lunes, 17 de noviembre de 2014

«¿Cuándo te vimos desnudo, hambriento, enfermo o en la cárcel?»

       Jesucristo, Rey del Universo

                         «¿Cuándo te vimos desnudo, hambriento, enfermo o en la cárcel?»

Lectura del santo evangelio según San Mateo 25,31-46

 «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
 Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

1.- Texto. La esperanza de las comunidades cristianas es que, después de la Resurrección, Jesús vendrá nuevo. Y vendrá  para juzgar como un pastor. Llama a las ovejas fieles, como antes lo ha hecho con el siervo fiel, o las vírgenes prudentes (Mt 25,10.21),  y las sitúa en el espacio de los que han cumplido la voluntad del Señor, premiándolas como a los que han duplicado los talentos (cf. Mt 15,14-30). A las otras ovejas, que no han reconocido la voluntad divina, son presentadas en el espacio del dominio diabólico. Según haya transcurrido la vida de cada persona, así se ha colocado en el lugar de salvación o en el lugar de la condena. El Hijo del hombre, como pastor, ratifica la salvación a los que le han sido fieles, y la condena a los que le han dado la espalda.— La venida en gloria y poder del Señor para juzgar, nada tiene que ver con un presunto proceso judicial al estilo de la mentalidad latina del Derecho. Por eso la función judicial de Dios en el juicio será la comprobación de lo que el hombre ya ha decidido con su vida en la historia; no es crear una nueva situación, sino desvelar el tipo de relación que ha mantenido con el prójimo y completarla para la plena felicidad.

2.- Mensaje. ¿Y cómo la ha decidido? Según el Señor con el movimiento vital que entraña el acercamiento, la compasión, el servicio y la identificación con los excluidos de la sociedad. Los justos no sabían que estaban ayudando al Señor. De ahí su sorpresa, porque la aproximación y solución de los problemas de los débiles ni lo han hecho porque en ellos veían al Señor, ni buscando la recompensa. Jesús, pues amplía el abanico de la salvación a toda persona que, impulsada por el amor, es capaz de ver y comprender al otro como hermano, y actuar en consecuencia. Y ese otro que está fuera de mí, más allá de los míos, de los más próximos, es el que está alejado por sus carencias físicas, psíquicas y espirituales.


3.- Acción. La grandeza del cristianismo se funda en este Evangelio. Ya sabemos en qué consiste la salvación. Es curioso que no valen en el juicio las credenciales tradicionales de religiosidad, conciudadanía, vecindad, amistad, familiaridad, etc., u otros poderes como la riqueza: «Pelead para entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán y no podrán. Apenas se levante el amo de casa y cierre la puerta, os pondréis por fuera a golpear la puerta diciendo: Señor, ábrenos. Él os contestará: No sé de dónde venís. Entonces diréis: Contigo comimos y bebimos, en nuestras calles enseñaste. Replicará: Os digo que no sé de dónde venís» (Lc 13,24-27; Mt 7,21-23). La única credencial válida es la de haber invitado al mundo marginal, a los hambrientos, a los desnudos, a los encarcelados, a los enfermos, que no pueden retribuir o corresponder a la relación bondadosa, porque el hecho mismo de estar con ellos y recuperarlos por el amor es la única carta de ciudadanía del Reino: «pues te pagarán cuando resuciten los justos» (Lc 14,12-14). 

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