sábado, 30 de noviembre de 2013

La Inmaculada y Juan Duns Escoto

                                 La Inmaculada y Escoto

Escoto es llamado el Doctor Mariano, sobre todo por su defensa de la Inmaculada Concepción. En los escritos de los Padres aparece cada vez con más intensidad la santidad de María y según Agustín “La piedad exige que la confesemos exenta de pecado” (De la naturaleza y de la gracia, 1 36). No obstante y desde Rom 5,12, el Doctor de Hipona somete a María al pecado de origen para que la salvación de Jesús, la gracia de regeneración, sea necesaria para todo el mundo: “Y no atribuimos al diablo poder alguno sobre María en virtud de su nacimiento, pero sólo porque la gracia del renacimiento vino a deshacer la condición de su nacimiento” (Réplica a Juliano [ob. in.] 4 122).

En tiempos de Escoto, la teología se encontraba con el problema de la necesidad universal de la gracia y la convicción de que el pecado original se transmitía por medio del acto generador humano. Sin embargo, Eadmero, discípulo de san Anselmo, pone las bases para solventar en principio estas dificultades que tenía la teología, aunque la piedad popular seguía su curso convencida de que María fue concebida sin pecado. Eadmero defiende que Dios podía librar a un ser en su concepción del pecado original. “Lisa y llanamente podía y quería; si, por tanto, quiso, lo hizo”: “... potuit plane et voluit; si igitur voluit, fecit” (Tractatus de concepcione sanctae Mariae PL 159 305).

Escoto parte de una comprensión del pecado original diversa a la que se daba en su tiempo. Entiende dicho pecado sólo desde la privación de la justicia original (Ordinatio II d 32 q un. n 7) y niega la relación entre la concupiscencia, que afecta a la carne y de ésta pasa al alma, y dicho pecado de origen, como se concebía en su tiempo (P. Lombardo, II Sent., d 31 c 4). Esta carencia de la gracia primera se contrae en el mismo momento de la concepción, lo que se sigue que no existe voluntariedad en la persona, sino sólo su relación con la voluntad pecadora de Adán dada por la generación natural (Ibíd., n 14). Este pecado se tiene, pues, por las consecuencias del de Adán, que origina un estado de pecado para todos y por el cual Dios quita la justicia debida al hombre, ya que la condición por la que comunica dicha justicia es la obediencia del primer hombre. De hecho, se recobra la justicia por medio de la gracia santificante, que rehace el orden primitivo de la humanidad con la relación filial con el Padre.



Escoto formula tres hipótesis sobre las posibles formas que Dios puede tener para infundir la gracia. La primera es cuando se bautiza después de nacer; o en el desarrollo del feto antes de nacer; o en el mismo instante de la concepción, creando un alma con la gracia santificante. En este último caso, no se contrae el pecado original, porque la persona se crea ya con la gracia. Es el caso de María. Por tanto, la concepción sin pecado es posible desde la mismas condiciones y presupuestos del pecado original, según lo entiende el Doctor Sutil y Mariano.

Desde la afirmación de que todos hemos sido hecho pecado para que todos necesitáramos la gracia de Jesucristo para salvarnos (Rom 5,12), Escoto afirma que la salvación es universal en la medida en que Cristo es un mediador perfecto (Rep. Paris. III d 3 q 1 n 4), al ser perfecto Dios y perfecto hombre (Ordinatio I d 17 p 1 q 1-2 n 111). Por consiguiente, la mediación para la salvación debe cubrir todos los campos posibles para que la redención alcance toda la realidad y supere toda posibilidad de salvación de cualquier otro mediador. Esto se alcanza cuando, no sólo libera del pecado, sino también cuando es capaz de preservar a una persona de él. Es lo que sucedió con su Madre. Jesucristo preservó a María de toda mancha original y ejerció así la mediación universal de la salvación más perfecta posible (Ibíd., III d 3 q 1 n 4), ya que es más fácil reconducir a un pecador a Dios que impedir la posibilidad de que una persona pueda ofender a Dios y separarse de Él; es más fácil evitar el pecado actual que crear la misma imposibilidad de pecar; y se agradecerá más Jesucristo su acción sobre María, porque ha mostrado su mediación en el más alto grado, ratificando su capacidad infinita de salvación (Ibíd., III d 3 q 1).

A esta posibilidad de que María no contrajo el pecado original, se añade la conveniencia de que así sea al no estar en contradicción con la autoridad de la Escritura y de la Iglesia (Ibíd., n 10), según ya había razonado Guillermo de Ware (Quaestiones de Immaculata Conceptione B.M.V. Firenze 1904). Así pues, por Escoto y su Escuela se potencia la defensa de la Inmaculada, a la que se unieron todos los Franciscanos e ilustres seguidores de Santo Tomás como Catarino (_1553), Campanella (_1639), Spada (_1872), etc., además del voto inmaculatista que todas las Universidades Católicas suscribieron comenzando por la Sorbona en 1496. Con Escoto se logró unir la teología y la piedad cristiana.



En fin, todos estos razonamientos de Escoto sobre María vienen a enseñarnos que es la nueva Eva; que en un mundo corrompido por el pecado, es posible ser bueno y llevar una vida inocente y sencilla, como se condujo el hijo de San Francisco,  que imitándola en su corta e intensa vida cristiana y franciscana alcanzó la felicidad y gloria de los santos.




Evangelio. Adviento I (A)

ADVIENTO I (A)

Lectura del evangelio de Mateo 24, 37-44

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del  hombre, pasará como en tiempo de Noé.  Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que  Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los  llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos  hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos  mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.  Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.  Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene  el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.  Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que  menos penséis viene el Hijo del hombre».

            El Adviento mira al pasado: el anuncio de los profetas de la venida del Mesías, que los cristianos celebramos con el nacimiento de Jesús. Y mira también al futuro: la venida del Hijo del hombre para actuar el juicio de salvación. Dicho juicio hace que la vida presente adquiera un sentido exclusivo bien, que es lo que permanecerá de nuestra vida.

1.- Jesús anuncia el juicio divino, y cree que está cercano, como Juan Bautista. Esta inminencia que da a la acción de Dios conduce a que todo hombre se piense y experimente dentro de dicho horizonte, al cual debe remitir y orientar todos sus comportamientos: «A vosotros mis amigos os digo que no temáis a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Os indicaré a quién debéis temer: temed al que después de matar tiene poder para arrojar al fuego. Sí, os repito, temed a ése» (Q/Lc 12,4-5; Mt 10,28).

2.- La proximidad del juicio provoca una tensión que lleva a estar preparado de una forma permanente. El juicio vendrá de improviso, de repente. De dos personas que estén durmiendo en una misma cama, una será elegida y otra rechazada; o de dos que estén moliendo, una será elegida y la otra rechazada (Lc 17,34-35; cf. Mt 24,40-41). De ahí la vigilancia continua ante la cercanía del Señor, que conlleva abrir un espacio en las preocupaciones cotidianas para que éstas no impidan ver la cercana salvación.
Por eso es preferible en esta situación que si alguien debe algo no permita que su acreedor le lleve al juez y éste lo meta en la cárcel, sino que se entienda con él, lo que significa que cambie de vida y haga las paces, es decir, aproveche la oferta presente de salvación que le hace Jesús antes de esperar a un juicio futuro con una condena segura. Así, pues, la cercanía e inicio del Reino en la historia conlleva una actualidad del juicio que se verifica en una condena y, en algunos casos, la victoria del bien.

3.- Se puede invocar el reconocimiento de la actuación y persona de Jesús en el presente a fin entrar en el Reino y juicio futuro: «Si uno se avergüence de mí y de mis palabras, ante esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre de los santos ángeles» (Mc 8,38par); también «Os digo que a quien me confiese ente los hombres, este Hombre lo confesará ante los ángeles de Dios. A quien me niegue ante los hombres lo negarán ante los ángeles de Dios» (Q/Lc 12,8-9; Mt 10,32-33).