domingo, 5 de abril de 2015

Vida oculta de Jesús

                                                   Rutina habitada
                                 Vida oculta de Jesús y cotidianidad creyente
  

                                                           Margarita Saldaña Mostajo

            El objetivo de la obra es escudriñar el tiempo de la vida oculta de Jesús para trazar unos criterios de vida para los cristianos, que viven ocupados en las tareas cotidianas que cada cultura entraña. Y «se entiende por vida cotidiana la realidad que comprende la vida humana en su conjunto» (17). Al final se dan unas propuestas de espiritualidad de lo cotidiano para que alimenten la vida cristiana.
           
El texto se divide en seis capítulos. En el primero se define lo cotidiano desde la filosofía y sociología, expone sus símbolos más importantes y su lugar en el proyecto del Señor. Es importante destacar que lo privado lo entendemos como el espacio individual donde no se contempla lo público; sin embargo, en tiempos de Jesús, no existe esta contraposición: privado es el espacio de las mujeres; público el de los hombres. Con todo, lo cotidiano comprende la vida natural (tiempo y espacio)  y la existencia histórica que se identifica en el tiempo y el espacio en que vivimos. Aplicado esto a la vida de Jesús, la autora distingue entre la vida ordinaria ―desde su nacimiento hasta el bautismo de Juan—, y la vida ministerial ―del bautismo hasta su muerte en cruz. No se debe pensar que la vida ordinaria no tiene valor, porque se está preparando para la proclamación del Reino. El único cambio que se aprecia en Jesús entre la vida ordinaria y la ministerial es en la forma de llevar a cabo la misión que el Padre le ha encomendado. La Encarnación tiene una misión desde el mismo instante que el Señor decide enviarlo por amor y en el momento que se hace hombre (cf. Jn 1,14; 3,16). A continuación el texto se adentra en la cotidianidad de la vida de Jesús. Se recogen los datos más seguros de las últimas investigaciones sobre el entorno de Jesús anterior al bautismo y la proclamación del Reino: Jesús vive unos 33 años en Nazaret; pertenece a una familia religiosa, propia del campesinado de Galilea; es un especialista de la piedra, madera y hierro, que aprende de su padre y del que hereda los utensilios para trabajar; ora y celebra las fiestas de Israel; etc.
           
Dos textos nos dan la clave de la vida cotidiana de Jesús. El primero es Lc 2,41-52: Jesús perdido y hallado en el templo. Jesús se coloca en el centro de la perícopa al estar en medio de los doctores interpretando la Ley y los Profetas; pero al bajar con sus padres a Nazaret indica el Evangelista que «les estaba sometido», o les era dócil, lo que entraña estar veinte años experimentando las etapas propias de la vida de un persona: la adolescencia, la juventud, la madurez, con sus crisis de crecimiento habituales, las relaciones con sus amigos, con su familia, etc. Sucede lo mismo que los anuncios a Zacarías y a María; del espacio sagrado del templo se pasa a la casa de cualquier familia; aquí de estar con los doctores en el recinto sagrado de Israel a una humilde aldea del norte de Palestina; toda la realidad es objeto de la mirada y encarnación divina. Y es en Nazaret donde se desarrolla como hombre y como judío piadoso. El segundo texto es Flp 2,6-8. El Hijo deja su gloria divina para ser uno de tantos; se vacía de su gloria para que, en forma de siervo, es decir, obediente a Dios, lleve a cabo la salvación proyectada por el Señor desde que se introdujo en la historia el pecado. «Esto equivale afirmar que el abajamiento de Cristo es el lugar de la revelación de la divinidad, de modo que el texto en su conjunto ofrece una determinada comprensión de Dios (cuya fuerza resplandece en la debilidad  y cuyo señorío asume la servidumbre), una visión del ser humano (llamado a realizarse en la obediencia radical) y un desafío sociológico sin precedentes (la construcción de unas estructuras sociales basadas en el descenso)» (87).
           
Un extenso capítulo relata la presencia de estos años en los escritos de los Padres y de los Teólogos, como en el Magisterio de la Iglesia. León Magno acentúa  la humildad de Jesús en esta época, Buenaventura de Bagnoreggio, su humildad y abyección, hasta la reciente historia de la exégesis bíblica en sus tres etapas fundamentales. La conclusión es que no se ha dado en la historia de la Iglesia una teología de la vida ordinaria de Jesús y su carácter revelador y salvador (142). En el último capítulo se expone el realismo de la Encarnación, donde Dios se hace presente en todas las etapas de la vida humana, santificándolas, es decir, dando sentido desde su misma presencia en la historia lo que es la santidad en los cauces normales de toda persona, que en Jesús es toda su vida, además de su muerte y resurrección, no sólo los tres años de ministerio público. El reino que predica, que es su propia vida, es lo que ha vivido y lo que ha dicho por medio del silencio de los años en su pequeña aldea de Nazaret y en su patria chica de Galilea, a lo que se suma las parábolas y los milagros de su ministerio público. No obstante esto, la potencia de esta vida ordinaria le llega de la resurrección, porque la concreción de su existencia adquiere valor universal para toda persona, y toda persona de todas las épocas, precisamente por su filiación divina. Al final, el texto relaciona la vida oculta con la Trinidad, la Eucaristía (agradecer, entregarse, exponerse), como la kénosis sacramentalizada en el pesebre, el sepulcro y la eucaristía, cuyo abajamiento y humildad del Hijo de Dios tanto aprecia Francisco de Asís. El texto, unido a Filipenses, invita a los cristianos a correr y seguir el camino de los humildes, de la ignominia (cursus pudorum) en vez de los honores y dignidades fatuos (cursus honorum), en terminología del Imperio.


                                 Sal Terrae, Santander 2013, 221 pp., 14,5 x 21 cm.


           
           


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