domingo, 6 de septiembre de 2015

Misericordia. Carta a un Ministro de San Francisco

                                                    LA MISERICORDIA
                         «CARTA A UN MINISTRO» DE SAN FRANCISCO
                       


                                                                  I

           

                                                              Introducción

El papa Francisco ha anunciado un año dedicado a la misericordia con la bula «Misericordiae vultus», publicada el 11 de abril de 2015. Comienza el próximo día 8 de diciembre de 2015, fiesta de la Inmaculada, Patrona de la Orden Franciscana. Además, estamos celebrando el año dedicado a la Vida Religiosa. Estos dos acontecimientos eclesiales me han llevado a comentar la «Carta a un  Ministro» de San Francisco, donde logra el mensaje más evangélico sobre la misericordia que se haya enseñado en una carta en la historia del cristianismo.
San Francisco escribe la carta entre la Regla no Bulada (1221) y la Regla Bulada (1223). La forma de la misiva es pesada y monótona, y muestra la evolución legislativa de la Orden hasta la aprobación de la Regla definitiva por el papa Honorio el 29 de noviembre de 1223[1].
Está dentro de una lógica de gobierno la solicitud que un Ministro provincial hace a Francisco de retirarse a un eremitorio debido a los problemas que le presentan los hermanos, porque las responsabilidades de los ministros y custodios al inicio de la  Orden son extremadamente delicadas. El  mismo Francisco sintió esa tentación, aunque sus motivos fueran por una idea de perfección cristiana que predominaba entonces en el ambiente[2].
En este tiempo, —aún no hay una verificación amplia y prolongada del cumplimiento de la Regla no bulada, ingresan muchos hermanos y no se da un control adecuado de los candidatos, pues no existen cuadros de formadores preparados para enseñar a vivir las exigencias de la vida evangélica, ni hay una vigilancia de los frailes que van por el mundo para predicar la Buena Noticia de Jesús[3]. Frente a ello, todavía «preside» la Orden el testimonio de Francisco de seguir a Jesús pobre y crucificado; es un estilo de vida que es difícil de imitar para muchos hermanos que forman la Orden en este tiempo. Entre estas dos realidades, relajación con descontrol de los frailes y ejemplaridad de Francisco, se encuentra el Ministro, y prefiere abandonar las responsabilidades de gobierno para llevar una vida de unión con Dios en los eremitorios[4]. Al final, lo que le interesa es salvar su vida. Y a este objetivo fundamental de la fe contesta San Francisco.
Dividimos la Carta en cinco capítulos, y según su contenido: 1.- bendición; 2.- sufrimiento, obediencia y gracia; 3.- amor y contemplación; 4.- amor misericordioso[5]; 5.- legislación



                                            Carta a un Ministro

     1.- A fray N., ministro: El Señor te bendiga (cf. Núm 6,24).

     2.- Te digo, como puedo, acerca del caso de tu alma, que aquellas cosas que te impiden amar al Señor Dios, y cualquiera que te hiciere impedimento, ya frailes ya otros, aun cuando te azotaran, debes tenerlo todo por gracia. Y así lo quieras y no otra cosa. Y esto tenlo por verdadera obediencia del Señor Dios y mía, porque sé firmemente que ésta es verdadera obediencia.   3.- Y ama a aquellos que te hacen esto. Y no quieras otra cosa de ellos, sino lo que el Señor te diere. Y ámalos en esto; y no quieras que sean mejores cristianos. Y ten esto por más que un eremitorio.
     4.- Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieres esto, a saber, que no haya algún fraile en el mundo, que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, nunca se retire sin tu misericordia, si busca misericordia. Y si no buscara misericordia, pregúntale tú si quiere misericordia. Y si pecara mil veces después delante de tus ojos, ámalo más que a mí, para que lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu parte estás resuelto a obrar así.
 5.- En cuanto a todos los capítulos, que hay en la Regla, que hablan de los pecados mortales, con la ayuda del Señor en el capítulo de Pentecostés, con el consejo de los frailes, haremos un capítulo de este tenor: Si alguno de los frailes, instigándolo el enemigo, pecare mortalmente, esté obligado por obediencia a recurrir a su guardián. Y todos los frailes que sepan que ha pecado, no le causen vergüenza ni detracción, sino tengan gran misericordia acerca de él, y mantengan muy oculto el pecado de su hermano; porque no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos (Mt 9,12). Igualmente por obediencia estén obligados a enviarlo a su custodio con un compañero. Y el custodio mismo atiéndale misericordiosamente, como él querría que se le atendiese, si estuviera en caso semejante. Y si cayere en otro pecado venial, confiéselo a un hermano suyo sacerdote. Y si no hubiere allí sacerdote, confiéselo a un hermano suyo, hasta que haya sacerdote que lo absuelva canónicamente, como se ha dicho. Y éstos no tengan enteramente potestad de imponer otra penitencia sino ésta: Vete y no peques más (cf. Jn 8,11).
     Este escrito, para que se observe mejor, tenlo contigo hasta Pentecostés; allí estarás con tus frailes. Y estas cosas y todas las otras que se echan de menos en la Regla, con la ayuda del Señor Dios, procuraréis completarlas[6].




[1] Bula Solet annuere; cf. Francisci Assisiensis ‘Scripta’ critice edidit Carolus Paolazzi ofm. Hispanicam versionem scriptorum S. Francisci curavit Isidorus Rodriguez Herrera (†). Hispanicam versionem ex lingua italica ac totius operis revisionem curavit Raphael Sanz Valdivieso ofm. Editiones Colegii Sancti Bonaventurae Ad Claras Aquas, Grottaferrata (Roma), 2014, 160 (en adelante citamos Scripta); I. Rodríguez HerreraLos escritos de San Francisco de Asís. Murcia 2003, 338 (en adelante citamos, Los escritos).
[2] Cf. San Buenaventura, Leyenda Mayor 4,2; 12,4; Florecillas 16.
[3] El papa Honorio promulga el 22 de septiembre de 1220 la bula «Cum secundum», en la que escribe: «Prohibimos además que alguno pueda salir fuera de la obediencia con el hábito de su religión y corromper la pureza de su pobreza».
[4]  Regla de los Eremitorios, Paolazzi 340-345.
[5]  Bibliografía sobre la carta: F. Aizpurúa Donázar,  «”Y los traté con misericordia” (Tes 2). Una lectura social del icono del abrazo del hermano Francisco con el leproso», en Sel. Fran. 97 (2004) 47-62; M. Ávila, «La carta a un ministro», en Sel. Fran. 69 (1994) 453-463; K. Esser, «”De la virtud que ahuyenta el vicio” (Admonición 27 de San Francisco)», en Sel. Fran. 63 (1992) 323-328; M. Á. Lavilla, «La misericordia en San Francisco de Asís», en Sel. Fran. 77 (1997) 263-283; P. Maranesi, Facere misericordiam. La conversione di Francesco d’Assisi: confronto critico tra il Testamento e le Biografie. Santa Maria degli Ángeli (Assisi) 2008; J. A. Vives, «La caricia materna de Dios Padre en San Pablo y en San Francisco,» en Sel. Fran. 84 (1999) 357-368.
[6]  Paolazzi, Scripta, 164-167.

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