sábado, 26 de marzo de 2016

La Luna de Pascua


 Los caprichos de la luna llena


                              


Elena Conde Guerri
Facultad de Letras

Universidad de Murcia

         
Prematura es este año la Pascua, casi pegada al equinoccio de primavera como si la conmemoración más exultante de nuestra fe se alinease con las horas de luz que crecen y crecen. Y con la primera luna llena de primavera que, temprana, se ha dejado seducir hilvanándose con ellas para alegrar todavía más el acontecimiento. Es bien sabido que la liturgia del Jueves Santo y de los días consecutivos remite en nuestro calendario cristiano a una herencia judía, a aquel "Paso" de Jahvé en aquella noche terrible para los primogénitos egipcios e insondablemente salvífica para el pueblo de Israel por designio del propio Dios. Tenía que celebrarse en el mes de "Abib", o semanas que median entre nuestros meses de marzo y abril. En plena eclosión de la primavera. Este año 2016, la luna llena inundará nuestro atardecer del día 24 en la emotiva Misa in Coena Domini y, a pesar de la posterior y tremenda oblación de la cruz, no se apagará. Seguirá como un gran foco de plata, casi incisivo, demasiado hermoso, hasta el domingo 27, día de la Resurrección del Señor, y aún durará unos días más.
                           Toda la naturaleza canta la gloria de Dios, suele evocarse en el rezo de Vísperas,  y este año el comportamiento de los cuerpos celestes ha querido celebrarlo. La preparación de "esa Luz que no conoce ocaso" y que ilumina a todo hombre que viene a este mundo si éste desea libremente recibirla, se inició timidamente el 25 de diciembre del año pasado. Apenas un pábilo imperceptible que iba poco a poco iluminando el pesebre de Belén. No tantas horas después del solsticio de invierno, frontera en que la luz solar crece progresivamente frente a las largas noches previas, como indicando que siempre hay esperanza cierta, de que cualquier caverna de nuestra vida no está cerrada para siempre  y que cualquier prisión puede recibir por cualquier rendija un halo precioso que anticipa un hálito de salvación. La salvación es para nosotros Redención y el proceso, largo, taumatúrgico, plenamente consciente y siempre por amor, sólo pudo llevarlo a cabo in crescendo la tenue Luz inicial hasta la Luz cegadora de la Anástasis que, de algún modo, se había anticipado sensiblemente y para iniciados en el episodio de la Transfiguración. ( Mt 17. Mc 9.  Lc.9). El 25 de diciembre del 2015, año litúrgico ya en curso, también dominó el firmamento una impresionante luna llena. Caprichos de la luna llena, siempre versátil y coqueta, premonitoria, ambigua en sus maldades o beneficios para las culturas antiguas, enamoradiza y a veces advenediza cuando más se la necesita o cuando debería eclipsarse, pero siempre, siempre, cegadoramente hipnotizante, fiel a su foco de plata que domina los eventos de la noche en que el sol pierde todo protagonismo y, desde luego, demasiado hermosa para haber sido ya pisada por la huella científica del hombre.
                            No somos ni soy física ni conozco las leyes de la ciencia astronómica que, sin duda, justificarán tal fenómeno. Somos meros contempladores de un hecho costatado, de estas lunas llenas que han tendido un puente de plata entre el 25 de diciembre y el 25 de marzo y han ligado los dos acontecimientos que articulan el eje de nuestros aniversarios cristianos como en un intento de explicar que Natividad, Eucaristía, Pasión y Resurrección son todo un único, el itinerario conmemorativo de Aquel que quiso ser obediente al Padre desde que se encarnó por el fiat de una doncella, también recordado en un día 25, doncella que no podía sospechar que en el posterior imaginario secular tendría a la luna por escabel. Prodigioso calendario el de la Semana Santa de este año, esclavo gozoso de esta prematura luna llena de primavera cuyas veleidades parecen haber sido programadas para nuestra reflexión. Esa luna generalmente subsidiaria y eclipsada por la luz potente y vivífica del sol, esa hermana luna tan franciscana y tan discretamente útil, es ensalzada como antorcha protagonista de todo el cosmos cristiano por los misterios de salvación que ha tenido el privilegio de iluminar. Nada sobra ni falta en el cosmos, prodigio de la armonía del Creador. En el Cántico de las Criaturas se dice " alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y por las estrellas, que en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas". Pero más adelante, Francisco expresó: " sobre todo, alabado seas, mi Señor, por aquéllos que perdonan por tu amor". En la contemplación del sufrimiento que nos ha redimido, quede como un pensamiento luminoso en este Año de la Misericordia.

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