LA TRINIDAD (B)
Lectura del santo
Evangelio según san Mateo 28,16-20
En aquel tiempo los once discípulos se fueron a
Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron,
pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: -Se me ha dado
pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los
pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
2.- La Comunidad. La Trinidad expresa la comunión
entre las relaciones divinas. Dios crea, recrea y salva, y las tres funciones
están íntimamente relacionadas. No hay ni oposición, ni distanciamiento entre
ellas, sino funciones que se suceden unas a otras, se complementan y se
fortalecen. La comunidad humana y cristiana es imagen de estas relaciones
divinas. La familia crea y desarrolla la vida, de forma que hace de niños
personas. La sociedad y la comunidad cristiana crea al recrear y desarrollar
las vidas que no han tenido la oportunidad de alcanzar su dignidad, o
simplemente complementan desde las relaciones amorosas divinas nuestros fallos
y pecados culturales e institucionales. Como la persona, las sociedades y las
comunidades tienden a buscarse a sí mismas, desconociendo el nombre de los
vecinos, por hemos construido muros bien altos para no ver lo que pasa en
África, por ejemplo. La comunidad cristiana posee el Espíritu, que le recuerda
constantemente cuál es su misión: hacer relevante a un Dios que continuamente
crea, recrea y salva, porque no se cansa de darse sin límite a nuestra vida
común y personal.
3.- El creyente. Nosotros, al ser amados por Dios (cf. Rom
5,8-9), adquirimos la capacidad para amar, porque Dios es el origen y la raíz
de todo amor. Cuando amamos al prójimo y amamos a la creación es una expresión
visible del amor a Dios; el sacramento del encuentro con Él; no hay otra forma
de demostrar que el amor a Dios es verdadero. Por otra parte, Jesús enseña la unión
entre el amor a Dios y el amor al hermano (cf. Mc 12,28-34par). Esto nos
conduce a denunciar los dioses que se han instalado en nuestra conciencia
proveniente de una cultura esencialmente egoísta y mercantil. Creamos dioses al
uso, iconos del arte, la ciencia, el deporte, la política, etc., donde tapamos
a Aquel que es el que realmente favorece la paz interior y la relación pacífica
con los otros, reconociéndolos como parte de nosotros. Debemos
pedir al Señor que tengamos una experiencia verdadera de su amor, para resituar
todos nuestros mitos, nuestros ídolos, nuestros dioses, que impiden una y otra
vez un diálogo franco y sincero con el Señor y con los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario