miércoles, 8 de enero de 2014

Evangelio. El Bautismo de Jesús

          EL BAUTISMO DE JESÚS



Del Evangelio de Mateo 3,13-17

Fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: - Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú vienes a mí? Jesús le contestó: ―Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: - Este es mi hijo, el amado, mi predilecto.

1.- Para Mateo Jesús es el Mesías esperado y así ordena todo el Evangelio de la Infancia: Pertenece a la casa de David, procede del amor divino ―del Espíritu Santo―,  es luz de las naciones, etc. Antes de presentarle como predicador del reino, el Evangelista relata el Bautismo de Jesús. El hecho significa que Jesús acepta el sentido que Juan le está dando al bautismo, es decir, de integrarse en el grupo de israelitas que esperan la salvación y que supone un arrepentimiento de los pecados. Esta práctica es una alternativa a los ritos propuestos por la religión oficial, que implica aceptar la situación social tal y como es defendida por los sumos sacerdotes y escribas. El templo es la pieza clave de la estabilidad social de Israel.

2.- La aceptación de Jesús del contenido de la predicación de Juan ―proclamar la paz, la salvación divina, y la amistad con la previa destrucción de este mundo― la cambia con el tiempo. De hecho, los discípulos de Jesús colocan en el bautismo la experiencia que Jesús tiene de Dios que le envía a los pueblecitos de Galilea, que no al desierto, para que la gente sencilla perciba la presencia de un Padre lleno de bondad que va a dar el pan y la libertad a todos. A continuación se narra la experiencia de Jesús, donde percibe su filiación divina: es el Hijo predilecto. Jesús ve al instante que los cielos se abren. En esta experiencia personal comprende que Dios se le comunica bajando de su propia gloria, como él mismo acaba de salir del río Jordán, o subir del agua, provocándose el encuentro mutuo en la historia. Dios ha encontrado a alguien disponible a quien entregarse plena y personalmente, y preparado para que le obedezca.  Y lo experimenta Jesús de una forma plástica: viene del cielo tan rápido como desciende una paloma hacia su nido o hacia su cebadero. A continuación pasa Jesús del ver al oír: La voz le señala como Hijo único, el amado, el predilecto.

3.- La experiencia de Jesús, como la de los discípulos después de Pentecostés, le precede la oración. La apertura del corazón a Dios da la oportunidad  que relación de amor de Dios ―el Espíritu Santo― descienda sobre nosotros. Experimentamos el amor de Dios al participar de la comunidad cristiana fundamental, que es la familia ayudada por la Iglesia, y después, conforme pasa el tiempo, asumimos la responsabilidad de la  fe de una forma personal y paulatina en la comunión, en la confirmación, en el matrimonio, en la vocación sacerdotal y religiosa. Es decir, de niños, de jóvenes, de personas capaces de asumir una tarea familiar y social. Y, como Jesús, nacemos de nuevo desde la experiencia de amor de Dios, que es el origen verdadero de nuestras relaciones familiares, sociales y religiosas.


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