lunes, 9 de junio de 2014

Jerusalén y Egeria

                  "Jerusalén, que se me pegue la lengua al paladar". 
                                           Todos somos Egeria.   
                                                                                                                                                                                    
                                                                                                                                   
                                                  Elena Conde Guerri
                                                       Facultad de Letras
                                                                  Universidad de Murcia


           
"Que se me pegue la lengua al paladar, Jerusalén, si yo me olvido de ti", expresaban en el Salmo 136 con doliente nostalgia los judíos en aquel su exilio cuando sus cítaras, mudas, colgaban de los árboles que jalonaban los ríos de Babilonia. El texto es poético y no exento de problemas de autoría ni de fechas, pero la intención es transparente. No podían alabar a Dios ni cantarlo con júbilo como El merecía, pero tenían el privilegio innato de la memoria  cognoscitiva para clavar en ella el símbolo y poder también transmitirlo. La Ciudad Santa  era el icono que alentaba su espera.
En el transcurso de los siglos, Jerusalén se ha convertido en la Ciudad "tres veces santa" y la reciente peregrinación del Papa Francisco lo ha manifestado con creces. Días plenos de oración, esencialmente, en compañía de los máximos representantes de las otras confesiones monoteístas para que en el horizonte venidero jamás se imponga la tentación de arrinconar a Dios en un paisaje yermo y silente, cuya única melodía sea la generada por el rechazo al ecumenismo y la adoración a los ídolos de barro. No es hoy mi intención insistir en lo que bien ha expresado la Crónica Franciscana al respecto. Quiero remontarme a la Antigüedad, a un documento pleno de vitalidad que en este viaje papal se destaca renovado y luminoso. La llamada Peregrinación de Egeria, diario de viaje no tan conocido fuera del campo de los estudiosos, redactado en lengua latina y por un autor anónimo, verosímilmente en los primeros momentos del siglo V de nuestra era. Es su contenido lo que importa. Egeria es una mujer, a mi parecer acomodada, que llevada de su ansia por conocer los Santos Lugares donde vivió Jesús, emprende un itinerario desde un punto del Imperio de Occidente y en compañía de un grupo reducido movido por los mismos intereses. Todos sabemos que un viaje puede fracasar si la motivación de sus integrantes es dispar. Aquí, la peregrina no persigue realizar un periplo arqueológico ni artístico, ni mucho menos superar un reto personal para salir indemne de cartografías muy lejanas, difíciles y en ocasiones peligrosas. La finalidad es espiritual, es nutrirse de la esencia que la historia bíblica imprimió en dichos lugares y, a la vez, participar de la liturgia  que se oficiaba en las Basílicas emblemáticas, ya construidas: Belén y la llamada Anástasis. Su primer impacto es la visión del Sinaí pues, evidentemente, en su itinerario la progresión histórica se adapta al territorio. "Aunque hay varias cumbres, al conjunto se le llama Monte de Dios sobre todo a aquel en cuya cumbre se encuentra el lugar donde descendió la majestad de Dios, como está escrito". En el Sinaí empieza todo, la esencia de la revelación mucho más perfeccionada, a mi entender, con la exigencia de la obediencia y la fidelidad a su tutela y transmisión. Y del Sinaí, poco a poco y no sin algún incidente aventurero y episódico, el grupo llegará a Jerusalén. Sorprende, en principio, la brevedad que Egeria concede a la ciudad en sí y a la descripción arquitectónica de sus basílicas. Aunque menciona sus materiales preciosos, sus mármoles y sus mosaicos,  y las incrustaciones de piedras preciosas de sus objetos litúrgicos, "sería superfluo describirlo". No es su propósito, como se ha dicho. Las aspiraciones vuelan de modo ascendente.
El ámbito queda superado y sacralizado, en cierto modo, por la PALABRA manifestada en el ritual sensitivo de la liturgia. De hecho, la segunda parte de este librito se concentra exclusivamente en la liturgia vigente en Jerusalén, desde la Epifanía hasta después de Pentecostés. En la basílica de la Resurrección, por ejemplo, desde que rompe a cantar el primer gallo, el Obispo desciende a la gruta, se abren todas las puertas y toda la muchedumbre que esperaba entra en ella, iluminada por innumerables luces. Y en las lecturas pertinentes, los asistentes se dejaban llevar por sus sentimientos y emoción ante las torturas previas del Señor, estallando en llanto sin el menor pudor. Ritual y corazón iban de la mano en una sensibilidad cristiana muy propia de la época de Egeria, tal como muchas fuentes describen. Pero tales escenas nunca empañaban el mensaje esencial.


Lea este Itinerario quien lo desee. Está traducido en español. Todos tenemos nuestros viajes, nuestros periplos secretos a veces inalcanzables, oscilantes, quizá sin brújula. Rutas inimaginables, por aventura, curiosidad, necesidad vital,  exigencias culturales, hasta por hastío. Por imperativo de las modas impuestas aquí y ahora. En el siglo XIX, y ya con el precedente de Winckelmann,  las clases acomodadas subyugadas por el revival de lo clásico estaban obligadas a realizar le grand tour. En parte esnobismo, no menos cierto circulación de cultura, conocimientos y belleza. Y los de formación luterana, se enganchaban sensorialmente ante el David de Miguel Angel o ante las gaviotas del Bósforo y también su  corazón se aceleraba. Entrado el siglo XXI, los grandes circuitos culturales deben de mantenerse para no llegar a una esterilidad que presuntamente nos amenaza. Pero no deben ni pueden ser meros itinerarios escenográficos ni paisajísticos ni gastronómicos. El verdadero viaje es siempre interior. Aunque se pisen los paisajes reales donde la Jerusalén, añorada y real, se erigió. El Papa Francisco lo ha demostrado esta vez y nos lo ha querido enseñar con creces. Y también, los PP. Franciscanos, Custodios por derecho propio de los Santos Lugares desde tantos siglos atrás, que siguen fieles al mensaje que persiguió la misteriosa peregrina Egeria.


                           

Custodio Tierra Santa

1 comentario:

  1. TANKAS
    Old Jerusalem,
    I would like to pilgrim there
    for once in my life.
    The steps of my faith could merge
    with the traces of Jesus.

    If I join my soul
    to those millennial prayers,
    echoes of Christians,
    perhaps I'd be a witness
    of such a great Gospel love.

    The Holy City
    maybe would show me as poet
    the cross of my verse:
    not being able to rhyme
    the meanings of salvation.

    (Vieja Jerusalén,
    me gustaría peregrinar allí
    por una vez en mi vida.
    Los pasos de mi fe podrían fundirse
    con las huellas de Jesús.

    S uniera mi alma
    a esas oraciones milenarias,
    ecos de Cristianos,
    quizá sería un testigo
    de tan grande amor evangélico.

    La Ciudad Santa
    tal vez me mostrara como poeta
    la cruz de mi verso:
    no ser capaz de rimar
    los significados de la salvación.)

    (Llenando Cuencos)

    http://miralfondo.blogspot.com

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