domingo, 15 de febrero de 2015

Los contenedores

                                                           Contenedor-carroñero

                                                       Francisco Henares Díaz
                                                             Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                                                 Pontificia Universidad Antonianum

           
Habrán visto Uds. en TV y radio que se quiere aprobar una ley que borra del mapa social a esos pobres hombres y mujeres que pasan por los contenedores al atardecer, levantan la tapa grande, y empiezan a rebuscar materiales que les sirvan, desde unos tomates todavía aprovechables hasta unos zapatos pasables, y desde un bol de plástico a un tubo de metal o de hierro. O sea, que lo que nosotros tiramos, otros lo aprovechan. Más de una vez se ha dicho que por lo que una familia tira a la basura se sabe el nivel de vida en que se halla. El contenedor es como un termómetro que mide la temperatura del bolsillo en billetes. Por ejemplo, si tira una familia mucho papel medimos  que se lee en esa casa y se compran revistas, o algo parecido. Y a lo mejor, pensamos que tiene carrera, y por supuesto, no está en paro. O bien deja una TV obsoleta allí tirada, porque ya se ha comprado una TV de plasma. Y suma y sigue.                
       
Pues a mí me interesa aquí hacer una defensa solidaria de esas personas junto al contenedor. Haré unas reflexiones acerca de lo que hablamos. Sale en la TV un político municipal o regional y empieza  a hablarnos de lo buena que será esa ley, porque valdrá para más higiene en la calle, para tener más limpia la ciudad, y todo eso. Se ve claro que culpa de la porquería de nuestras calles a esos de la carretilla, la moto y de las bolsas a cuestas que se llevan. Es cierto que más de una persona de las que hablamos en torno a los contenedores, saca las bolsas de adentro, las raja, y esturrea lo que no se lleva. Pero también hay otras personas que dejan la basura en el suelo, o envían al crío y éste no recicla. Pues señores políticos multen, prohíban y repriman a todos los sucios, igual que hacemos con los propietarios de los perros en calles y jardines, pero no prohíban como única forma, sino que vivan las personas de lo que hacían debidamente. No todos serán igual de sucios. Prohibir es la cosa más fácil del mundo. Y encima ese político en la tele decía que las multas serán de órdago. De 800 euros. Se queda uno pensando: este político ¿sabe para quien habla?  Para gente bien, supongo, porque los busca bolsas en el contendedor no han visto 800 euros juntos en su vida, quizás.

Y aquí me viene a las mientes otra reflexión. Carroña es cosa, idea o persona despreciable, según el DRAE. Y carroñero sería oficio de eso mismo. La basura es despreciable, pues. Siento que la palabra coja un sentido peyorativo siempre, pero se nos olvida que el ser humano fue carroñero en la antigüedad. Para sobrevivir tuvo que ser carroñero, vivir de las sobras, porque animales más potentes que él se llevaban la mejor parte. Da pena llamar carroñero a un hombre o una mujer, pero el carroñero hace un servicio a la sociedad y a la vida sana, a la ecología. Nadie desprecia a la abubilla, o al cuervo, o al buitre por ser carroñero. Hasta son especies protegidas en la biodiversidad. Son útiles. Así que si el hombre aprovecha lo que otro tira, no debiéramos ofendernos, sino agradecerlo. Pero nos hemos vuelto tan higiénicos y guapos que se convierten en seres despreciables. Hasta habría que ocultarlos y que salgan solo de noche, porque producen mal aspecto en la ciudad. A mí me gustó más lo que dijo una chica en TV, al ser preguntada por todo esto, tras el aviso de que serían prohibidos. Dijo: a nadie le gusta ser carroñero, si estuvieran con un trabajo retirubuido, se librarían del contencedor. Vamos que nadie va al contenedor por deporte, señores políticos. Y ahora cabe una última reflexión. ¿Puede haber intereses en borrar del mapa social a estas personas porque no es grata su figura? O ¿cabe la posibilidad de que alguna empresa esté interesada en industrializar todo esto, y le estorben los carroñeros para sus fines? Demasiadas preguntas quizás. Nadie habla de estas posibilidades. Nadie habla de mejoras en el empleo, tan enteco éste. Más fácil hablar de prohibir. Uno vuelve a pensar cómo las especies tienen sentido en su quehacer natural (la hiena, por ejemplo, que es carroñera), y los humanos, no alcanzamos a ordenar nuestra distribución en el hábitat. ¿Quién sabe más de la vida nosotros o ellos?      
           
A mí de todos modos, lo que más me preocupa es la multa. ¿Cómo la va a pagar el hombre con su carrito, su bicicleta vieja, o la bolsa entre las manos? 800 euros. ¿En qué estarán pensando los políticos guapos, bien aseados, y nosotros  pintiparados? Y si no la puede pagar ¿a qué viene poner la multa, si se declaran insolventes?  A lo mejor lo que necesitamos es irnos al campo y ver más a los animales, y que nos dé el aire. Todo menos atosigar a los pobres. Y en todo caso, vamos a crear puestos de trabajo, porque la crisis da para muchos contenedores y para muchas bolsas de hambre.            

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