sábado, 6 de diciembre de 2014

La Inmaculada Concepción

                                          LA INMACULADA 
                                               SEGÚN ESCOTO



En los escritos de los Padres aparece cada vez con más intensidad la santidad de María y según Agustín “La piedad exige que la confesemos exenta de pecado” (De la naturaleza y de la gracia, 1 36). No obstante y desde Rom 5,12, San Agustín somete a María al pecado de origen para que la salvación de Jesús, la gracia de regeneración, sea necesaria para todo el mundo: “Y no atribuimos al diablo poder alguno sobre María en virtud de su nacimiento, pero sólo porque la gracia del renacimiento vino a deshacer la condición de su nacimiento” (Réplica a Juliano [ob. in.] 4 122).

En tiempos de Escoto, la teología se encontraba con el problema de la necesidad universal de la gracia y la concepción de que el pecado original se transmitía por medio del acto generador humano. Sin embargo, Eadmero, discípulo de san Anselmo, pone las bases para solventar en principio estas dificultades que tenía la teología, aunque la piedad popular seguía su curso convencida de que María fue concebida sin pecado. Eadmero defiende que Dios podía librar a un ser en su concepción del pecado original. “Lisa y llanamente podía y quería; si, por tanto, quiso, lo hizo”: “... potuit plane et voluit; si igitur voluit, fecit” (Tractatus de concepcione sanctae Mariae PL 159 305).

Escoto parte de una comprensión del pecado original diversa a la que se daba en su tiempo. Entiende dicho pecado sólo desde la privación de la justicia original (Ordinatio II d 32 q un. n 7) y niega la relación entre la concupiscencia, que afecta a la carne y de ésta pasa al alma, y dicho pecado de origen, como se concebía en su tiempo (P. Lombardo, II Sent., d 31 c 4). Esta carencia de la gracia primera se contrae en el mismo momento de la concepción, lo que se sigue que no existe voluntariedad en la persona, sino sólo su relación con la voluntad pecadora de Adán dada por la generación natural (Ibíd., n 14). Este pecado se tiene, pues, por las consecuencias del de Adán, que origina un estado de pecado para todos y por el cual Dios quita la justicia debida al hombre, ya que la condición por la que comunica dicha justicia es la obediencia del primer hombre. De hecho, se recobra la justicia por medio de la gracia santificante, que rehace el orden primitivo de la humanidad con la relación filial con el Padre.

Escoto formula tres hipótesis sobre las posibles formas que Dios puede tener para infundir la gracia. La primera es cuando se bautiza después de nacer; o en el desarrollo del feto antes de nacer; o en el mismo instante de la concepción, creando un alma con la gracia santificante. En este último caso, no se contrae el pecado original, porque la persona se crea ya con la gracia. Es el caso de María. Por tanto, la concepción sin pecado es posible desde la mismas condiciones y presupuestos del pecado original, según lo entiende el Doctor Sutil y Mariano.

Desde la afirmación de que todos hemos sido hecho pecado para que todos necesitáramos la gracia de Jesucristo para salvarnos (Rom 5,12), Escoto afirma que la salvación es universal en la medida en que Cristo es un mediador perfecto (Rep. Paris. III d 3 q 1 n 4), al ser perfecto Dios y perfecto hombre (Ordinatio I d 17 p 1 q 1-2 n 111). Por consiguiente, la mediación para la salvación debe cubrir todos los campos posibles para que la redención alcance toda la realidad y supere toda posibilidad de salvación de cualquier otro mediador. Esto se alcanza cuando, no sólo libera del pecado, sino también cuando es capaz de preservar a una persona de él. Es lo que sucedió con su Madre. Jesucristo preservó a María de toda mancha original y ejerció así la mediación universal de la salvación más perfecta posible (Ibíd., III d 3 q 1 n 4), ya que es más fácil reconducir a un pecador a Dios que impedir la posibilidad de que una persona pueda ofender a Dios y separarse de Él; es más fácil evitar el pecado actual que crear la misma imposibilidad de pecar; y se agradecerá más Jesucristo su acción sobre María, porque ha mostrado su mediación en el más alto grado, ratificando su capacidad infinita de salvación (Ibíd., III d 3 q 1).

A esta posibilidad de que María no contrajo el pecado original, se añade la conveniencia de que así sea al no estar en contradicción con la autoridad de la Escritura y de la Iglesia (Ibíd., n 10), según ya había razonado Guillermo de Ware (Quaestiones de Immaculata Conceptione B.M.V. Firenze 1904). Así pues, por Escoto y su Escuela se potencia la defensa de la Inmaculada, a la que se unieron todos los Franciscanos e ilustres seguidores de Santo Tomás como Catarino (_1553), Campanella (_1639), Spada (_1872), etc., además del voto inmaculatista que todas las Universidades Católicas suscribieron comenzando por la Sorbona en 1496. Con Escoto se logró unir la teología y la piedad cristiana.

En fin, todos estos razonamientos de Escoto sobre María vienen a enseñarnos que es la nueva Eva; que en un mundo corrompido por el pecado, es posible ser bueno y llevar una vida inocente y sencilla, como se condujo el hijo de San Francisco,  que imitándola en su corta e intensa vida cristiana y franciscana alcanzó la felicidad y gloria de los santos.