicos y eso es lo que Alfonso Ropero nos ha dado en esta obra: una obra de rigor científico que abarca todos los aspectos posibles de la Biblia y su mundo.
Con 4.500 entradas, este diccionario puede ser considerado uno de los mayores en su estilo. Cuenta con un equipo de edición amplio y con una lista bastante larga de colaboradores que permiten integrar las distintas ramas del saber en torno a la Biblia: el filológico, el histórico, el arqueológico, el sociológico, el económico y el cultural. De ahí que las voces cuenten con un excelente aparato expositivo que lo hace muy completo. Cada voz contiene su expresión original en hebreo, griego, acádico o ugarítico, su aparición en la Biblia y el contenido y significado exacto. Además, cuenta con una excelente contextualización histórica y arqueológica, en su caso, y con una exposición desde la antropología cultural, la sociología y, si es necesario, la economía. Todas las voces están referenciadas a las últimas investigaciones, permitiendo que tanto el especialista como el neófito puedan acceder al conocimiento actualizado de cada uno de los temas. Además, una lectura diacrónica de los términos relacionados bien podría permitir un uso del diccionario como un manual. Así, de la voz Carpintero podemos ir a la voz, Campesino y de esta a la voz Nazaret y de allí a Pobre/pobreza y Liberación, cerrando un círculo que permite acceder a uno de los lugares más queridos de una de las variantes de la tercera búsqueda. O bien, podemos comenzar por Palestina, pasar a Galilea, ir de allí a María y acabar en Evangelios, con lo que tendremos una perspectiva histórico-canónica de la salvación.
No faltan en el Diccionario las correspondientes introducciones a todos los libros bíblicos, los nombres de los personajes convenientemente explicados, los topónimos, los pueblos que se relacionan con Israel, los acontecimientos y las interpretaciones. En definitiva, todo aquello que hace que esta obra sea ya un referente para el investigador y una obra necesaria para cualquiera que quiera tener un conocimiento amplio de la Biblia y su mundo. Se ha hecho esperar, pero ha merecido la pena, aunque, como el propio editor expresa, aún queda mucho por hacer. Son dos las ediciones vendidas del Diccionario, pero se antoja que serán muchas más, sobre todo por la demanda que otras lenguas están mostrando por la obra. En sucesivas ediciones, creemos, se completarán más voces que aún no han encontrado su sitio, como puede ser Marginal/Marginación, y se dividirán en volúmenes la obra, haciéndola más manejable.
Por poner una pega, y solo por el interés de mejorar una obra de por sí magnífica, echamos en falta un índice de autores con sus voces respectivas que permita al lector ir directamente a aquellas voces que ha elaborado un mismo autor. También ayudaría, en la línea apuntada más arriba, un índice temático que permita una lectura transversal de la obra atendiendo a ciertas temáticas de gran interés y que hacen del Gran Diccionario un perfecto manual de uso de la Biblia. No nos cabe ninguna duda de que todas estas propuestas están siendo ya pensadas y elaboradas para futuras ediciones.
El Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia es la obra de toda una vida que solo la capacidad de trabajo, el esfuerzo y el saber del editor podían llevar a término. También es de agradecer a la Editorial CLIE que ponga en manos del público una obra de estas dimensiones a un precio tan razonable. Otras obras de semejantes características mantienen un precio que resulta prohibitivo para el gran público. Se ve con claridad que se ha antepuesto el servicio al pueblo creyente, y a todos los expertos, a la búsqueda del legítimo lucro económico. Cualquier otra obra similar podría venderse por el doble de su precio actual. Felicitamos, por tanto, a la editorial y al editor por este verdadero don al mundo de la investigación y por facilitar el acceso de los creyentes a la Biblia.

CLIE, Barcelona 2013, 2673 pp., 19,5 x 26,5 cm.