domingo, 21 de diciembre de 2014

Paradigmas: Cristo y las religiones. c y d.

                                         CRISTO Y LAS RELIGIONES
                                                         V
                                                                                

                                                                     Álvaro Garre Garre
                                                         Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                             Pontificia Universidad Antonianum
                       
                        
                        Paradigmas: Cristo y las religiones
                                                          


En cambio, otros teólogos –entre los que se cuenta Hans Küng- no ven a Cristo contra o dentro de, sino por encima de las religiones en cuanto norma por la que se juzga su validez y encuentran su plenitud.
Por tanto, las otras tradiciones son vistas aquí como vías independientes de salvación (Cristo no es causa constitutiva de la gracia ni la finalidad primordial de la Iglesia es traer el reino de Dios, sino revelarlo y promoverlo), dotadas de validez propia, aunque incompleta. Aunque Cristo es la plenitud de la revelación, no agota la totalidad de la revelación; de ahí la necesidad del diálogo con otras religiones, con el fin de no dar lecciones no aprendidas.
Por eso, son especialmente críticos con Rahner, ya que llamar “cristianos anónimos” a los creyentes de otras religiones, amén de una ofensa para ellos, implica negar su valor propio, aparte de conculcar la dimensión visible del cristianismo.
Para la mayoría de estos teólogos la razón última para defender la finalidad y singularidad de Cristo es que éste es un dato imprescindible de la fe cristiana, el cual debe ser proclamado a todos, al menos como una “postura amistosa”. Dicho con otras palabras: sin Cristo no hay cristianismo.
Con todo, a juicio de Knitter, este planteamiento, que se ha generalizado en la actualidad entre los teólogos católicos, da la impresión de afirmar más de lo que puede probar. Llegados a este punto nos encontramos en una encrucijada: las citadas teologías católicas de las religiones –simplificando la cuestión-, o bien son inútiles, o bien son inmorales. De hecho, el autor establece cierta analogía entre los dos modelos anteriores de diálogo y el modelo de desarrollo neocolonialista impuesto por los países ricos a los pobres.

d.- Cristo con las religiones

La crítica del etnocentrismo o eurocentrismo de estas teologías por parte de un pequeño, pero creciente número de teólogos veteranos en el diálogo interreligioso –entre los que se halla el autor- les ha llevado a proponer un modelo que ubique a Cristo con las otras religiones y guías religiosos.
Desde este punto de vista, no sólo habría que aceptar un pluralismo de hecho, sino de derecho, partiendo de la hipótesis –sugerida por el mito de la Torre de Babel- de que posiblemente esa sea la voluntad divina.
Seguidamente, menciona cuatro planteamientos teológicos sobre este modelo.
El primero, representado entre otros por el propio autor, sugiere que dentro del pluralismo unitario que constituyen las religiones, cada una aporta una singularidad, no excluyente ni incluyente, sino complementaria; de ahí la necesidad de mestizaje y aprendizaje mutuo.
Los teólogos implicados en el diálogo con el judaísmo señalan que a Jesús se le comprende mejor como Mesías anticipador del reino que como Mesías definitivo, más como paradigmático que como normativo.
Panikkar sostiene que el Logos supera al Jesús histórico, luego el Cristo puede mostrarse también en otras tradiciones o guías religiosos históricos.
Por último, esta nueva perspectiva se contempla como la consecuencia “natural” de la evolución dentro de la teología católica de las religiones, que va del eclesiocentrismo (Cristo/Iglesia contra) al cristocentrismo (Cristo dentro o por encima de) y al teocentrismo (Dios, centro de la historia salutis).

Los defensores de este nuevo paradigma sostienen que con ese modelo se salva también la tradición cristiana, pues dicen que resulta compatible el compromiso con Jesucristo (del que afirman que es la Palabra de Dios, cuyo mensaje debe ser proclamado, aunque no es vinculante) con la apertura al posible mensaje que Dios pueda transmitir a través de otras tradiciones religiosas.

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