sábado, 27 de diciembre de 2014

Casa de María

                                              «NUNCA FUIMOS ÁNGELES»
                                     
                                                                                   Esteban Calderón
                                                                                   Facultad de Letras
                                                                                   Universidad de Murcia

           
Nunca fuimos ángeles es el título de una excelente película dirigida por Neil Jordan y protagonizada, entre otros, por Robert De Niro, Sean Penn y Demi Moore. Un cartel de lujo sin duda. Con él retomo este blog en un tiempo –Adviento y Navidad– que invita a hablar de ángeles. Veremos de qué índole. Atravesando la península itálica llega uno a Macerata, ya cerca de la costa adriática, y siguiendo en dirección norte por esa misma y bellísima costa se llega a Porto Recanati, y desde allí, todavía dentro de la provincia de Ancona, a la cercana y pequeña –poco más de 12.000 habitantes– ciudad de Loreto, situada en lo alto de unos montes ubérrimos en olivares y viñedos.
           
Cuando el viajero llega a Loreto parece transportarse un poco a la Edad Media. Su mayor atractivo es la Basílica que construyó el genial Bramante, por encargo del Papa Julio II, para albergar la que, según la tradición, fue la primitiva de casa de la Virgen María, en Nazaret. Dicha Basílica está custodiada por frailes de la familia franciscana, capuchinos, y en su interior, entre otras muchas joyas, se pueden admirar en la Sacrístía de San Juan los frescos pintados por Luca Signorelli, y en la Sacrístía de San Marcos, los frescos de Melozzo da Forli.  En el centro se halla la vivienda de María; se trata de una casita de una sola estancia (una laura breve, es decir, lauretto, de donde viene el nombre Loreto a través del italiano), que los investigadores han confirmado que, efectivamente, corresponde cronológicamente al siglo I de nuestra Era. Y no es menos cierto que cuando uno visita Nazaret, comprueba que donde estuvo la casa de la Virgen, ya no hay tal, sino que sólo queda la cueva aneja. Esa casita, actualmente con un recubrimiento externo de mármol, está construida con unos materiales y una manufactura totalmente ajenos a la región en que se encuentra; es más, su industria estaría pareja con la técnica de construir los nabateos en el s. I. y muy difundida en Palestina y Galilea. Los grafitti que se pueden leer en sus paredes también coinciden en buena parte con el tipo de escritura de otros de época judeo-cristiana. La imagen de la Virgen venerada en ese santuario databa del trecento, pero fue destruida en un incendio en 1921. La actual es obra de Leopoldo Celani, y fue tallada a partir de un cedro libanés procedente de los jardines vaticanos.
           
Me imagino que a estas alturas el lector se preguntará cómo fue a parar esta casita a la ciudad de Loreto. Y aquí es donde toma cuerpo la tradición. Según ésta, en 1291, ante la irremisible pérdida de los Santos Lugares a manos de los sarracenos, los ángeles levantaron dicha casa y la transportaron por los aires hasta su actual ubicación en Loreto, convirtiéndose en un lugar sagrado, definido por Juan Pablo II como «el auténtico corazón mariano de la Cristiandad», un lugar de peregrinación visitado por más de doscientos santos y beatos. El arte se ha encargado de plasmar repetidas veces tan celebrado acontecimiento.
           
Mas cuando uno pisa el terreno se pueden hacer averiguaciones que permiten saber que en el siglo XIII unos cruzados de esta zona de Italia marcharon a Tierra Santa y, ante el peligro de perder para siempre esta reliquia, y dado su escaso tamaño, optaron por desmontarla piedra a piedra y trasladarla en barco a lugar seguro: en primer lugar a Croacia y luego, a través del puerto de Ancona, a su emplazamiento actual. El nombre de la familia de cruzados que tan piadosa tarea realizó no era otro que Angeli, esto es, Ángeles, la poderosa familia de gobernadores del Epiro. La leyenda deformó la historia, de tal manera que el apellido Angeli pasó a convertirse en un coro angélico que transportó por los aires la Santa Casa hasta el actual Loreto. De ahí que la Virgen de Loreto sea la patrona del arma de aviación. Además de los datos arqueológicos, consta un reciente documento en el que Nicéforo Angeli concede a su hija Ithamar como esposa a Felipe de Tarento, hijo del rey de Nápoles Carlos II de Anjou, a la par que incluye en la dote «las santas piedras traídas de la Casa de Nuestra Señora la Virgen Madre de Dios».

           
Aquellos Angeli, encabezados por Nicéforo Angeli, dirían con razón: «nunca fuimos ángeles», al igual que en la película de Neil Jordan. Pero cuando uno visita el santo lugar sale de allí convencido de que sí que realizaron una angelical tarea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario