lunes, 16 de diciembre de 2013

Evangelio. IV Domingo de Adviento

IV Domingo de Adviento (A)

            Evangelio de Mateo 1, 18-24


El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
 
1.-  Los desposorios se formalizaban un año antes de celebrar la boda y convivir los esposos. Es la situación en la que se encuentran José y María y que refiere el Evangelio. El mensajero divino anuncia el nacimiento de Jesús en la línea del nacimiento de  Isaac, Moisés, Sansón, Samuel.  Todos vienen a la vida como un don divino, que no de una relación humana. El Espíritu, que es la relación de amor de Dios con su criatura, origina la presencia del Hijo en la historia para recrear la humanidad sumida en el pecado.  Por tanto, es la misión la que establece el origen de Jesús.
2.- Jesús es la Palabra del Señor hecha vida. Dios se pone al alcance del hombre, para que pueda ser entendido, para que la salvación se encarne en todas las dimensiones que entraña la existencia humana: personal, relacional, social, natural; material, psíquica, espiritual. Es la naturaleza bio―psico―social la que se ve afectada por completo. No es una idea la que pronuncia el Señor, ni una filosofía la que proclama para bien de todos, ni un libro que dicta para que lo leamos y nos convenzamos de su plan de salvación. No es eso. El Señor nos habla por medio de una historia humana, que es la de Jesús.
3.- Y si el Señor habla por Jesús, Jesús necesita un padre y una madre, una familia como todos tenemos, donde llegue a ser hombre. José y María dejan de ser ellos mismos para ponerse a disposición del Señor: «Hágase en mí según tu palabra»,  «Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor». Su renuncia de sí para servir a Dios es lo que hace posible el nuevo sentido humano que nos ofrece Jesús como revelación del Padre: devolvernos la libertad para amar el bien y que en horizonte aparezca de nuevo la experiencia de la felicidad y plenitud humana. Por eso damos la bienvenida a Jesús y a quiénes lo hicieron posible: José y María en su relación con el Señor.


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