domingo, 2 de noviembre de 2014

“... y la vida del mundo futuro. Amén.”. IV. Lex orandi. Magisterio

... y la vida del mundo futuro. Amén.


                                                                              IV   

               Origen de la expresión “vida del mundo futuro”

                                              
                                                                          Lex orandi



                                                             José María Roncero
                                                                       Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                       Pontificia Universidad Anrtonianum
                       


Antes de pasar al Magisterio nos detenemos un instante en la Lex orandi actual. Confieso que me contrarió un tanto no hallar referencia a ella en los 10 números que el Catecismo de la Iglesia Católica le dedica a “La esperanza de los cielos nuevos y de la nueva tierra” (del 1042 al 1050, más el resumen en el nº 1060)30.

Y es que, por desgracia, la nueva creación apenas inflama la oración de la Iglesia.

Los lugares son los siguientes:

.- Prefacio III de Adviento:                           "... pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva".

.- Prefacio V de Sª Mª Virgen:           "... la creación entera, con la fuerza del E. Santo, emprende de nuevo su camino hacia la Pascua eterna".

.- Prefacio común III:                                                "Porque has querido ser... el autor generoso de la nueva creación".

.- Plegaria Eucarística IV:                             "y allí, junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo...".

.- Pleg. Euc. Reconciliación I:           "Entonces, en la creación nueva, liberada por fin de toda corrupción"...

.- Pleg. Euc. Reconciliación II:          ..."reúne también a los hombres ... de toda raza y lengua... en un mundo nuevo donde brille la plenitud de tu paz".


El farragoso Ritual de Exequias es todavía más parco que el Misal, con sólo cuatro menciones en sus 1558 páginas, y de esta sucinta guisa:

.- “... del cielo nuevo y de la tierra nueva que él ha dispuesto para sus elegidos”31.

.- “... los cielos nuevos y la tierra nueva que Dios ha preparado para los que le aman y se dedican a sus hermanos”32.

.- “...de los cielos nuevos y de la tierra nueva, en los que todo será transformado”33.

.- “... en la creación nueva reservada [/] a los elegidos”34.


Si se reza poco no se puede pensar mucho, nos dice la historia de la teología...


Magisterio de la Iglesia

El Magisterio de la Iglesia, aunque ha tardado veinte siglos en hablar, al menos lo ha hecho, y muy bien, por cierto, y con palabra breve, que también es de agradecer35.

En el nº 48 de la Lumen Gentium [DH 4168], se afirma sin ambages que la Iglesia cree y espera la restauración y renovación del universo entero, la comunión de destino plenificador entre hombre y creación, y la  mediación cristológica en la nueva creación.


En su segundo párrafo se subraya el carácter trinitario de esa restauración, la responsabilidad de la Iglesia en ese diseño divino y la importancia del compromiso temporal: con él y con esperanza “labramos la salvación”.

 Finalmente, se distingue el YA y el TODAVÍA NO de la nueva creación, y, por tanto, la reserva escatológica de la Iglesia y el mundo, en esforzada espera del don  consumador.

De todavía más enjundia es el nº 39 de la Gaudium et spes [DH 4339]. Se parte de la afirmación del hecho (consumación de tierra y hombre, y transformación del universo), y la confesión de ignorancia respecto al cuándo y al cómo. Y luego, utilizando todas las concreciones de la teología bíblica, se dibuja el plan divino, que es de esperanza para todas las criaturas que Dios creó “propter hominem”.

A continuación se articula dinámicamente la relación entre mundo presente y mundo futuro: la perfección del primero "interesa en gran medida" al segundo. No hay que separarlos, no hay que confundirlos, diríamos en lenguaje calcedónico, manteniendo a la vez las claves de continuidad y ruptura novedosa de toda la escatología.

Y el tercer párrafo demuestra que el E. Santo asistió a las sesiones del Vaticano II:

“Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: reino de verdad y de vida... reino de justicia, de amor y de paz. El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección”.

Es lo mismo que Cristo hizo en la última cena, y que la Iglesia repite en su memoria: el fruto de la tierra y del trabajo del hombre, por la Palabra y el Espíritu, deviene valencia proléptica de la plena presencia divina en toda la realidad consumada.

No otra cosa es la nueva creación, la Vida del Mundo Futuro, que la neta consagración del universo todo, hombre incluido. Es la genial idea de Teilhard de Chardin, pero macerada ya en la fe esperanzada de la Iglesia, y ofrecida al mundo, hombre y tierra juntos, como horizonte de tangible plenitud.

Tras el Concilio no ha habido aportes dogmáticos de peso y se han moderado las otrora encendidas disputas entre “encarnacionistas” y “escatologistas” radicales36.
Termino este apartado del Magisterio con un párrafo de la carta Recentiores episcoporum synodi sobre algunas cuestiones referentes a la escatología37, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe, del año 1979:

“Ni la Sagrada Escritura ni los teólogos nos dan la luz suficiente para una adecuada descripción de la vida futura después de la muerte. El cristiano debe mantener firmemente estos dos puntos esenciales: debe creer, por una parte, en la continuidad fundamental existente, en virtud del Espíritu Santo, entre la vida presente en Cristo y la vida futura... pero, por otra parte, el cristiano debe ser consciente de la ruptura radical que hay entre la vida presente y la futura, [donde] ... la economía de la fe ... [será] sustituida por la de la plena luz...”.

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