miércoles, 5 de febrero de 2014

Meditar: Luz y Sal de la tierra

V DOMINGO (A)

                        Sois luz y sal de la tierra



Del evangelio de Mateo 5,13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de un celemín, sino para ponerla en el
candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

1.- Cuando andamos por la vida con tantos trabajos, quehaceres y responsabilidades, es muy fácil no saber bien el camino a seguir; cuál es la tarea más importante y la menos importante; qué debe ser lo prioritario en nuestra vida, y qué es secundario. La experiencia de Dios es la luz que nos hace ver dónde está cada cosa en la vida, cuál es el nivel de influencia que debemos tener en nuestro corazón, qué cosas debemos dejar como inútiles, y qué relaciones debemos retener como un tesoro que nos ayuda a amar y a servir. Dios nos ilumina y ello hace que nuestra vida, orientada hacia Él, sea capaz de ver las necesidades de los demás, antes que las nuestras, y con ello, también ilumine a los andan a oscuras en medio de felicidades inconsistentes, o sufrimientos desesperanzadores, o egoísmos frustrantes.

2.- Aunque la sal no la recomiendan los médicos a los hipertensos, incluso a la mayoría de la gente en la actualidad, tradicionalmente, en la cultura latina, le ha dado el gusto a las comidas, como el chile en México. Acostumbrados a ella, una comida sin sal es insípida. No tiene sabor. Hoy se la sustituye por mil especias y condimentos, cuya finalidad es la misma: darle sabor a las patatas, a la carne, al pescado. Y nos arreglamos los que tenemos un régimen de comidas para que los condimentos no nos priven del gusto y aburran a la misma vida. La relación de amor de Dios es la que da el sabor a la vida, porque le abre el horizonte de darse a los demás en aquello que les hace personas dignas. Cuando descubrimos que nuestro gozo está en el que hagamos sonreír a los otros, les infundamos esperanzas y les abramos nuevas posibilidades a su corazón y a su mente, entonces sabremos cómo  sabe la vida y se saborean sus frutos.

3.- Hay acciones que sólo buscan nuestros intereses; las hacemos porque nos convienen a las pretensiones que tenemos en la vida. No nos importa si son buenas o malas; si les cae bien a los que nos rodean; o más aún les hacen daño. La luz sólo ilumina nuestros ombligos, nuestras ideas sometidas a nuestros egoísmos. Esta actitudes las condena Jesús tajantemente y sentencia: que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda. Es el fariseo que se ensalza a sí mismo ante el Señor, despreciando al pobre publicano pecador. Cuando Jesús manda lo contrario: que nuestras obras iluminen a los demás, indica que nuestra vida debe ser un vehículo del amor de Dios a su criatura, para que el Señor reine en todos por medio de nuestra obediencia a su amor. Ello destruye el yo egoísta y ensalza la vida y las relaciones con los demás.


           



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