domingo, 23 de noviembre de 2014

Cristo y las Religiones. II


                                               CRISTO Y LAS RELIGIONES
                                                                 II
                                                          

                                                              El debate cristológico (nn. 18-21)

                                                           

                                                                              Álvaro Garre Garre
                                                                                Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                                                           Pontificia Universidad Antonianum
                                                                                         

Teología y cristología están inextricablemente unidas. ¿Cómo puede un acontecimiento particular en el tiempo, como la Encarnación, tener un significado universal? La unicidad y universalidad de Jesucristo afirmada por el cristianismo puede representar un escollo para un diálogo que quiera ser respetuoso con las otras tradiciones religiosas. Lo que aquí se plantea es si hay otros mediadores de la salvación además de Jesucristo. Por tanto, el problema cristológico está vinculado con el del valor salvífico de las religiones. El documento se detiene en las consecuencias cristológicas de las posiciones teocéntricas. La primera consecuencia sería el “teocentrismo salvífico”, que admite una pluralidad de figuras salvíficas.
De una parte, hay un grupo de teólogos que atribuyen a Cristo no un valor constitutivo, sino normativo, en la medida que su persona y vida manifiestan plenamente el amor de Dios a los hombres. Como señala la CTI, la cristología normativa presenta un problema de fundamentación, ya que no justifica la normatividad de Jesús, ni ad intra ni ad extra del cristianismo.
De otra parte, están los teólogos que defienden un teocentrismo con cristología no normativa. Al separar a Cristo de Dios se elimina la pretensión de absolutez del cristianismo. Con ello se facilita el diálogo interreligioso, a costa de contradecir la fe calcedonense. Según estos teólogos, el dogma cristológico es resultado de una “helenización” de la fe cristiana, esto es, una “expresión históricamente condicionada por la filosofía griega, que debe ser actualizada porque impide el diálogo interreligioso” (n. 20). La encarnación no sería un hecho histórico –una expresión objetiva-, sino mítico –metáfora, poesía-, cuya verdadero significado no sería otro que mostrar que el amor de Dios “se encarna en hombres y mujeres cuyas vidas reflejan la acción de Dios”.
Las proposiciones referentes a la exclusividad salvífica de Jesucristo pueden explicarse por el Sitz im Leben, ya que reflejarían: la concepción de la verdad de la filosofía griega (sólo una verdad cierta e inmutable); una mentalidad escatológico-apocalíptica (profeta final, revelación definitiva); y la actitud de una minoría cognitiva perseguida (lenguaje de supervivencia, único salvador). La consecuencia de todo ello es que Jesucristo, según los defensores de la cristología no normativa, no puede ser considerado el único y exclusivo mediador, sino un mero “intermediario” –“la forma humana de Dios”- entre Dios y el hombre. En palabras de John Hick, Jesucristo sería totus Deus –totalmente Dios-, pero no totum Dei -la totalidad de Dios-. En palabras de la CTI: “totum Verbum, sed non totum Verbi”. En suma, al considerar los teólogos pluralistas que el Logos es mayor que Jesús, entienden que Aquel puede encarnarse también en los fundadores de otras religiones.

 
John Hick, 
También se ha afirmado que Jesús es Cristo, pero Cristo es más que Jesús. Con ello se afirma la presencia activa y universal del Logos en las religiones, pero a costa de prescindir del dato neotestamentario, que une inseparablemente el Logos a Jesús. Finalmente, otra tendencia teológica (pneumacentrismo) atribuye al Espíritu Santo la acción salvífica universal de Dios, que no llevaría necesariamente a la fe en Jesucristo.

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