Educados por Hacienda
Francisco
Henares
A veces tiene uno la impresión de
que no sabemos cómo y en qué debemos educar a nuestros hijos, y menos sabemos
todavía qué deben estudiar en los colegios para que se hagan hombres y mujeres.
Pero luego, vienen los políticos a resolverlo, y todavía nos lían más. Fíjense
qué noticia me leí hace unos pocos meses: “El PP educará fiscalmente a los
niños desde los once años en los colegios”. Y ¿saben cómo? Con este fin: “para
que tengan conocimientos tributarios, y así cumplan con Hacienda cuando sean
mayores de edad”. Se queda uno de piedra y cariacontecido, y entonces se dice
uno para sí mismo: ¿y desde los 11 años no hay nada más importante que estudiar
que eso? ¿Por qué no dedican más tiempo en los colegios a crear grupos de
teatro, o a escuchar más música para que no nos maten con ese chinchin-chinchón a todo trapo cuando
pasan con el coche con las ventanas bajadas? O ¿por qué no se hacen grandes campañas para que la
gente lea y relea, y para que se juegue menos a chatear y a escribirse mensajes con tontaditas, perdiendo el
tiempo? O ¿por qué no estudian urbanidad
y buenos modales, que estudiábamos nosotros de pequeños y en el
bachillerato? O ¿por qué no los educan en que sean más solidarios y que se
fundamente esa inclinación que es natural a la persona, en vez de parecer sólo
caritativa de rico a pobre? Y por favor, que no se preocupen mucho de Hacienda
si no aprenden pronto todo lo tributario, que ya se encargará Hacienda de
recordárselo, con recargo incluido, apenas se descuiden. Dicho con otras
palabras: ¿se pretende ahormar los cocos y las conciencias en que paguen, pero
no se les ahorma en que no evadan capitales al extranjero? O ¿no se les enseña
por qué unos pocos son tan ricos ya desde pequeños y a su alrededor hay
millones de pobre? Podía enseñar el colegio y Hacienda la historia del
movimiento obrero. Abre el apetito. Es, por tanto, explicable que un periódico
el día de esa noticia pegara al lado una frase de Antoine de Saint Exupery (sí,
el de El Principito). Decía
irónicamente: Los niños tienen que tener
mucha tolerancia con los adultos. Hace falta paciencia, sí, para oír las
cosas que se oyen. Porque los adolescentes –si se han enterado de la noticia-
estarán diciéndose: Nos toman por tontos
Nosotros lo que queremos estudiar es a vivir en paz y no en paro. Y es que
los políticos que cargan de responsabilidades a los niños, deberían cargarse
ellos en su hombro tales responsabilidades. O algo mejor, como dice el
evangelio: deberían los mayores hacerse como niños si quieren entrar en el
Reino. O dicho en plata: menos leyes y reformas de educación y más ir al grano.
Lo que hay que estudiar es contra la mediocridad reinante, y contra quiénes son
responsables de que este mundo vaya como va a la deriva siempre de los mismos,
es decir, la gente sencilla. O en fin, estudiar por qué existen el doble de
políticos en España que en Alemania, por ejemplo, o por qué cobra un político
un sueldo muy superior a cuando él era un funcionario, o trabajaba de profesor
en un Instituto o en una empresa. Si es que trabajaba, porque la queja general
del público hoy es que a los políticos
se les nota que muchos no han trabajado en una fábrica, o algún tajo obrero.
Así que vamos a ser solidarios de una buena educación en colegios y en familia;
vamos a estudiar lo que más merece la pena, y no los intereses de que
hagamos los deberes con Hacienda y sus
impuestos, y lo aprendamos ya desde los 11 años. Más
bien demos gracias de que la gente se haga su declaración de Hacienda (que es
enrevesada hasta en el lenguaje), y que haya aprendido la pobre mujer hasta
ordenador y cuentas y galimatías. Si no fuera así, faltarían oficinistas y
auxiliares de Hacienda teniendo que hacerlas. Porque ya que paga la gente sólo
falta que se tengan que redactar ellos a sí mismos la factura. Ser solidario no
es sólo llevar las cuentas de los demás, sino hacerse cuenta de cuán cumplidor
es el hombre de a pie, cuando otros se escapan sin cumplir. A lo mejor es que
no se lo enseñaron desde que tenían 11 años. ¡Lo que se aprende con la vida,
caramba!