lunes, 25 de enero de 2016

La misericordia según San Lucas

                                               La misericordia di Gesù. 
                           Percorsi di umanesimo nel Vangelo di Luca.



                                                                   Gesualdo de Luca


La bula del papa Francisco «Misericordiae vultus» anuncia que el año 2016 lo dedicará la Iglesia a reflexionar y actuar la acción misericordiosa del Señor. Y responde a un reto que de siempre hemos tenido los cristianos ante la violencia de todo tipo. Violencia que hemos inscrito en nuestras instituciones sociales y violencia que hemos exportado en formas de armas, economía y otros intereses a muchas culturas del planeta. Nuestra sociedad necesita conversión, perdón, reconciliación, compasión, consolación, en definitiva misericordia. El Autor hace un relato de la acción salvadora de Jesús según San Lucas, y lo hace párrafo por párrafo, fundado en los últimos comentarios  editados en Italia: Aletti, Di Bruno, Fitzmyer, Grasso, Rengstorf, Rossé, Schmid, Schürmann, etc. Los capítulos del Evangelio los divide de una forma temática, según el mensaje de la perícopa o perícopas evangélicas que los componen: La misión de Jesús (Lc 4-5,11), las reglas de la caridad: compasión, la filiación divina, camino de salvación, utilidad, etc. (Lc 6-9,61); la misión de los setenta y dos (Lc 10); la oración (Lc 11); la cerrazón a la verdad y caridad (Lc 12); etc., etc. Viene bien, pues, este texto para apoyar la acción del Papa. Nos centramos en algunos pasajes en los que se observa  de una forma especial la acción misericordiosa del Señor en la predicación y acción de Jesús.
           
El Evangelio parte del testimonio de la misericordia divina que recitan  María y Zacarías en sus cánticos: el Señor jamás deja de crear, asistir y salvar a su criatura. Y gracias a su misericordia recupera constantemente a sus criaturas, recreándolas y rehaciéndolas. Cuando entra con sus discípulos a la ciudad de Naín y se encuentra con el cortejo fúnebre, donde una viuda va a enterrar a su único hijo, Jesús se conmueve y siente compasión de ella (cf. Lc 7,11-17). Es el amor compasivo el que le hace ponerse en lugar de la que se había quedado sola y sin protección alguna. La misericordia compasiva hace actuar al Señor de la vida. En la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37), un doctor de la ley pregunta a Jesús cuál es su prójimo. Jesús no define la identidad del prójimo, sino que narra una historia en la que el escriba debe indicar cuál es la actitud que hace a una persona cercana a los demás. Por obedecer la ley divina, el sacerdote y el levita no pueden ayudar a un moribundo. Sin embargo, la ley nueva es el amor a Dios y en Él al prójimo, y al revés. Las necesidades humanas, son las necesidades de Dios, donde el culto no es lo prioritario. Pero para que este suceda el primer paso es la compasión: hacer propio lo ajeno para se salga de sí y se acerque al necesitado (cf. Mt 25,31-46).
            San Lucas trata también en profundidad la misericordia divina en las tres parábolas que componen el cap. 15: Jesús proclama un Dios misericordioso que busca al pecador y se alegra con una alegría infinita cuando da con la oveja o la dracma perdida: Lc 15,4-10; cf. Mt 18,12-14. Con todo, el hilo conductor del capítulo lo traza la actitud misericordiosa del padre sobre el hijo que le ha pedido la herencia para emanciparse, al contrario del hijo mayor que permanece en casa. Malgastado el fruto del trabajo paterno, ha pasado de la libertad a la esclavitud, perdiendo su naturaleza filial. El instinto de sobrevivir es lo que le hace volver. La actitud del padre es lo que lo cambia: tener misericordia, misericordia que se describe con los gestos humanos en el recibimiento.La palabra que pronuncia el padre es el símbolo de su condición paterna: hijo mío (Lc 15,24). Si el hijo ha dejado de serlo, no sucede así con el padre: nunca deja de ser tal; y, al final, es la fidelidad paterna la que recupera la situación filial del hijo. En este paradigma se mueve el Dios de Jesús. El hijo mayor representa al ámbito de justicia y honradez; y es el heredero principal: «se le da dos tercios de todos sus bienes, porque es la primicia de su virilidad y es suya la primogenitura» (Dt 21,17; cf. 2Re 2,9). Y corresponde al orden de la creación, que no de la salvación.
          
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  Por eso el autor advierte tres cosas (217-219): La esencialidad de la libertad humana.El padre no ata al hijo para que no se vaya; como en el Génesis deja al libre albedrío de los primeros padres para comer o no comer de la fruta del árbol prohibido; ni tiene una cárcel o un infierno para encerrar y meter a los desobedientes. La segunda es la experiencia humana de la miseria y la desesperación como camino de salvación. Ellas impulsan al hijo pródigo a volver a la casa paterna, olvidando su arrogancia y, a la vez, ofrecen la oportunidad al padre para acogerlo y recuperarlo, no obstante la dimensión de justicia que invoca el hijo mayor. En tercer lugar, hay que observar que la acción misericordiosa del padre origina la distancia que adopta el hijo mayor con relación a su hermano, y cuya máxima aspiración es que se le dé un cabrito para comerlo con sus amigos. ¿Estos son los deseos de un mundo que quiere ser libre, dándole las espaldas al Señor?
                       
            Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2013, 388 pp., 17 x 24 cm.




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