domingo, 16 de noviembre de 2014

Santos y Beatos: 17-23 noviembre

                                                                         17 de noviembre
                                                            Isabel de Hungría (1207-1231)
            Santa Isabel, Patrona de la Orden Franciscana Seglar, nace en 1207; es hija del rey Andrés II de Hungría y Gertrudis de Merania. Es sobrina de Santa Eduvigis de Silesia. En 1221 se desposa con Luis de Turingia-Hesse. Isabel, además de cuidar a su familia, construye hospitales y residencias para acoger a los peregrinos y pobres, a los que dedica gran parte de su fortuna, sobre todo en las inundaciones de Turingia en el año 1226. La vida de Isabel cambia al morir su esposo el 11 de septiembre de 1227 en Otranto (Lecce. Italia), cuando participa en la Sexta Cruzada dirigida por Federico II. Pocos días después, el 29 de septiembre, Santa Isabel dioa luz a su hija, la beata Gertrudis de Altenberg. Despojada de sus bienes, pide asilo a los Franciscanos. Viste el hábito de penitencia de la Orden Franciscana Seglar. Después de recuperar su patrimonio para sus hijos, lleva una vida de penitencia, oración y entrega sin límites a los pobres. Muere en Marburgo, a los 24 años de edad. El papa Gregorio IX la canoniza el 27 de mayo de 1235.
                                   Común de Santas Mujeres
            Oración. Oh Dios del amor y del consuelo, que concediste a Santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a tu Hijo Jesucristo, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a los humildes y a los atribulados. Por nuestro Señor Jesucristo.
                                                                        18 de noviembre
                                                            Salomé de Cracovia (1211-1268)
            La beata Salomé, Princesa de Polonia, nace en 1211 en Cracovia (Polonia); es hija de Leszek el Rubio, príncipe de Cracovia. Es dada en matrimonio al hijo del rey Andrés de Hungría, el príncipe Kálmán o Colomán. Son coronados por el obispo de Strigonia y gobiernan en Halicz durante tres años, hasta que la ciudad la ocupa el príncipe Mistislaw de Rutenia, que los retiene como prisioneros. Liberados por los húngaros, Salomé lleva una vida de penitencia al profesar en la Orden Franciscana Seglar. Reina con su esposo en Dalmacia y Eslovenia hasta que éste muere en 1241, mientras combate contra los tártaros. Salomé regresa a Polonia en 1242, se retira al monasterio de Sandomierz y viste el hábito de las clarisas. Con la ayuda de su hermano Boleslao, funda el monasterio de clarisas de Zawichost y el hospital en 1245. Ante la amenaza de los tártaros, se traslada a Skala, donde erige otro monasterio clariano; aquí vive durante 28 años. Salomé es un ejemplo de abnegación, humildad, inocencia y caridad. Como abadesa destaca por su servicio a las hermanas y la defensa del ideal franciscano de pobreza. Muere el 17 de noviembre de 1268. La entierran en la iglesia de San Francisco de Cracovia. El papa Clemente X aprueba su culto el 18 de noviembre.
                                                Común de Vírgenes

            Oración. Dios de misericordia, que has llamado a la beata Salomé desde los afanes del gobierno temporal a la caridad perfecta, concédenos, por su intercesión y ejemplo, servirte con humilde y puro corazón, para obtener el premio de tu gloria. Por nuestro Señor Jesu-cristo.
                                                                           19 de noviembre
                                                                  Inés de Asís (1198-1253)
      Santa Inés nace en Asís (Perugia. Italia) en 1198, hija del conde Favorino de Offreduzo y de Ortolana. Su primo Rufino es uno de los «Tres compañeros» de Francisco de Asís. El 18 de marzo de 1212, su hermana Clara sigue Francisco. Pocos días después Inés se va al monasterio de San Ángel en Panso, para compartir la vida de la pobreza y penitencia de su hermana. No obstante la oposición de los familiares a la elección de su vida, no consiguen apartarlas de San Francisco. No puede. Inés participa en la fundación de la Orden de las Damas Pobres de San Damián. En 1219 funda una comunidad de las damas pobres en Monticelli en Florencia. Inés atiende a su hermana Clara en su última enfermedad. Muere alrededor del 16 de noviembre de 1253. Sus restos mortales, junto a los de Clara, son enterrados en la basílica de Santa Clara, en Asís. El papa Benedicto XV la canoniza.
                                               Común de Vírgenes
            Oración. Señor, Dios nuestro, por intercesión de Santa Inés de Asís, que fue modelo de vida franciscana y ejemplo para muchas hermanas, concédenos emular su santidad en la tierra y gozar de su compañía en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
                                                                            21 de noviembre
                                                          Presentación de la Virgen María
Celebramos la «dedicación» que María hace al Señor. Movida por el Espíritu Santo, se entrega por entero a la tarea que el Señor le encomienda en la historia de salvación.
            Oración. Te rogamos, Señor, que a cuantos hoy honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, nos concedas, por su intercesión, participar, como ella, de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
                                                                         22 de noviembre
                                                         María de Jesús Buen Pastor (1842-1902)
            La beata Francisca Siedliska nace en el castillo de Roszkowa Wala (Varsovia. Polonia) el 12 de noviembre de 1842; es hija de Adolfo Siedliska y Cecilia de Morawska. En el año 1873 funda una comunidad para dedicarse a la adoración del Santísimo Sacramento, a la imitación de María Virgen y a la educación de las jóvenes. Le siguen su madre y dos ancianas pertenecientes a la OFS. Francisca viaja a Roma a presentar su proyecto al Papa Pío IX. Es recibida por el Pontífice el 1 de octubre de 1873, que aprueba la fundación de las «Hermanas de la Sagrada Familia de Nazareth». Crea la casa madre en 1874 en Roma. En 1875 añade al carisma originario la imitación de la vida escondida y todas las virtudes de la Sagrada Familia de Nazareth. En 1881 funda en Cracovia, Polonia, y el 1 de mayo de 1884 Francisca y las primeras compañeras de fundación hacen su profesión religiosa. Funda en USA, París y Londres. Muere el 21 de noviembre de 1902 en Roma. El papa Juan Pablo II la beatifica el 23 de abril de 1989.
                                               Común de Vírgenes
            Oración. Señor y Dios nuestro, te pedimos que la beata Francisca, virgen, tu fiel esposa, encienda en nuestro corazón la llama de la caridad divina que ella suscitó en otras vírgenes, para gloria perpetua de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.
                                                                    22.1 de noviembre
                                                          Sixto Brioschi (1404-1486)
            El beato Sixto Brioschi nace en Milán (Lombardía. Italia) hacia el año 1404. Movido por la predicación de San Bernardino de Siena, sigue el ideal franciscano a la edad de 16 años, ingresando en el convento del Santo Ángel en Milán. Después de cursar los estudios eclesiásticos, se ordena sacerdote y es enviado a Mantua en 1436, al convento de San Francisco. Desarrolla una gran labor espiritual en su fraternidad y con el pueblo creyente. Entre sus dirigidos figura el beato Bernardino de Feltre. En este convento vive toda su vida marcada por seguimiento de Cristo pobre y crucificado, de penitencia, oración y de devoción de la Virgen María, fervor que expande por doquier. Muere a la edad de 82 años. Su cuerpo reposa en la Basílica de San Antonio en Milán. El papa Pío X aprueba su culto el 9 de octubre de 1912.
                                   Común de Santos Varones
            Oración. Dios nuestro, que otorgaste al beato Sixto la gracia de imitar a Cristo pobre y crucificado, concédenos por sus ruegos que viviendo con fidelidad nuestra vocación, podamos alcanzar aquella perfección que tu Hijo nos propuso con su ejemplo. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
                                                                       22.2 de noviembre
                                       Salvador Lilli y Compañeros Mártires (1853-1895)
            El beato SALVADOR LILLI nace en Capadocia (Aquila. Italia) el 19 de junio de 1853. En 1870 ingresa en la Orden. En 1873 sigue sus estudios en Tierra Santa, pues el Gobierno italiano suprime las órdenes religiosas. Es ordenado sacerdote en Jerusalén el 16 de abril de 1878. En 1880 es enviado a la misión de Marasc (Armenia Menor. Turquía). Es nombrado párroco. En la epidemia de cólera del mismo año, sirve a los enfermos de una forma heroica. En 1894 es trasladado a la misión de Mujuk–Deresi . Al año siguiente estalla una fuerte persecución contra los cristianos armenios. El P. Lilli se queda junto a los armenios perseguidos. Lo trasladan a Marasc. Es asesinado el 22 de noviembre de 1895, cuando tenía 42 años. Sus siete compañeros de martirio son: BALDJI OGHLOU OHANNES, KHODIANIN OGHLOU KADIR, KOURADJI OGHLOU TZEROUM, DIMBALAC OGHLOU WARTAVAR, GEREMIA OGHLOU BOGHOS, DAVID OGHLOU DAVID y TOROS OGHLOU DAVID, todos armenios. El papa Juan Pablo II los proclama beatos el 3 de octubre de 1982.
                                               Común de Mártires
            Oración. Dios eterno, que otorgaste a los beatos Salvador Lilli y Compañeros la gracia de dar la vida por amor a Cristo; ven en ayuda de nuestra debilidad con tu poder divino para que, así como ellos no vacilaron en morir por ti, nosotros podamos confesarte valientemente con el testimonio de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
                                                                            23 de noviembre
                                               Fieles Difuntos de la Familia Franciscana
            La conmemoración de los Fieles Difuntos nace en el monasterio benedictino de Cluny (Saona y Loira. Francia). Con la presión de los millones de fallecidos en la Primera Guerra Mundial, el papa Benedicto XV concede el que cada sacerdote pueda celebrar tres misas por la memoria de todos los fieles difuntos y a los católicos ganar la indulgencia plenaria. San Francisco, cuando está tendido en tierra en Santa María de los Ángeles el 3 de octubre de 1226, entona la estrofa de la Hermana muerte introducida en el Cántico del Hermano Sol: «Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal». Orar por los que nos precedieron en la vida franciscana, dar limosna por su eterno descanso y ofrecer sacrificios para que disfruten de la gloria divina (cf. Mt 6,1-6.16-18), son los actos que debemos practicar por los que portaron la antorcha del estilo de vida franciscano en la historia y en la Iglesia.



                                                        Francisco de Asís y su mensaje


                                                                        IV
                                                                       Pautas actuales

            La comprensión y vivencia que tiene Francisco del universo, fundada en la revelación, entraña una espiritualidad que ilumina a la cultura occidental y a la fe cristiana en la actualidad. Veamos.

           
1º. Queda atrás la omnipotencia que el hombre se dio a sí mismo en la Modernidad, un poder absoluto que reduce a sus intereses al mundo y a Dios. El universo es inmenso y, como hemos dicho, conforme tengamos más medios para conocerlo, más conscientes seremos de nuestra pequeñez. Pero mundo y hombre, y esto también lo hemos aprendido, son contingentes, finitos. Nada hay ni dentro ni fuera de nuestra vida que nos pueda convertir en eternos. Las carencias de la vida humana deben conducir a tomar conciencia de que somos creaturas, ciertamente unidas a un mundo muy grande, pero no infinito. El mundo es nuestro compañero de camino, camino que tiene una meta para los dos. Esto obliga a que no nos demos la espalda. El «problema ecológico» que estamos experimentando en un rincón del universo nos lo ha enseñado.
            E
n efecto. El paso de una sociedad de subsistencia, en la que el hombre se integraba en la naturaleza viviendo de sus bienes, a una sociedad industrializada de crecimiento sin límites ha provocado serios desajustes en el hombre y en la tierra. Se observa al menos en tres campos: las urbanizaciones desmesuradas, el agotamiento de los recursos fundamentales y la contaminación medioambiental. Los cambios sufridos en los ritmos biológicos humanos responden muchas veces a unos excesos de sonido, luz, contaminación, etc., y a una habitabilidad que no responde a las exigencias de la vida humana tal y como se ha desarrollado a lo largo de su historia siempre unida a su hábitat natural. La artificialidad de las grandes urbes separa al hombre de su medio ambiente y rompe su relación esencial con la naturaleza alterando su destino común. Por otro lado, la técnica, desarrollada por la ciencia, incide en la sobreexplotación de los recursos naturales. Es evidente que la explotación de las riquezas naturales ni se aprovecha para mejorar la calidad de vida de toda la población, ni responde al trabajo necesario para mantener la vida humana con dignidad. Obedece muchas veces al interés de enriquecimiento de algunos grupos sociales, que han convertido la productividad y el simple valor material de los bienes en su único objetivo vital. Por último, también observamos el desequilibrio producido en el uso y disfrute de los bienes naturales: la contaminación atmosférica, el calentamiento de la tierra, la escasez de agua, etc., cambian la relación del hombre con su medio ambiente, modificando los ecosistemas que hacen posible la habitabilidad de las especies y de la vida humana.
           
El «problema ecológico» es un simple aviso de la mutación habida en el orden creatural por la actividad productiva del hombre. De nuevo hay que recordar que somos criaturas que compartimos un destino común con el universo, dado por Dios. Y la voluntad divina es que seamos administradores de los bienes del cosmos, lo que conlleva su respeto y solidaridad. Hombre y mundo provienen de un acto libre y amoroso de Dios. Ni el cosmos ha creado al hombre, ni el hombre ha sido capaz de hacer un universo como el que contemplamos. Los dos somos dones gratuitos, y en cuanto tales, no somos objetos de compraventa y explotación. Antes al contrario, la identidad de cada uno se salva en la medida en que preservemos la identidad filial y, entre nosotros, fraterna. Si la salvación de Jesucristo sigue a su participación en la creación divina, recuperar la imagen de él que hay en cada ser con el poder del amor de Dios amplía ciertamente el horizonte salvador que señala el cristianismo y que Francisco lo capta y vive de una forma ejemplar. He aquí su respeto y sentido de gratuidad de la creación: «Abraza todas las cosas con indecible afectuosa devoción y les habla del Señor y las exhorta a alabarlo. Deja que los candiles, las lámparas y las candelas se consuman por sí, no queriendo apagar con su mano la claridad, que le era símbolo de la luz eterna. Anda con respeto sobre las piedras, por consideración al que se llama Piedra (cf. 1Cor 10,4) [...].- Prohíbe cortar del todo el árbol, para que le quede la posibilidad de echar brotes. Manda al hortelano que deje a la orilla del huerto franjas sin cultivar, para que a su tiempo el verdor de las hierbas y la belleza de las flores pregonen la hermosura del Padre de todas las cosas. Manda que se destine una porción del huerto para cultivar plantas que den fragancia y flores, para que evoquen a cuantos las ven la fragancia eterna.- Recoge del camino a los gusanillos para que no los pisoteen; y manda poner a las abejas miel y mejor vino para que en los días helados de invierno no mueran de hambre. Llama hermanos a todos los animales, si bien ama particularmente, entre todos, a los mansos» (2Cel 165; cf. 1Cel 81).
           
2º. Así, pues, hay que relacionar el universo y el hombre. Esto no supone identificarlos, defendiendo un geocentrismo extremo; o un fetichismo naturalista que reduzca a la humanidad a una partícula más dentro del proceso evolutivo y expansivo del universo; o formar parte activa de un ecologismo a ultranza, como si no hubiesen aportado nada los avances científicos para mejorar la dignidad humana y la calidad de vida en los ámbitos de la alimentación, formación y salud; o, por el contrario, tampoco debemos defender la participación en una historia humana centrada en sí misma usando el universo sin más referencia al sentido que tiene y a sus valores que provienen de Cristo. Más bien el creyente percibe su existencia en comunión con el mundo y con un destino común.
             Y esto se puede impulsar por los principios expuestos antes. Dios ha dejado su huella en el universo por crearlo en Cristo. La cristificación del universo es una realidad que hay que descubrir y llevarla a cabo, porque el mundo no sólo ha sido creado, sino también redimido, y redimido en esperanza, cuya salvación total recae sobre Dios, que la ha prometido al resucitar a Jesús, y sobre el creyente, que lleva consigo el Espíritu de Jesús. Dios, pues, es inmanente al mundo y, con esta perspectiva, sigue creando y afiliándolo por el Espíritu. Dios no es un Dios ausente que se desliga de la creación al ponerla en movimiento. Dios la ha creado por amor y, por responsabilidad amorosa, está ligado a él como principio vivificador y regenerador, como lo ha demostrado en la Encarnación y en la Resurrección de su Hijo y en el envío del Espíritu, que es el que asegura la permanencia y continuidad de su relación de amor con él. La relación del hombre con el mundo, si parte de esta verdad de fe, no puede ser de explotación ni de desconocimiento. Es ser conscientes de que los dos son seres creados en gratuidad, que los sustenta la bondad de Dios y cuya relación mutua es la fraterna, que entraña admiración y respeto. El acercamiento creyente a la creación no es un romanticismo vacío, sino una actitud que debe asumir la responsabilidad de un don que Dios ha confiado al hombre.

           
3º. Por último, hombre y mundo caminan hacia una plenitud —aún están realizando su proyecto original—, destino que comparten al ser con-criaturas. Si los dos son los «otros» de Dios, no sólo están destinados a entenderse, sino a la comunión con Dios. Y la comunión con Dios se hace en Cristo, que es el lugar del encuentro de toda criatura con su Creador. Entonces se concreta la relación de Dios como una relación paterno filial: Dios es un amor que engendra, cuida y se entrega permanentemente, y el hombre y el universo son los que responden filialmente a la entrega divina. Jesucristo es quien da la forma a la relación y es que él hace posible el porvenir del hombre y el mundo: su resurrección final. No es extraño que el tiempo escatológico se describa en los Evangelios como un banquete de bodas, en el que se dan la mano la felicidad humana y los mejores frutos de la creación (cf. Mt 22,1-10; Lc 14,16-24). Es la esperanza de Pablo (cf. Rom 8,19-24) y del autor del libro del Apocalipsis (cf. 21,1-5).

CRISTO Y LAS RELIGIONES. I. El debate cristológico



                                             CRISTO Y LAS RELIGIONES
                                  

                                                               I
                                                          
                                           El debate cristológico: Status quaestionis


                                                                        Álvaro Garre Garre
                                                                                   Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                                   Pontificia Universidad Antonianum
                                                                 
                                                                                                                                        
El status quaestionis de la teología de las religiones se contiene en la primera parte del documento de la Comisión Teológica Internacional, El cristianismo y las religiones (1996). Aunque este organismo no pertenece al Magisterio de la Iglesia, sin embargo, conviene tener en cuenta sus documentos, dada su relevancia teológica.
El documento de la Comisión Teológica Internacional (CTI en adelante), El cristianismo y las religiones, se divide en tres partes, enmarcadas por una introducción y una conclusión: en la primera parte se ofrece el status quaestionis de la teología de las religiones; en la segunda se establecen los presupuestos teológicos fundamentales; y, finalmente, se apuntan algunas consecuencias para la teología cristiana de las religiones.
La primera parte consta de seis apartados: objeto, método y finalidad (nn. 4-7); la discusión sobre el valor salvífico de las religiones (nn. 8-12); la cuestión de la verdad (nn. 13-15); la cuestión de Dios (nn. 16-17); el debate cristológico (nn. 18-21); y misión y diálogo interreligioso (nn. 22-26).
La segunda parte se divide en cuatro apartados: la iniciativa del Padre en la salvación; la única mediación de Jesús; la universalidad del Espíritu Santo; y la eclesialidad de la salvación.
La última parte se estructura en cuatro apartados: el valor salvífico de las religiones; la cuestión de la revelación; la verdad como problema entre la teología de las religiones y la posición pluralista; y el diálogo interreligioso y el misterio de salvación.
En la Introducción (1-3) se subraya la importancia y actualidad de la cuestión de la relación entre las religiones. Diversos factores de comunicación e interdependencia entre los diversos pueblos y culturas han coadyuvado a una mayor conciencia del pluralismo religioso. La secularización no ha apagado la sed de religiosidad del hombre postmoderno. Hoy urge el diálogo interreligioso para la resolución “de los problemas y necesidades que afectan a la humanidad, para la iluminación del sentido de la vida y para una acción común en favor de la paz y de la justicia en el mundo”.
El cristianismo debe contribuir a que tal encuentro sea posible. Para que este diálogo sea fructífero es necesario que el cristianismo y, en concreto, la Iglesia católica realice una valoración teológica de las religiones. De ahí que el objeto de este documento sea “la elaboración de algunos principios teológicos que ayuden a esta valoración”. No obstante, la CTI es consciente que tal exposición no puede tener carácter sistemático, pues hay “muchas cuestiones todavía abiertas que requieren ulterior investigación y discusión”.
Del documento de la CTI nos interesan dos apartados de la primera parte (la discusión sobre el valor salvífico de las religiones y el debate cristológico). También haremos referencia a uno de los presupuestos teológicos fundamentales de la teología de las religiones: la única mediación de Jesús.

a)     La discusión sobre el valor salvífico de las religiones (nn. 8-12)

Una vez determinado el objeto, método y finalidad de la teología de las religiones, el documento aborda la cuestión de fondo de este tratado teológico-fundamental: ¿son las religiones mediaciones de salvación para sus miembros? Dicho de otro modo, se trata de definir “el estatuto del cristianismo y de las religiones como realidades socio-culturales en relación con la salvación del hombre”. De las muchas clasificaciones que se han ofrecido sobre las diferentes posiciones sobre este tema, la CTI ha escogido para su reflexión la siguiente: eclesiocentrismo, cristocentrismo y teocentrismo.
El eclesiocentrismo exclusivista es una posición, fruto de una interpretación juridicista del axioma “Extra ecclesiam nulla salus”, que hoy nadie defiende conscientemente, sobre todo a raíz de las declaraciones de Pío XII y del Vaticano II sobre la posibilidad de la salvación de los que no forman parte de la Iglesia.
El cristocentrismo, que es la postura más extendida entre los teólogos católicos, admite que las religiones son mediaciones de salvación para sus miembros –dada la voluntad salvífica de Dios y la indisociabilidad entre fe y religión-, pero que, en virtud de la unicidad y universalidad de Jesucristo carecen de autonomía.
Un tercer grupo de pensadores católicos hablan de una revolución copernicana, de un cambio de paradigma: del cristocentrismo al teocentrismo. Según el documento, esta posición tiene parte de su origen en una mala conciencia debida a la alianza de la acción misionera del pasado con el imperialismo colonialista. Su objetivo es promover la acción conjunta de todas las religiones en favor de la paz y de la justicia. El común denominador de este modelo es negar que Jesucristo tenga carácter constitutivo para la salvación del hombre. Las diferencias dentro del teocentrismo estriban en el valor normativo de Jesucristo. Mientras que para unos, Jesucristo es normativo, en el sentido de que no es el único mediador de la salvación, sino el mediador que mejor la manifiesta –el paradigma para los otros mediadores-; para otros, el centro de la salvación es Dios, cuyos designios son insondables.
El soteriocentrismo, al que no duda en calificar como posición pragmática e inmanentista, descubre una estructura soteriológica en todas las religiones, por lo que antepone la ortopraxis (el compromiso de la religión por el bienestar de la humanidad) a la ortodoxia (cristología). De este modo, si para el teocentrismo con cristología no normativa no es posible evaluar ni establecer comparaciones entre los sistemas religiosos, para el soteriocentrismo el valor de la religión está en promover la salvación (o el “Reino”, en términos cristianos).

Sin embargo, creemos que la CTI no alcanza a distinguir el soteriocentrismo del teocentrismo. En efecto, mientras que el teocentrismo es pluralista y relativista, el soteriocentrismo es relacional, porque no dice que las religiones sean relativas entre sí (relativismo) sino relativas al Absoluto. Además, el soteriocentrismo no excluye el cristocentrismo, pues el Reino –la salvación- es inseparable de Cristo.