lunes, 15 de diciembre de 2014

Francisco de Asís y su mensaje. VIII. Jesucristo imagen de Dios

                                          Francisco de Asís y su mensaje

                                                                  VIII

                                                                   Jesucristo imagen de Dios
           
            Si esto es así, también lo es el bien que jamás ha dejado de practicarse, de generar la imagen puesta in nuce por Dios en la humanidad. Es precisamente lo que hace a la historia ambigua. Y en esta tensión originada por la libertad humana, Dios resuelve intervenir para reconducir a la humanidad hacia su destino final, destino que incluye a la naturaleza, porque la creación se piensa unida a la historia humana, y se va formando conforme el hombre se realiza a sí mismo. Dios, pues, influye no imponiéndose a la fuerza sobre la libertad del hombre y corrigiendo la historia humana con su creída omnipotencia, sino, colocándose en el terreno del hombre, dialoga y ama para hacerle ver su proyecto original.
           
Con esta actitud comienza Dios una nueva presencia en la historia con Abrahán (cf. Gén 12,1-3), que ya está preanunciada al principio: «Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo: él herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón» (Gén 3,15); sigue con Moisés y la Alianza en el Sinaí (cf. Éx 19.24; Dt 29-30), con la promesa de darle un corazón nuevo y un espíritu nuevo (cf. Jer 31,31-34; Ez 36,28-26) para que las espadas se conviertan en arados, las lanzas en podaderas y nadie se adiestre para matar a sus semejantes (cf. Is 2,4-6), y la naturaleza viva en paz —el lobo con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo y el león, la vaca y el oso—, y en paz se relacione con el hombre —el niño pueda jugar con la hura del áspid, o con la serpiente (cf. Is 11,6-8). Con la misión de Jesús aparece esta esperanza.

                                               El testimonio de Jesús

           
Ciertamente Jesús confirma la dimensión malvada de la historia humana, y se concreta cuando Dios actúa la salvación. Se relata en las parábolas del banquete al que los invitados no quieren asistir (cf. Lc 14,18-20; Mt 22,1-10), de las vírgenes que se les termina el aceite de las lámparas (cf. Mt 15,1-13), etc., y, sobre todo, del juicio final en el que se salva el bien y se condena el mal según el hombre se haya o no relacionado en amor con los demás (cf. Mt 25,31-46). Jesús verifica que la historia está corrompida individual y colectivamente. Los casos de María de Magdala, Zaqueo, etc., se alternan con los grupos representativos de las instituciones sociales y religiosas que se integran en la historia perversa de la humanidad. Condena a los jefes de las naciones, a los potentados porque esclavizan en vez de favorecer la libertad y la vida (cf. Mc 10,42par), a la riqueza que da el poder, ya que se genera a costa de la pobreza de la gente (cf. Mc 10,23-25par), y denuncia la actitud de poder y dominio que practican y enseñan los fariseos, escribas y sumos sacerdotes en nombre de Dios, porque imponen prácticas insoportables, no participan la revelación de Dios a los sencillos y la secuestran del pueblo (cf. Mt 23,1-36; Lc 11,37-54).
           
El inicio del Reino con la presencia salvadora de Dios provoca que la bondad original de la creación se potencie y comience a rehacerse. Jesús defiende la condición de criatura para todo cuanto existe. De hecho la actitud de Dios para con él y sus discípulos refleja el cuidado y mantenimiento de todo (cf. Q/Lc 11,22-27; Mt 6,25-33; EvT 36,1-4). Pero Jesús da un paso más. La relación de Creador y criatura la profundiza y enriquece como la de un Padre con su Hijo. De esta manera estructura la realidad con la relación amorosa que entraña la paternidad y filiación natural. La creación no se deja exclusivamente al aire de las instituciones creadas por los hombres. Dios interviene para potenciar su bondad originaria en la historia y reconducirla hacia unas relaciones nuevas, superando la del señor y esclavo, o explotación indiscriminada de la naturaleza. El capítulo 15 de Lucas narra que Dios va en busca de la oveja perdida, se alegra cuando encuentra la dracma que da el sustento a una familia y abre los brazos cuando regresa el hijo perdido. Ésa es la actitud de Dios.


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