lunes, 7 de marzo de 2016

V DOMINGO DE CUARESMA (C)


Lectura del santo Evangelio según San Juan 8,1-11.

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer, se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los letrados y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: -Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices? Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: -El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y quedó solo Jesús y la mujer en medio, de pie. Jesús se incorporó y le preguntó: -Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado? -Ella contestó: -Ninguno, Señor. Jesús dijo: -Tampoco yo te condeno. Anda, y, en adelante, no peques más.

1.- La mujer contrae matrimonio a los trece o catorce años, y se la conduce solemnemente a casa del marido (Mt 25,1-13). El adulterio es un pecado grave, porque la mujer es el eslabón entre las familias y propiedad del marido. Se castiga con la lapidación o estrangulamiento. Probar un adulterio es difícil, porque debe aducirse la prueba de dos testigos que hubieran visto el hecho. Lo más rápido es sorprender a la pareja en la relación adulterina. Es lo que hicieron escribas y fariseos.  Pero la clave del párrafo está en si Jesús respeta la Ley y a Moisés que la dictó; si él se coloca por encima de ella o es un fiel judío, obediente a los mandamientos divinos. Ni la adúltera ni su acompañante, ni el marido ultrajado interesan a los defensores oficiales de la religión hebrea. Lo que pretenden es acusar a Jesús de que se ha desviado ya muchas veces de las tradiciones yavistas. Pero Jesús escribe…; y escribir indica su indiferencia sobre la disputa con fariseos y escribas; incluso expresa su decepción de unos defensores de la fe que sustituyen con las prácticas religiosas y la obediencia a la Ley al Dios clemente y compasivo que rezan todos en los salmos 86, 103, etc .  

2.- Hay muchos párrafos evangélicos que versan sobre la misericordia de Dios; misericordia que constituye la misión fundamental de Jesús: salvar y no condenar, porque la justicia y condena la establecen las leyes y costumbres. Por otro lado, Jesús advierte de que nadie se constituya en juez de nadie,  porque Dios es el amo de la vida. Estos dos principios evangélicos son los que utiliza Jesús para aquellos que querían aplicar la ley a la adúltera. Por eso, cuando apela a la inocencia de los acusadores para poder castigar a la pecadora, todos, incluido el pueblo, desaparecen de la escena. Solo el Señor es el que puede perdonar según justicia, porque es perfecto. Pero el perdón no brota de Él por ser el único justo, sino por ser un Padre y Madre que por amor ha generado la vida; y no se puede permitir que se pierda. Perdona para recuperar a sus hijos.

  

           
3.- Cuando desaparecen los acusadores y el pueblo,  Jesús se queda a solas con la mujer, y entonces es cuando empieza a tenerla en cuenta. Como Zaqueo, establece una relación personal. La perdona y le pide que cambie de vida: la introduce en la novedad evangélica de la gracia. Ella comenzará a experimentar que la existencia no se rige por el placer inmediato, los sentimientos, o la violencia, la venganza o la justicia, sino por el amor que surge de la libertad y gratuidad divinas. Es otro mundo el que Jesús ofrece a la mujer, y  al seguirlo, recobra su verdadera libertad. Los cristianos estamos llamados a seguir a Jesús según los pasos que ha andado para alcanzar la felicidad humana y eterna: amor al Señor, amor a los hermanos, que conduzca a la defensa de los derechos humanos para todos los marginados de la vida, los que sufren nuestras injusticias.

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