viernes, 30 de mayo de 2014

Santos/Beatos Franciscanos: 2-8 junio

                          2 de junio


         Camila Bautista Varano (1458-1524)

Santa María Camila nace en Camerino (Macerata. Italia) el 9 de abril de 1458, hija natural de Julio César Varano. Pide a su padre el ingreso en el monasterio de las Clarisas de Urbino. Él se opone, pero, al final, da su permiso ante la insistencia de María Camila. Julio César rehace entonces el monasterio de Santa María Nueva para vivir junto a su hija. Camila profesa tomando el nombre de Bautista. Escritos místicos suyos: «Los dolores mentales de Jesús», «La vida espiritual», «Las consideraciones sobre la pasión»; «El tratado de la pureza del corazón», las «Oraciones» y las «Poesías». Su padre y hermanos son asesinados por las tropas de César Borgia que toman Camerino. Aquí se ratifica en el seguimiento de Jesús pobre y crucificado y perdona a los asesinos de su familia. Muere en Camerino el 31 de mayo de 1524 a la edad de 66 años. El papa Gregorio XVI aprueba su culto el 7 de abril 1843. Es canonizada por el papa Benedicto XVI el 17 de octubre de 2010.

Oración. Señor, Dios nuestro, que has distinguido a Santa Camila Bautista por la contemplación de la pasión de tu Hijo Jesucristo; concédenos, por su intercesión, la gracia de amar la cruz de Cristo y alcanzar la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

                         2.1 de junio


            Félix de Nicosia (1715-1787)

San Félix nace en Nicosia (Sicilia. Italia) el 5 de noviembre de 1715, en una familia pobre, pero muy religiosa. El mismo día recibe el bautismo con los nombres de Felipe Jaime. Su padre, zapatero, murió un mes antes de que él naciera. Félix continúa con el trabajo de su padre. Solicita entrar en los Capuchinos de Nicosia, y no es admitido hasta ocho años después. Hace el noviciado en el convento de Mistretta 1743; toma el nombre de Félix; profesa el 10 de octubre de 1774. El primer traslado es a Nicosia, donde ejerce el oficio de limosnero, ayudando a la comunidad y a los pobres, con los que compartía los bienes que recolectaba. Esta labor la alterna con el trabajo en el huerto y en la enfermería. Es devoto de Jesús crucificado, de María la Vir-gen y de la Eucaristía. Muere el 31 de mayo 1787. El papa León XIII lo beatifica el 12 de febrero de 1888 y Benedicto XVI lo canoniza en 2005.

Oración. Dios misericordioso, que enseñaste a San Félix de Nicosia a servirte con simplicidad y humildad, y dispusiste su corazón para los bienes celestiales, concédenos imitar sus ejemplos en la tierra para participar de su gloria en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

                          4 de junio


                    Andrés Caccioli de Spello (1194-1254)

El beato Andrés Caccioli nace en Spello (Umbría. Italia) en el año 1194. Cursa los estudios eclesiásticos y se ordena sacerdote. Conoce a San Francisco e ingresa en la Orden en 1223 para seguirle en su imitación a Cristo pobre y crucificado. Asiste al tránsito de San Francisco el 3 de octubre de 1226. En 1233 preside el Capítulo de España celebrado en Soria. Después se retira a Las Cárceles, llevando una vida de oración y penitencia. Dirige a las Clarisas de Spello desde el año 1248, cuya abadesa es la beata Pacífica Guelfuccio, familia y discípula de Santa Clara. Ayuda a las hermanas a seguir el estilo de Santa Clara en contra de la Regla mitigada del Cardenal Hugolino. Fallece el 3 de junio de 1254. Es copatrono de Spello desde 1360. El papa Clemente XII aprueba su culto el 25 de julio de 1738.

Oración. Señor, tú que otorgaste al beato Andrés la gracia de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por su intercesión, la gracia de vivir fielmente nuestra vocación, para que así tendamos a la perfección que tú nos has propuesto en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

            4.1 de junio


             Pacífico de Cerano (1424-1482)

El beato Pacífico nace en Cerano (Lombardía. Italia) en el año 1420; pertenece a una familia muy influyente en la sociedad llamada Ramati. Ingresa en la Orden en el año 1445 en Novara. Una vez ordenado sacerdote, se entrega por entero a la conversión de los cristianos con la predicación evangélica; promueve con vigor la devoción a María; participa en la cruzada contra los turcos. Escribe la «Somma Pacifica» o «Trattato della Scienza di confessare» sobre cómo proceder para escuchar las confesiones de los fieles (en italiano: Milán 1479, y latín: Venecia 1501. 1513). Es enviado a Cerdeña como Visitador de las fraternidades franciscanas de la región, donde fallece. Es enterrado en Cerano. El papa Benedicto XIV aprueba su culto el 7 de julio de 1745.

Oración. Señor, luz de tu pueblo y pastor de los hombres, que, dentro de la Iglesia, has confiado al beato Pacífico la misión de apacentar a tu pueblo con su predicación y de iluminarlo con su vida y su ejemplo, concédenos, por su intercesión, guardar íntegro el don de la fe que nos legó su palabra y seguir el camino que nos marcó su ejemplo. Por nuestro Señor Jesucristo.


                          6 de junio


             Lorenzo de Másculis de Villamagna (1476-1535)

El beato Lorenzo nace el 12 de mayo de 1476 en Villa-magna (Chieti. Italia), hijo de Silverio de Másculis y de Pippa de Eletto. Ingresa en la Orden de los Hermanos Menores. Ordenado de presbítero se entrega a la proclamación del Evangelio por Italia. Su palabra va acompañada de una vida ejemplar –caminaba siempre descalzo–, y profecías y milagros, siguiendo la estela de San Juan de Capistrano, apóstol de los Abruzzos y de Europa. Su servicio apostólico dura unos 35 años. En el año 1535 predica la Cuaresma en Ortona a Mare, padece un ataque de gota, cuyo dolor soporta con gran resignación, y muere el 6 de junio. En 1829 se coloca su cuerpo, incorrupto, bajo el altar mayor de Santa María delle Grazie. El papa Pío XI aprueba su culto el 28 de febrero de 1923.

Oración. Señor, luz de tu pueblo y pastor de los hombres, que, dentro de la Iglesia, has confiado al beato Lorenzo la misión de apacentar a tu pueblo con su predicación y de iluminarlo con su vida y su ejemplo, concédenos, por su intercesión, guardar íntegro el don de la fe que nos legó su palabra y seguir el camino que nos marcó su ejemplo. Por nuestro Señor Jesucristo.


              6.1 de junio


       Diego Oddi da Vallinfreda (1839-1919)

El beato Oddi nace el 6 de junio de 1839 en Vallinfreda (Roma. Italia), hijo de Vicenzo Oddi y Bernardina Pasquali. Hasta los 33 años no puede cumplir sus deseos de ingresar en la Orden, porque debe hacerse cargo de parte de las responsabilidades familiares. Entra en Bellegra como “Terciario Oblato” en el año 1872. Cuando en 1877 son expulsados los religiosos de la casa de retiro, el beato se encarga de cuidar el huerto del convento. En 1878 se reabre el convento; en 1784 se implanta el noviciado, en el que ingresa el 12 de febrero; profesa el 14 de febrero 1786 y los votos solemnes los emite el 16 de mayo de 1889. Permanece en Bellegra hasta el día de su muerte, acaecida el 3 de junio de 1919. Ejerce el oficio de hortelano, limosnero, portero. Lleva una vida de oración y penitencia ejemplar. El papa Juan Pablo II lo beatifica el 3 de octubre de 1999.

Oración. Señor, tú que otorgaste al beato Oddi la gracia de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por su intercesión, la gracia de vivir fielmente nuestra vocación, para que así tendamos a la perfección que tú nos has propuesto en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

              8 de junio


             Nicolás de Gésturi (1882-1958)

El beato Nicolás nace el 5 de agosto de 1882 en Gésturi (Cágliari. Italia); pertenece a una familia humilde y muy religiosa. Huérfano de padres se dedica a las labores del campo. En el año 1911 ingresa como hermano oblato en la fraternidad capuchina de San Antonio de Cágliari. El 30 de octubre de 1913 inicia el noviciado; profesa el 1 de noviembre de 1914, y hace la profesión solemne 16 de febrero de 1919. Es trasladado a diferentes fraternidades de Cerdeña hasta que regresa a la fraternidad de Cágliari donde permanece 34 años como limosnero. Posee un profundo espíritu de oración y una caridad inmensa, dándose a los pobres. Es fiel a las devociones franciscanas como la Eucaristía y la devoción a la Virgen María. Muere el 8 de junio de 1958. El papa Juan Pablo II lo beatifica el 3 de octubre de 1999.


Oración. Dios Padre misericordioso, que en el beato Nicolás has dado un ejemplo de oración y humildad callada, concédenos, por su intercesión, que podamos llevar a Cristo a los hermanos con la santidad de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

El Espíritu Santo

                                 
                                                                                 EL ESPÍRITU SANTO

                                                                                 I
                                                 
                                             
                                                                                      Jesús y el Espíritu

            La relación de Dios con sus criaturas, centrada en el futuro Mesías, recae sobre Jesús, según la reflexión cristiana. Tal es así, que quien no reconoce la vida y misión de Jesús blasfema contra el Espíritu Santo (cf. Mc 3,29). Jesús recibe el Espíritu, que está presente desde su misma concepción, como hemos expuesto antes. La presencia de Jesús en la historia se debe al Espíritu, que aparece de nuevo cuando los Evangelios sitúan el bautismo de Juan Bautista en los momentos previos a su proclamación del Reino de Dios.
            No se sabe con certeza cuándo surge en Jesús la experiencia de su peculiar filiación divina y la posesión del Espíritu con el que desarrolla la proclamación del Reino. La tradición cristiana coloca esta conciencia de Jesús en el bautismo por Juan, donde Dios le revela su identidad y misión. Esto significa el preámbulo de su actividad pública y, por consiguiente, un cambio trascendental de su vida, que su familia no ha presentido a lo largo de su convivencia doméstica.
           
Dice el texto: «Por entonces vino Jesús de Nazaret de Galilea y se hizo bautizar por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua, vio que los cielos se rasgaban y el Espíritu bajando sobre él como una paloma» (Mc 1,9-10par). Salido de las aguas, es decir, cumplida la encomienda del Bautista, Jesús ve al instante que los cielos se rasgan. En esta experiencia personal comprende que Dios se le comunica bajando de su propia gloria, como él mismo acaba de subir del agua, provocándose el encuentro mutuo en la tierra amorosamente creada. Y es un descenso divino apasionado. El cielo no se abre para que salga Dios según relata Marcos, como sucede en Mateo (3,16) y Lucas (3,21), sino que está definitivamente abierto para que Dios, ¡por fin!, irrumpa sobre Jesús con el objetivo de cumplimentar la última escena de la historia de la salvación. Es como si Dios hubiera reconocido en el ámbito histórico a su Hijo; es como si hubiera encontrado a alguien disponible a quien entregarse plena y personalmente y preparado para que le obedezca, pues la relación de Dios con los hombres estaba truncada desde la desobediencia de Adán (cf. Gén 3,6). Entonces desciende el Espíritu, el Espíritu de Dios (cf. Mt 3,16) o Espíritu Santo (cf. Lc 3,22), que ha anunciado Juan, quedando éste en la dimensión de la espera y esperanza, que no en la realidad de la presencia del Reino. El Espíritu baja del cielo por la decisión propia de Dios, que no por la acción del bautismo de Juan, y es probable que se refiera a la unción específica que le hace Dios (cf. Is 42,1-4; Miq 3,8). Mas el Espíritu, invisible, que es el símbolo de la vida y fuerza de Dios, lo experimenta Jesús de una forma plástica: viene del cielo como desciende una paloma hacia su nido o hacia su cebadero.
           
A continuación pasa Jesús del ver al oír: «Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» (Mc 1,11par). Dios se dirige directamente a Jesús como su Padre. Es una afirmación que expresa dónde está enraizada la vida de Jesús. El Padre declara su amor y predilección por su hijo único. Esta predilección no lleva consigo el sentido antiguo de poder cuando se relaciona con el rey mesías a quien unge Dios para defender a Israel de las naciones enemigas, además de conquistarlas y dominarlas (cf. Sal 2,2.8-9). Más bien se relaciona con la cercanía y amor de Dios que plenifica la vida de Jesús, lo cual le señala como Hijo único, el amado, que en Marcos es posible que evoque el sacrificio que supone la entrega, como sucedió con Abrahán e Isaac (cf. Gén 22,2; Am 8,10), ya que Dios Padre se une a ese Hijo predilecto (cf. Mc 12,6) que da la vida para la salvación del hombre, según su propio designio. Y Jesús es, además, el siervo (cf. Is 42,1), el predilecto de Dios que le ha capacitado al darle su Espíritu para devolver la fidelidad y estabilidad de la alianza entre Dios y los hombres. El Espíritu reposa sobre él como la Gloria de Dios descansaba sobre la tienda de la reunión (cf. Jn 3,34-36).
            El Espíritu posee a Jesús antes de iniciar su ministerio en Palestina. Ese mismo Espíritu le conduce al desierto para que, como Hijo de Dios, sea tentado por el diablo. Las tentaciones, que son un resumen de las que experimentó en su vida pública, muestran la fidelidad y obediencia de Jesús a Dios.
            El Espíritu concibe a Jesús (cf. Lc 1,35), desciende sobre él y le da la identidad filial (cf. Mc 1,11par), le indica la forma de siervo obediente para llevar a cabo la misión (cf. Mc 1,12-13), y ahora le presenta a su pueblo para que proclame el contenido del Reino que va a revelar (Lc 4,14): es un acto programático de todo lo que va a llevar a cabo en Israel; es decir, quien lo habilita para esta misión es también el Espíritu. Y con él llegan los tiempos nuevos simbolizados con la persona y la actividad de Jesús
            La escena la elabora Lucas (4,16-30par). Jesús va a Nazaret después de una gira por algunos pueblos de Galilea, donde la gente se entusiasma con su predicación (cf. Mc 1,32-34.39par). Jesús visita la sinagoga y lee al profeta Isaías ante sus paisanos: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Is 61,1-2; 58,6). Jesús suprime la expresión «día de la venganza del Señor» (Is 61,8) y se presenta como el profeta que va a enviar Dios al final de los tiempos, o como mesías según se interpretaba en algunos ambientes (cf. 11 QMelk; 4Q 521); la unción del Espíritu la ha tenido en el bautismo, donde se le ha consagrado para realizar su misión mesiánica.
           
La acción comprende lo siguiente: se centrará en los que esperan la ayuda del Señor ante una situación de pobreza y marginación extremas; ofrecerá la libertad a los que estaban encarcelados y desterrados, y hará ver a los ciegos, que significa «ver» al que trae la salvación para acceder a ella, ya que el profeta es la luz del mundo (cf. Is 42,6-7), como Juan presenta al ciego de nacimiento (cf. Jn 9,35-38). Por último, inauguraría con su presencia el año jubilar que se debía celebrar cada 49 años donde cada uno recuperará sus tierras, o se le perdonarán sus deudas, o se restablecerá su dignidad al liberarse del sometimiento a un amo (cf. Lv 17-26). Sin embargo se entiende mejor la expresión como «un año de gracia», un año en el que el Señor, por el Espíritu que posee Jesús, se mostrará con bondad y actuará con misericordia, con la salvación largo tiempo esperada (cf. Lc 4,24; Hech 10,35). Y esta salvación comienza a cumplirse «hoy» con la presencia de Jesús, que es la presencia del Espíritu del Señor (cf. Lc 4,21), como sucede cuando nace (cf. Lc 2,11), con la curación del paralítico (cf. Lc 5,26), con la providencia del Padre para con sus hijos (cf. Lc 12,28), con la denuncia a Herodes (cf. Lc 13,32), con la conversión de Zaqueo (cf, Lc 19,9) y con la donación del paraíso al crucificado con él (cf. Lc 22,34). La nueva fuerza del Espíritu dado a Jesús proclama la actuación misericordiosa de Dios en la historia, la liberación de todos los oprimidos y los inicios de la salvación definitiva personal y colectiva.
            «Jesús gritó con voz fuerte: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). El grito que precede inmediatamente a la muerte en Marcos (15,37), Lucas lo convierte en una oración recogida del Salmo 31,6 y practicada por Israel como oración de la tarde. Lucas acentúa la actitud de oración de Jesús a lo largo de su ministerio. En este caso, el sentido del Salmo es que el justo se fía de Dios, confía su vida a Él; le cede la custodia de su existencia cuando los hombres se empeñan en arrebatársela o la tienen minusvalorada. La escena en la cruz describe una reacción de Jesús contraria a la ausencia y lejanía de Dios que relata Marcos. Jesús recobra su condición filial, por eso Lucas cambia el «Dios» del Salmo por el «Padre» con el que se ha relacionado a lo largo de su vida, p.e., en la Oración de júbilo (cf. Q/Lc 10,21), en el Padrenuestro (cf. Q/Lc 11,2) o cuando se dirige a Dios en Getsemaní (cf. Mc 14,36par). Jesús entrega al Padre la poca vida, «espíritu», que le queda; la vida que se ofrece en el momento de la creación (cf. Gén 35,18) y que en Jesús procede del Espíritu y de María y forma parte del ser divino; y se la devuelve al Padre como algo que le pertenece esencialmente. Por eso ha nacido de Él, ha permanecido en la vida pendiente y dependiente de Él y a Él se la remite como un acto natural y familiar.