lunes, 6 de octubre de 2014

«Id a los cruces de los caminos y llamadlos a todos a la boda »

                 Domingo XXVIII (A)

              
               «Id a los cruces de los caminos y llamadlos a todos a la boda»


Lectura del santo Evangelio según San Mateo 22,1-14

 Volvió a hablarles Jesús en parábolas, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
            El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

1.- El Señor.  El Señor invita a la alianza que ha establecido entre su Hijo, e Israel, y después entre su Hijo y todos los hombres. El Señor se revela en Jesús como el Padre/Madre de todo cuanto existe. Todo lo ha hecho «bueno», sobre todo a los hombres y mujeres que los ha creado «muy buenos». Aún más, ha enviado a su Hijo para que recupere a aquellos que viven en la perdición y en la esclavitud del pecado. Por eso los criados se ponen en los cruces de los caminos para que no se les escape nadie: todos hemos sido llamados por su amor al festín que simboliza la vida eterna y feliz. Los apóstoles, los evangelizadores, los testigos del amor que hay en las familias, en las responsabilidades sociales, etc., son los apóstoles enviados por el Señor para que, con su vida, se vistan de un traje de gala: los valores de la vida nueva de Jesús, los frutos del Espíritu, que dice Pablo: «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, Bondad, fe, mansedumbre, templanza» (Gál 5,22-23).

2.- La comunidad.- La parábola describe la destrucción de Jerusalén y de su templo por el ejército romano que manda Tito. Los judíos convertidos al cristianismo comprenden ahora las serias advertencias que Jesús dio a sus conciudadanos en Palestina. El Reino se le ha quitado. Las miradas y preferencias del Señor pasan a otra comunidad. La «comunidad de los santos», como le gusta decir a Pablo. Son los elegidos que forman la Iglesia y esperan la inminente venida del Señor que resucitará a todos. Pero el Señor tarda. La comunidad se tiene que organizar, los plazos para transformar la vida para bien se alarga. Y el pecado también se institucionaliza en la Iglesia. Hay que llevar cuidado con los que hemos sido llamados en la segunda vuelta, porque el amor continua vigente siempre. Y la comunidad, y nosotros con ella, tiene que ser su testigo ante todos los pueblos. 

3.- El creyente.  «Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos». Es una advertencia a los que estaban convencidos que el Señor vendría pronto y los salvaría. Y no fue así. Ni tampoco es así: «Dios que te creo sin ti no te salvará sin ti», nos dice Agustín. Antes hemos descrito los frutos del Espíritu que son el traje que debemos ponernos para asistir al banquete. Son las obras de amor que debemos realizar a lo largo de nuestra vida, y desterrar de nuestras relaciones personales lo que nos dice también Pablo: «Antes sí erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas» (Ef 5,8-11; cf. Col 3,5). Este es el banquete que podemos tener en la vida con Jesús: vivir desde él, con él y los demás, para servirles.


«Allí será el llanto y el rechinar de dientes»

              Domingo XXVIII (A)
«Allí será el llanto y el rechinar de dientes»

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 22,1-14

            Volvió a hablarles Jesús en parábolas, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
            El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

1.- Texto. Un rey prepara un gran banquete para la boda de su hijo. Envía a sus criados para que inviten a una serie de personas por dos veces. No van los invitados porque tienen tareas que hacer. Finalmente, los siervos recogen a todo el mundo. El banquete hace referencia a la forma de describir el futuro de Israel, un futuro que el rey está empeñado que esté lleno, y, además, indica su deseo apremiante de que todo el mundo participe. Los primeros invitados, y tantas veces únicos, ―los judíos―están en riesgo de ser excluidos de la salvación y, por tanto, castigados a no participar del festín del Reino. Hay nuevas gente llamada a participar en la nueva Alianza que el Señor ha sellado con la muerte y resurrección de Jesús. Aunque el añadido de Mateo es muy artificial ―si invita el rey a todos los que encuentran por los caminos, se supone que les regala el traje además de la comida―, también es una seria advertencia a los que siguen a Jesús. Pablo también lo advierte ante los escándalos, por ejemplo, de la comunidad de la ciudad de Corinto (cf. 1Cor 5).
2.- Mensaje. En la parábola hay dos juicios muy severos: a Israel y a los cristianos que no viven la vida nueva que Jesús nos ha dado. Existe, pues, una responsabilidad humana ineludible ante la cercanía bondadosa de Dios. Como se rechace ésta, se aboca a una condena y castigo, desde el juicio que emite Jesús. Cuando envía a los discípulos a predicar el Reino y son rechazados, manda que se sacudan el polvo de los pies, el que se acumula en las sandalias durante el camino, como signo de ruptura y de la maldición de Dios sobre ese lugar, ya que rechazar al mensajero y su mensaje es cerrarse a lo que es capaz de salvar en el juicio. Lo mismo sucede con el siervo sin entrañas citado (cf. Mt 18,23-35), porque si no es capaz de perdonar en la misma medida en que el amo le ha perdonado, la salvación dada por Dios se traduce en condena, como pasará con la «generación» que escucha a Jesús si no se convierte: entonces los ninivitas y la reina del Mediodía serán testigos en el juicio de su perdición. Esta condena y el castigo que lleva consigo lo advierte Jesús a sus conciudadanos y a los que se comporten con indignidad en las comunidades cristianas: «Allí será el llanto y el rechinar de dientes».

Soledad
3.- Acción.-  Jesús intenta por todos los medios que sus conciudadanos no pierdan su sitio en el banquete final y decisivo. Pero son ellos los que se excluyen, no el Señor, cuya voluntad de que participen es muy explícita. El infierno es creación de la libertad humana que ha introducido el mal en la historia y en la cultura. El infierno no es una creación del Señor para castigar a los malos. Es la soledad para los que han vivido para sí toda su vida. El Señor sólo sabe amar y desconocerá a aquellos que sólo han vivido para sí, como éstos al Señor. Son vidas paralelas que jamás se encuentran.― Hay que tener en cuenta que nadie participa del Reino si no es invitado por el Señor, y el hombre se pierde por propia voluntad. He aquí la urgencia y seriedad de la llamada de Jesús, como sus esfuerzos para que nadie se condene. No obstante, Jesús es muy claro sobre el destino de los que no responden a la invitación al convite: son vidas que se quedan fuera; se pierden.