lunes, 20 de julio de 2015

"Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió"

                                                 DOMINGO XVII (B)
  


Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,1-15.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: -Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: -Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: -Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: -Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
La gente, entonces, al ver el signo que había hecho, decía: -Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús, entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

1.- Texto. Jesús enseña con compasión y misericordia a las ovejas abandonadas de Israel, compasión que también abarca a la multitud extenuada y con hambre: «Me da lástima esa gente, pues llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer» (Mc 8,2). Jesús manda a los discípulos que les provean de comida con la intención de mostrarles su impotencia y hacerles ver que no es solución que la misma gente se pueda abastecer de comida. Con el dinero que tienen hacen imposible la compra. Le dicen que un muchacho tiene cinco panes de cebada y dos peces. El pan de trigo o cebada (Jn 6,9) es el alimento base de la población pobre, y el pescado es lo que se añade, lógicamente, en las riberas del lago. Todo esto crea y prepara la situación para el milagro.  El texto que trae la liturgia de hoy corresponde al de Juan, aunque tiene referencias a las dos redacciones de Marcos, que usa una tradición parecida pero no directamente dependiente. El signo de la multiplicación de los panes, según Juan, es para que el pueblo perciba que es el profeta esperado; sin embargo, para Marcos es para que los discípulos «vean» y «comprendan» a Jesús; y comienzan a «entreverlo» con la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías» (8,29). Los Evangelios relacionan entonces profeta, mesías, rey, títulos que la comunidad cristiana dará a Jsesucristo.

2.- Mensaje. «Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado». Los gestos y palabras de Jesús evocan el rito que el padre de familia hace mientras parte el pan en la comida. Es una oración en la que se suele incluir la acción de gracias, la bendición y la alabanza, en las que actúa la relación de Dios a los hombres y de los hombres a Dios a partir, y con ocasión, de las cosas y acciones que mantienen y defienden la vida humana. El pan suele tener la amplitud de un plato, y el primer trozo se lo come quien lo bendice y lo distribuye. Y hay tal cantidad, que sobraron doce canastas. Este dato señala la magnitud del milagro y lo que es más importante: la participación en la mesa de Jesús de toda clase de gente; todo el mundo tiene cabida, sea de la condición que fuere. Es la dimensión universal del Dios del Reino que ofrece la enseñanza y el pan, es decir, la vida.


3.- Acción. El milagro trata de la comida de los hombres, y entendida como un don de Dios. Él da el alimento esencial para vivir, el pan, que resume la subsistencia de todo hombre (Gén 37,25); el pescado se une al pan y al agua como tantas hierbas y carnes que los acompañan. Esta comida, como ofrenda de Dios, fundamenta la comunión entre los humanos, porque hace posible la amistad (Gén 43,25-34), la hospitalidad (Jue 19,20-21) y el perdón (2Sam 9,7). La potencia de Dios cubre las necesidades del hombre cuando la creación y el trabajo no dan para comer, pero con una misma perspectiva: la comida es siempre un don, que sobreabundará en el banquete del Reino, y será como cuando Jeremías comunica a los desterrados: «Y vendrán entre aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor: trigo y vino y aceite, y rebaños de vacas y ovejas; será como huerto regado, no volverán a desfallecer» (Jer 31,12). Es la misión de los cristianos para los 870 millones de personas contabilizados que pasan hambre.






"Decid a la gente que se siente en el suelo"

                            DOMINGO XVII (B)



Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,1-15.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: -Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: -Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: -Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: -Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: -Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

1.- Dios. Jesús ordena que la gente se siente en grupos sobre la hierba verde. Se sentaron en filas de cien y de cincuenta (cf. Mc 6,39-40). Es una imagen festiva, como la del banquete de los tiempos mesiánicos en el que el pueblo disfrutará la salvación definitiva adornada con toda clase de bienes, con un ambiente de libertad. La multitud no es una masa anónima; son personas elegidas y queridas por Dios, que se reúnen espontáneamente alrededor de Jesús para aprender y para compartir la vida simbolizada en la comida, y expresada en el sentido de pertenencia a un mismo pueblo. Por esto, se agrupan formando corros. El verdor del suelo indica que es primavera y signo de esperanza y abundancia. Dios se hace presente.

2.- La Iglesia. Jesús bendice el pan de cebada, el pan de los pobres, el que en el discurso del Pan de Vida significa el pan de vida eterna. Pero para que el pan tenga el valor eterno debe satisfacer las cuatro bases fundamentales del hombre: comida, bebida, salud y formación; y así, poder experimentar qué es la libertad y la justicia. La Iglesia, con Cáritas y muchas organizaciones solidarias que alberga en su seno, continúa la multiplicación de los panes. La Iglesia defiende la producción de bienes, salvando el respeto a la naturaleza y la dignidad humana, y la justa distribución de ellos. Pero más allá de estas dos acciones, siempre hay colectivos y personas indefensas, perdidas en culturas olvidadas por las poderosas, o víctimas de la feroz competencia actual. La Iglesia bendice el pan cada segundo del día en las Eucaristías que se celebran en todo el mundo para hacer presente a Jesús y actualizar la multiplicación de los panes a las personas hambrientas del pan de la Palabra y del pan de la Vida.



3.- El creyente.  Todo lo tenemos asegurado en la vida. La sociedad del bienestar ha logrado que la vida transcurra sin los sobresaltos más importantes que han inquietado a las generaciones precedentes: qué voy a comer mañana; dónde me voy a educar;  quién me va a curar de mis enfermedades; dónde voy a vivir; cuál es mi familia y mi sociedad que me va a procurar los bienes anteriores. Todo lo tenemos previsto: desde el nacimiento hasta la muerte. Felipe le dice a Jesús que con el dinero que tienen no hay bastante para comprar pan para todos. Y Jesús se encarga de que lo haya. Debemos dejar una puerta abierta de nuestra vida a Dios, al amor de los demás. Tendremos sorpresas agradables si en vez de agarrarnos a nuestras seguridades, dejamos volar nuestra alma por parajes más abiertos; ciertamente más inseguros, pero más proclives a la belleza y a experiencias humanas de amor y libertad. Y no debemos cerrar las ventanas que tienen a Dios como horizonte. Él da un felicidad que «el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman» (1Cor 2,9; cf. Sal 19,4).