martes, 10 de diciembre de 2013

Evangelio. III Adviento (A)


                                               EVANGELIO

                                   Domino III de Adviento (A)
                                              
1.- Juan envía a sus discípulos a Jesús con este recado: «¿Eres tú el que había de venir, o tenemos que esperar a otro? [... Jesús] les respondió: Id a informar a Juan lo que habéis visto y oído: ciegos recobran la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la buena noticia. Y dichoso el que no tropieza por mi causa»(Lc 7,18-23; Mt 11,3-6).
Al interrogante, por la lógica duda de Juan, responde Jesús con las señales que han dado los profetas sobre los tiempos finales cuando el Señor se decidirá definitivamente a salvar a su pueblo y a emprender el éxodo final con situaciones bien patentes de liberación: la vida para los muertos; el oído, la vista y el alimento para los sordos, los ciegos y los pobres; la autonomía y el habla para los paralíticos y los mudos; y sobre todo la buena nueva a los pobres. Pero Jesús silencia los castigos que acompañan a este tiempo y el futuro de venganza y desquite, que son parte importante del mensaje de Juan: «Dios viene vengador» (Is 35,4); «día de la venganza del Señor» (61,2; 29,20)



2.- El mensaje esperanzador de Jesús y el éxito que encuentra en los inicios de su proclamación caminan hacia su verdadera meta nacida de su experiencia de Dios: «... para dar la buena noticia a los que sufren» (Is 61,1), porque el Espíritu santo del Señor se ha derramado sobre él (Is 11,2; cf. Lc 4,18-19). Este convencimiento de Jesús sobre su elección divina y el lugar prominente que ocupa en la economía salvadora diseñada por Dios para Israel hace que invite a Juan a admitirle como el enviado divino anunciado y cambie de postura de probable perplejidad y sorpresa. Por eso: «Y dichoso el que no tropieza por mi causa» (Lc 7,23; Mt 11,6).
Sin embargo, no hay respuesta alguna de Juan, y menos en un sentido positivo, es decir, que crea que Jesús es el que él ha anunciado como el «más fuerte» y el que «bautizará con Espíritu santo». Que se mantengan los discípulos de Juan en la era cristiana, es un indicio de la no aceptación por parte de Juan de las pruebas de Jesús. Otra vez más un profeta no ve cumplidos sus designios a lo largo de su existencia, aunque, en este caso, haya tenido la posibilidad de admitir a Jesús como el enviado del Señor por el testimonio de los dos testigos escogidos entre sus discípulos y la prueba de los milagros en favor de los pobres (Lc 7,18; Mt 11,2).