domingo, 4 de mayo de 2014

La vida cristiana

                                                                  Yo soy cristiano
               ¿Cómo viven los cristianos?


                                                            
                                    Aurelio Fernández Fernández


Por Miguel Ángel Escribano Arráez
Instituto Teológico OFM
Pontificia Universidad Antonianum

Ediciones Palabra, dentro de su colección de ensayos, nos presenta esta obra. Es un recordatorio del programa de moral católica que los cristianos debemos tener en cuenta para nuestra vida diaria. Precisamente esa es la raíz del libro: mostrar que es un programa de vida y no sólo una suma de valores que no se pueden hacer realidad.
Poco a poco se descubre la necesidad de la coherencia que los cristianos deberíamos tener en nuestra vida y que en muchas ocasiones no es así. Por ello, el autor pretende mostrar que, desde los comienzos del cristianismo, los valores de la moral cristiana han ido cimentando la forma de vida de las comunidades, y de los miembros que pertenecen a ellas. El autor afirma que la fe no puede proclamarse cómo una fe creída si no es vivida; si no somos capaces de llevar a la práctica lo que proclamamos.
El desarrollo de la obra es un camino antropológico cristiano de los valores éticos que se ven inmersos en la persona. No se comparan las diversas posturas que se observan en la ética cristiana y que se han dado y se dan en la Iglesia. El autor tiene claro cuál es su posicionamiento y la conclusión a la que quiere llegar. Para ello se sirve tanto de la Sagrada Escritura como de la tradición para reivindicar aquella que considera como la más acertada y que todo fiel debe seguir.
Lo primero que hace, para evitar discusiones vanas, es asegurar que el hombre es un ser ético por naturaleza, la ley natural con base en santo Tomás es la única viable, puede ser discutido este posicionamiento del autor, pero no cabe duda que es la que utiliza para el desarrollo e hilo conductor de su libro. No puede pensar en otra forma de ley natural sino en aquella que está inserta en la naturaleza de la persona.
El autor nos presenta el abandono, la crisis moral en la que está inmersa la sociedad, lo cual lleva a la necesidad de un rearme moral como se está proponiendo desde los areópagos de la cultura, desde la necesidad de la defensa de la dignidad de la persona, los derechos del hombre, la democracia e igualdad de la mujer. Ahora bien lo que se debe cuidar es qué valores morales debemos asumir.
Una de las cuestiones que se deben vencer del cristianismo es verlo como una teoría meramente moralista; es la mentalidad que se ha extendido, tanto a nivel extra eclesial como en algunos círculos eclesiales. Por ello trata de adherirse a los postulados de la razón, único camino válido para la dignificación del hombre.
A continuación el autor expone los conceptos del bien y del mal, la conciencia como norma próxima del actuar moral, pero remarcando que ella no es la creadora de categorías morales. Recogiendo las palabras de Benedicto XVI, la formación de la conciencia es necesaria para poder alcanzar una profunda vida de fe y poder desarrollar una oportuna madurez social.
Tras el tema de la conciencia pasa al de la libertad que faculta al hombre el decidir sobre cada uno de sus actos, siempre desde el uso de la libertad en la verdad, verdad que vendrá cimentada en el uso de la razón que lleve a cabo la persona.
Tanto la libertad como la conciencia necesitan de la ley como custodia, garante de su buen funcionamiento. La ley es, según el autor, la ordenación de la razón encaminada al bien común y promulgada por aquel que tiene el encargo de la comunidad.
Los últimos capítulos se centran en la experiencia cristiana de la vida. Debemos considerarnos regenerados por Dios, es decir nacemos a Dios y desde Dios, por tanto nuestra forma de vivir no puede ser independiente a esa presencia de Dios, debemos vivir desde la humildad, cumpliendo la voluntad de Dios, el amor al prójimo y la esperanza cristiana.
Ser engendrados de nuevo nos lleva a la necesidad de encontrar el itinerario hacia Dios. El autor nos habla desde los valores morales; recordar que ya San Buenaventura hablaba de este itinerario pero desde la mente, desde la razón.
Una de las notas más destacadas del autor es la insistencia de que la fe se debe vivir desde nuestro ser Iglesia, superando el individualismo que daña a la sociedad. Por ello dedica un capítulo importante a la familia y, dentro de ella, al matrimonio y a la sexualidad que nace de la relación de amor y está abierta a la vida.
Brevemente, y para terminar, la obra expone los principios bioéticos cristianos. Se recuerda a los científicos su contribución al desarrollo de la ciencia, apostando por la cultura de la vida. En el último capítulo trata sobre la actuación del cristiano en la vida pública. Es un tema muy actual y de difícil solución. No se trata con claridad la ética de los que se dedican profesionalmente a la vida pública.
En definitiva, es un ensayo de la ética cristiana, que aporta elementos para la vida real y la práctica del cristiano desde los principios de la moral clásica cristiana. Siempre el autor se abre a la posibilidad de admitir pruebas en contra.


Ed. Palabra, Madrid 2013, 24x17; pp. 221.

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