lunes, 4 de abril de 2016

III Domingo de Pascua (C)

III DOMINGO DE PASCUA (C)



Lectura del santo Evangelio según San Juan 21,1-19.
[…] Después de comer dice Jesús a Simón Pedro: -Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él le contestó: -Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: -apacienta mis corderos. Por segunda vez le pregunta: -Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Él le contesta: -Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Él le dice: -Pastorea mis ovejas. Por tercera vez le pregunta: -Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería, y le contestó:-Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: -Apacienta mis, ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: -Sígueme
1.- Al final del párrafo evangélico de este domingo trae el Evangelista el interrogatorio de Jesús a Pedro. En el contexto de la comida, Jesús pregunta a Pedro, en presencia de los seis discípulos, sobre su fidelidad, con clara referencia a las negaciones en el proceso religioso (Jn 18,15-18). Con la respuesta afirmativa de Pedro a la fidelidad en el amor y de fe en su identidad mesiánica (Mc 8,29), Jesús le encarga la misión de ser pastor y guía de los creyentes (Jn 21,15-23). El evangelio de Juan cuenta la fidelidad de Pedro a Jesús, que mantiene hasta la muerte; y después se interesa Pedro por el discípulo amado, un interés que no tiene respuesta por parte de Jesús: Juan es una cuestión exclusiva de Jesús: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme» (Jn 21,21).


2.- La Iglesia es continuadora de los discípulos de Jesús y de los apóstoles, que la configuraron al principio de su existencia. De los Doce discípulos, hay uno, Judas, que reniega de Jesús, y otro, Pedro, que lo desconoce cuando Caifás afirma su mesianismo. Y estos dos hechos vengonzosos de los inicios, traición y negación con arrepentimiento, siguen hasta hoy en tantos hermanos creyentes que pecan y se arrepienten, o se alejan de la comunidad por un estilo de vida que en nada se parece al de Jesús; pues no es necesario llamar la atención de la sociedad levantando un acta notarial para renegar de la fe, es la vida quien nos separa de Cristo y su comunidad. Pero la Iglesia también es la Iglesia de los otros Diez y de Pedro arrepentido, que son la mayoría de los cristianos que mantienen su fidelidad a Jesucristo por su vida amorosa con la familia, por la responsasibilidad en el trabajo, por el cuidado de la fe y su expresión religiosa, por su sensibilidad hacia los abandonados. A través de las relaciones de amor es como mantenemos vivo al Resuitado en nuestra vida personal y colectiva, por más que las infidelidades sean más escandalosas que las fidelidades al Evangelio.

               3.- Pedro manifiesta la fidelidad a Jesús cuando se lanza al agua para encontrarse en la orilla con él. Pero ahora tiene que ser fiel como pastor. Él es el guía de la Iglesia, y la Iglesia solo puede existir si está unida a Jesús, si transmite a Jesús y si Jesús se la presenta a Dios para reconocerla como la barca de la salvación.  Pero la barca guiada por Jesús, de la que pone al mando a Pedro, se llena de los creyentes de todos los tiempos gracias a la fe en Cristo, que se nos infunde en el bautismo y que cuidamos con las palabras y obras del Evangelio.  Todos nosotros somos el discípulo preferido de Jesús. Jesús es el que nos aguarda pacientemente uno a uno cuando lo encontremos en el momento de nuestra muerte, como al buen ladrón (cf. Lc 23,35-43), o cuando lo disfrutemos todos juntos al final de los tiempos (cf.  Jn 21,20-23).



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