domingo, 5 de abril de 2015

La Carta de la Tierra y la Religión

                                                                     Carta de la Tierra


                                                                II

                                                           La Carta de la Tierra y la Religión



Francisco López Bermúdez
Facultad de Letras
Universidad de Murcia


            Carta de la Tierra es el resultado de un diálogo multinacional e intercultural a nivel mundial, mantenido durante más de una década,  acerca de diversos objetivos  y valores compartidos. Las consultas sobre la Carta iniciaron durante la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992. Sin embargo, su redacción se realizó  y concluyó como una iniciativa de la sociedad civil. El propósito de la Carta de la Tierra fue articular un consenso en torno a los valores compartidos, el cual iba tomando forma dentro de la emergente sociedad civil global. Muchos líderes religiosos de diversas tradiciones participaron en el proceso de consulta y de redacción.
            La Carta de la Tierra expone una serie de principios éticos generales y  estratégicos para la consecución de un mundo justo, sostenible y pacífico. El texto contempla y  afirma muchos de los valores fundamentales de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad, como la compasión, el amor, la justicia, la solidaridad, el cuidado de los pobres, la conservación de la naturaleza y la gestión medioambiental. La Carta promueve el establecimiento de una cultura de tolerancia, de no violencia y de paz. Asimismo, el documento apoya firmemente el respeto hacia la diversidad cultural y religiosa.
           
La Iniciativa de la Carta de la Tierra exhorta a todas las culturas y religiones que adopten y apliquen, según sus propios métodos, la ética del respeto y el cuidado de la naturaleza y medio ambiente, de todos los pueblos y de la gran comunidad de la vida. La Carta no pretende implantar un ecologismo radical ni tiene como finalidad establecer una nueva religión mundial ni tampoco se presentó  como una “revelación mística”, tal como algunos han aseverado. La Carta de la Tierra no pretende reemplazar los más altos requerimientos éticos de las religiones mundiales con algún tipo de minimalismo ético. Diferentes tradiciones y organizaciones reafirman, celebran y promueven la Carta de la Tierra de diferentes formas.
           
La Comisión  y el Consejo Internacional responsables de su elaboración acogieron la diversidad de respuestas provenientes de centenares de organizaciones y grupos religiosos. Aquellos no identificaron la Carta de la Tierra con ninguna respuesta en particular; además de sus principios éticos, la Carta reconoce la importancia de la dimensión espiritual de la vida y hace referencia a diversos valores espirituales ampliamente compartidos  haciendo  énfasis en el hecho de que “una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano debería tender, primordialmente, a  ser más, no a tener más”. Asimismo, se afirman los valores de “reverencia ante el misterio del ser, gratitud por el regalo de la vida y humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza”.
           
Desgraciadamente, la Carta de la Tierra, que buscaba apoyo a través de los límites de la fe y la cultura, no hace referencia alguna a Dios, al Creador, debido a que algunas tradiciones religiosas y ciertos  humanistas no utilizan su nombre en su lenguaje. Sin embargo, millones de personas que profesan religiones cristianas, judías, islámicas e hindúes, al igual que otras tradiciones religiosas, optan por interpretar la cita en torno a “la reverencia ante el misterio del ser” como una llamada a la reverencia ante Dios. Probablemente, la comisión que redactó el texto tendría en cuenta la Pacem in Terris, Carta Encíclica de Juan XXIII sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad (11 de abril de 1963).
            La Carta de la Tierra enseña el respeto hacia la naturaleza y la Tierra, nuestro hogar planetario, y escribe en mayúscula la Tierra porque es el nombre del planeta. Todos los planetas de nuestro sistema solar tienen nombres. Los astrónomos, científicos en general y muchos otros utilizan los nombres de los planetas en mayúsculas cuando se refieren a los mismos. Además, el uso del nombre de la Tierra evoca la imagen del planeta en el espacio, tal como lo captan  las fotografías que hacen  los astronautas. Esta imagen de la Tierra, como un planeta relativamente pequeño, hermoso y frágil que flota en el espacio, promueve actitudes de respeto y cuidado.
            La Carta de la Tierra reconoce que todas las naciones, pueblos y religiones viven en un mundo cada vez más interdependiente y que muchos problemas urgentes sólo pueden gestionarse y resolverse a través de la cooperación global. La colaboración y las alianzas de trabajo requieren de objetivos y valores en común, tales como los que se encuentran en la Carta de la Tierra y en la doctrina de la Iglesia Católica. Existe una necesidad de liderazgo y de apoyo a todas las religiones mundiales, en un esfuerzo para promover los valores compartidos y crear una comunidad mundial justa, sostenible y pacífica. A pesar de que la Carta de la Tierra promueve la cooperación mundial y una comunidad global, su finalidad no es fomentar la creación de un gobierno y religión mundial. Sí propone que el establecimiento de una “alianza entre las religiones, los gobiernos, la sociedad civil y el sector comercial es esencial para una gobernabilidad efectiva”.
           
Los valores que contiene la Carta de la Tierra se hallan en nuestra religión, en los continuos mensajes que el  Papa Francisco pronuncia, tales como en la  XLVII Jornada de la Paz  del pasado 1 de enero: “Rezo de modo especial para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con todos los hombres de buena voluntad en el respeto a la hermanan y madre tierra, a la promoción de la concordia y la paz en el mundo, resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad”. “Esta tierra nuestra necesita de continuos cuidados y atenciones, y cada uno tiene una responsabilidad personal en la custodia de la Creación, don precioso que Dios ha puesto en las manos del Hombre”. “La naturaleza está a nuestra disposición, podemos disfrutar y hacer buen uso de este precioso don. Somos custodios, pero no dueños, de la Tierra y sus recursos, por eso la debemos amarla y respetarla” (28.10.2014). “La vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana que corresponde a todos”. Custodiar toda la belleza de la Creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra San Francisco de Asís: tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos (19.03. 2013).


Frase: “La vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana que corresponde a todos”.






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