viernes, 3 de enero de 2014

Libro de Dunn: Comienzos del Cristianismo

COMENZANDO DESDE JERUSALÉN. II/1-2

                                                            de JAMES D.G. DUNN





Recensión del prof. RAFAEL SANZ VALDIVIESO
Pontificia Universidad Antonianum/ Instituto Teológico de Murcia OFM

Este poderoso y monumental volumen del prof. Dunn, ―editado en dos tomos en español― se sitúa en el punto donde terminó su anterior volumen encuadrado en el título general: «El Cristianismo en sus comienzos I: Jesús recordado». De ahí que se continúe con las partes VI, VII, VIII y IX con los capítulos 20 hasta el 37. Se trata de estudiar de forma coherente, y en sentido unitario, la formación del cristianismo primitivo, o mejor, la formación de la fe cristiana, en la primera comunidad cristiana, con la presencia de los helenistas y la misión a los paganos, la misión propia de Pablo y su importancia desde su vocación como apóstol. Si el primer volumen se centraba en la persona de Jesús, como punto de arranque, considerando el hecho de la fe en él como parte de la historia y teniendo la fe un papel integrador de los que supone el método histórico crítico, ahora se propone estudiar el periodo de tiempo que va desde el año 30 hasta el 70 (fecha de la caída de Jerusalén, de la destrucción del templo), término de la primera generación cristiana posterior al ministerio terreno de Jesús, teniendo en cuenta las fuentes y los datos históricos, sobre todo de los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo (que ya había estudiado en su obra The Theology of Paul the Apostle, 1998).
Los matices que introduce en el uso de los términos (cristiandad, cristianos, iglesia, sinagoga, discípulos, creyentes, los que invocan el nombre del Señor, hermanos, santos, elegidos, pobres, etc.) son claros para comprender la identidad corporativa y la variedad de relaciones e interacciones de las comunidades cristianas primitivas que continuaban la misión de Jesús. Desde Jesús hasta la misión de Pablo y su anuncio de Jesús crucificado como Señor, es decir, del Reino de Dios anunciado por Jesús se llega al evangelio de o sobre Jesús, ya desde muy pronto, como indicaría el himno de Flp 2,6-11. Se ha pensado que esa transición es obra de Pablo, quien habría transformado el evangelio del Reino en el evangelio de Jesucristo; de haber anunciado el reinado futuro a su cumplimiento en Jesucristo (pero la cristología comienza en el mismo Jesús). De la secta judía a la religión que incluye a los gentiles, puede resumir el movimiento que va desde la muerte y resurrección de Jesús hasta la distinción o separación en el año 70. Las fuentes se mencionan según una conexión que no borra el dato de ser externas (desde Flavio Josefo a Dion Casio, que aluden o citan un movimiento identificable) o las propias de la comunidad cristiana, como el Libro de los Hechos, cuyo autor es Lucas y las cartas de Pablo. En el caso de Lucas, es la segunda parte de su obra histórica, de su “diêgêsis” de los hechos que “nos transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra” (de la acción de Dios y su propósito), por eso el valor positivo de los pasajes “nosotros” de Hechos. Una tabla compara lo descrito en Hechos con la actividad de Pablo. Es una historia que narra la salvación en Jesucristo como continuación de la historia bíblica de Israel (reino de Dios aludido en Hechos), aun aceptando una cierta idealización de la primera comunidad de Jerusalén. En las cartas de Pablo hay una consciente asunción de elementos, credos, liturgia, fórmulas kerygmáticas, que forman parte del patrimonio cristiano anterior a Pablo y la transmisión de las enseñanzas de Jesús.
La séptima parte contiene seis caps., que describen el comienzo en Jerusalén de la comunidad después de Pentecostés y los aspectos internos y formación de la primera comunidad, relatando su carácter religioso, su centro era el grupo de los Doce y en concreto algunos, Pedro, Santiago y Juan; la fe en Jesús y el significado de su muerte asumido en ella al confesar la resurrección. También se estudia el grupo de los helenistas con los siete diáconos y su relación con Antioquía, aunque hablar de una teología antioquena quizá sea prematuro si se refiere a esos años cuarenta del siglo I, cuando la predicación se ha hecho en lengua griega, con un  probable desarrollo de la cristología y de un comienzo de tradición que se sedimenta en Q o en la formación del concepto de “ekklêsía”. Pero es también el momento de la emergencia de Pablo, que empieza en Antioquía su viajes misioneros, de la misión de Pedro y de la crisis de crecimiento que refleja Hechos 13-15 la misión en Chipre y Asia Menor y la asamblea de Jerusalén, el incidente de Antioquía y el enfrentamiento entre Pablo y Pedro, Santiago, etc.
La parte octava está dedicada a Pablo, apóstol de los gentiles, exponiendo en seis capítulos la cronología y datos principales sobre los viajes y tareas de Pablo, su figura como apóstol, su percepción personal, su estrategia, su métodos de apostolado, sus colaboradores, su pensamiento o su “evangelio” y su obra literaria, pues es escritor de cartas. Las iglesias paulinas y su formación, su composición y sociología, las relaciones entre sí, así como la misión en el mar Egeo, situándose en Éfeso y prolongándose a Corinto y Acaya (Grecia y Macedonia), época de las cartas a los Corintios, de gran importancia por representar un aspecto crucial de su apostolado y por las consecuencias que tuvo la primera carta en la comunidad, como deja ver la 2Cor y el modo de comprender la formación y evolución interna de una iglesia. La carta a os Romanos es estudiada en el cap. 33, en el momento en que se despide de Éfeso y de las iglesias de Asia Menor.
La parte novena está dedicada a los años finales de Pablo, su arresto en Jerusalén, su traslado a Roma, las cartas escritas en este tiempo y a los años finales de Pedro hasta su martirio. La iglesia de Jerusalén y el momento de la crisis de la guerra contra Roma, junto con el silencio sobre Santiago y la iglesia que sabemos por noticias de los historiadores citados por Eusebio. Al final, el cap. 37 resume lo que es el legado de la primera generación, la iglesia que crece y madura (cf. carta a los Efesios), pero también se enfrenta a momentos oscuros y agitados (como se deja ver en las cartas de Santiago y 1-2Pedro). Las cuestiones de autoría y composición de tales cartas no se discuten ya que son controvertidas, pero sí se destaca que son cartas que siguen la tradición cristiana y las aportaciones de la liturgia y parénesis propia del cristianismo, aun cuando se arraigan también en las tradiciones sapienciales del judaísmo antiguo (sobre todo Santiago), no obstante la divergencia totalmente característica de la carta. Todo ello indica el enorme trabajo condensado en este enorme volumen sobre la formación del cristianismo primitivo de los años 30 a 70 del siglo I.
Es un libro de estudio y de consulta, con excelentes síntesis y estados de la cuestión referidos a Hechos, a Pablo y sus cartas, a las comunidades cristianas emergentes, al judeocristianismo.  La edición de Verbo Divino en dos volúmenes es impecable (Estella [Navarra 2012]).




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