El Bautismo
Hombres nuevos en Cristo
Texto
«¿Es que no sabéis que cuantos fuimos
bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por el bautismo
fuimos sepultados por él en la muerte para que, lo mismo que Cristo resucitó de
entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una
vida nueva…..» (Rom 6,3-11)
Reflexión
― V
c.
El Espíritu. El proceso humano de desligarse del mal y caminar a la luz
del amor, de configurarse con la persona y misión de Jesús, se hace en el
Espíritu, que habita en la interioridad humana (cf. Rom 8,9-11). Él une al
creyente en Cristo dándole la identidad de hijo de Dios (cf. Rom 8,14-16) y la
posibilidad para serlo, pues grava en el corazón la ley de Cristo (cf. Gál 6,2;
1Cor 9,21), que no es otra sino el amor (cf. Gál 5,6.14), el amor de Dios (cf.
Rom 5,5), y todos los valores que se derraman de él: «gozo, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio» (Gál 5,22; Ef 5,9).
Por eso, el Espíritu es el que reúne a los cristianos concediéndoles la paz
(cf. Gál 5,21) y la libertad (cf. Gál 5,18), y también los incorpora al cuerpo
glorioso, resucitado del Señor (cf. 1Cor 6,17), dispensándoles la vida eterna
(cf. Gál 6,8).
Con
la experiencia del Espíritu de «Cristo» o del «Señor» (cf. Rom 8,9; 2Cor 3,17),
que actúa la vida nueva, Pablo parte de este principio: «Por eso doblo la
rodilla ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en cielo y tierra,
para que os conceda por la riqueza de su gloria fortaleceros internamente con
el Espíritu, que por la fe resida Cristo en vuestro corazón, que estéis
arraigados y cimentados en el amor, de modo que logréis comprender, junto con
todos los consagrados, la anchura y longitud y altura y profundidad, y conocer
el amor de Cristo, que supera todo conocimiento. Así os llenaréis del todo de
la plenitud de Dios» (Ef 3,14-19; cf. 1,15-21). Esto lo desarrolla en tres
etapas: abandono de la existencia fundada en el poder gracias a la fe y al amor
de Cristo y a Cristo, muerto y resucitado; Cristo crea el sentido y el centro
de la vida porque vehicula la salvación de Dios; y la configuración con él, que
se hace gracias al Espíritu, inicia la salvación en esta vida y termina en la
futura de resurrección.
Pablo
lo resume en un párrafo de su carta dirigida a los cristianos de Filipos: «Más
aún, todo lo considero pérdida comparado con el superior conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor; por el cual doy todo por perdido y lo considero basura con tal
de ganarme a Cristo y estar unido a él. No contando con una justicia mía basada
en la ley, sino en la fe de Cristo, la justicia que Dios concede al que cree.
¡Oh!, conocerle a él y el poder de su resurrección y la participación en sus
sufrimientos; configurarme con su muerte para ver si alcanzo la resurrección de
la muerte» (Flp 3,8-11). El conocimiento de Cristo se entiende como una
relación personal, como una revelación personal: quien elige es Dios por medio
de Cristo, quien obedece es el hombre; y la comunión con Cristo conduce a
reconocer su «señorío» en orden a la salvación. Si esto es así, es lógico que
dé por perdida toda su fe anterior en la justicia de la ley, en la
autosuficiencia que lleva pareja una vida dirigida según las tradiciones
emanadas de la ley. Pablo desea que Dios le encuentre en Cristo al final de sus
días y, además, los cristianos le encuentren en Cristo en la vida presente para
aprender a caminar en la vida «nueva» que él ofrece. Y para ello no existe
problema alguno, ya que para llevar a cabo la vida «nueva» Dios ha conferido su
potencia de gracia, su relación de amor, a Cristo con la Resurrección. Así es
posible superar todas las situaciones de la vida provenientes del hombre
«viejo», de la debilidad humana (cf. 2Cor 12,9-10), que impiden caminar en la
senda del Señor (cf. Flp 1,21). La comunión con Cristo lleva aparejada, por una
lado, la participación en sus sufrimientos, en su cruz en la que quedan fijados
todos los males de esta vida y que Pablo los considera muertos en la muerte de
Jesús, impotentes para significar algo en la vida «nueva» (cf. Rom 6,6; 8,3;
Gál 2,19; 2Cor 4,10); y la comunión con Cristo, por otro lado, entraña la
pertenencia a la vida de resurrección que alcanzará a todo su esplendor en la
plenitud de los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario