FUNDAMENTO DE
LA ESPERANZA CRISTIANA
Pilar Sánchez Álvarez
Instituto
Teológico de Murcia OFM
Pontificia
Universidad Antonianum
Según Olegario González de Cardedal,
entre las muchas paradojas de la existencia humana, existen algunas evidentes
como son:
1. Anhelar más de lo que puede
conseguir, porque sus deseos son más grandes que sus verdaderas
potencialidades. Anhela el Bien que no puede conseguir por sí mismo.
2. Tiene un anhelo de libertad y de
autonomía, que analizando el orden biológico y biográfico solo lo
consigue por el “otro”, cuando lo acepta o la ama; amor que no puede imponer
sino aceptar y agradecer.
3. Prepara, proyecta, anticipa
el futuro, pero el Futuro le es desconocido.
¿Qué es lo que más necesita el
hombre y a la vez se siente superado? Al introducirse en su interior, y
analizar sus necesidades comprueba que necesita al Absoluto, al Amor y al
Prójimo, lo que forma su mismidad. Esa afirmación del teólogo está
confirmada por estudios científicos. Entre ellos se encuentra la teoría
de la Piramide de Maslow o Jerarquía de las necesidades humanas.
Maslow expuso esta teoría psicológica en su obra Una teoría sobre la
motivación humana (en inglés, A Theory of Human Motivation) de 1943,
que posteriormente amplió. Maslow formula una jerarquía de necesidades
humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los
seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados. Entre estas
necesidades se encuentran las fisiológicas (respiración, alimentación,
descanso, sexo, homeostasis); necesidades de seguridad (seguridad físicas, de
empleo, de recursos, moral, familiar, de salud, de propiedad privada);
necesidades de afiliación (amistad, afecto); de reconocimiento
(autorreconocimiento, confianza, respeto, éxito); y de autorrealización
(moralidad, creatividad, resolución de problemas, etc.). Al analizar
estas necesidades se observa que el hombre necesita de los “otros”, para
satisfacer cualquier necesidad, porque es el animal más indefenso que nace. Pero
al ir dando satisfacción a esas necesidades básicas, necesita el amor del prójimo
y a la vez necesita de Alguien o Algo que satisfaga las necesidades de
trascendencia que tiene.
El hombre no se conoce a sí mismo
hasta que otro le lleva a alturas que el mismo no ha sospechado. Al entrar el
hombre en sí mismo se reconoce finito, aunque
espera que esto no sea
así, en ese interior anhela la infinitud. Una paradoja importante y una
cuestión presente en el hombre desde el principio de los tiempos como lo demuestran
los múltiples restos arqueológicos encontrados. Un ejemplo de esta
afirmación son los ajuares encontrados en las tumbas egipcias, o la
moneda en la boca para pagar el viaje de ultratumba.
Pero la esperanza ha entrado en
crisis en la modernidad. Nietzsche al dar muerte a Dios, al constituir el
superhombre, lo que estaba negando es al prójimo, y sin él no hay
esperanza porque donde no hay prójimo absoluto no hay esperanza contra la
muerte.
La pregunta por la esperanza es la
pregunta por el Otro. Y esta esperanza debe transformar la vida, la de aquí y
ahora, la que quiere superar la pobreza, la injusticia, el sin sentido,
el pecado; pero a la vez debe trascender a la muerte,
porque no se agota en este mundo. Y no es individual, como muchas filosofías la
han comprendido, sino que es una esperanza desde el prójimo y desde Dios que se
ha hecho hombre.
En el
cristianismo, mientras que un hombre vivo ore por otro, vivo o muerto, sigue
abierto el destino de todos. De esta forma, esperanza, oración y solidaridad
van unidas.
La esperanza cristiana tiene su
fundamento en Cristo, que esperó por todos, porque si el amor todo lo
espera, y si Cristo nos amó hasta el final, Cristo esperó por todos. Por
este motivo en el cristianismo, el fundamento de esta esperanza que vence a la
muerte como El la venció, es Cristo.
Cuando el hombre ve pasar el
tiempo siente desconsuelo al percibir la finitud, siente nostalgia, y para
buscar consuelo debe dirigir su mirada más allá de la temporalidad. Y cuando el
hombre en libertad, renuncia a la posesión, y se afinca en lo Eterno, en Dios,
participa en el señorío del tiempo, porque el porvenir se gesta en el presente.
Y en ese presente, en la
inmediatez, se presenta como mediación Dios, porque en la humanidad
mediadora del Verbo encarnado encontramos a Dios. Don Olegario entiende el
tiempo como tiempo de libertad, de soledad y de esperanza: “Libertad, ya
conseguida teóricamente, afirmada vitalmente, amenazada siempre. Soledad
padecida, temida y rehuida. Esperanza necesitada, descuidad y vulnerada” (Raíz
de la esperanza, 31).
Olegario González de Cardedal afirma
la necesidad del hombre que, al romper con su origen, necesita arraigarse en
algo para crear su ambiente de libertad. Al dominar la naturaleza ya solo la considera
solo materia y por tanto, no le sirve de albergue. Así mismo en su
relación como individuo con la sociedad, ha perdido el sentido grupal de
familia para alcanzar plena independencia, lo que le lleva al anonimato, porque
no existe para otros, perdiendo su propia identidad y cayendo en la
incomunicación, siendo la comunicación condición necesaria para la
libertad y para el amor. Esa incomunicación lleva a la soledad, principal mal
de la sociedad actual.
Al plantearnos la soledad se pueden
hablar de clases de soledad: cuando es mero silencio e incomunicación total que
lleva a un anticipo de la muerte; cuando uno se aísla y pone distancia a las
cosas para descubrirse a sí mismo, a los demás y a Dios.
¿El hombre en su entraña es soledad?
No es así porque es comunicación, necesita compañía. Olegario González de
Cardedal se hace las siguientes preguntas:
• ¿Estamos desde el origen solos en el ser?
• ¿Seguimos solos en medio del mundo?
• ¿Nos quedaremos definitivamente solos al
fin de la historia?
A estas preguntas responde el
teólogo: El cristiano responde a la pregunta por la soledad del hombre en el
origen desde la Trinidad: al principio no eran la indigencia, la soledad, el
silencio o la incomunicación sino la Palabra y el Espíritu del Padre. El hombre
surge de esa comunión para compartirla en plenitud. A la pregunta por la
soledad en el trayecto, responde desde la común encarnación: Dios no ha
arrojado los seres a la existencia con desinterés o por despecho para dejarlos
sumidos en su desamparo, sino que los ha acompañado tomando naturaleza de
hombre y viviendo destino de hombre. Y a la pregunta por la soledad al final de
la historia, responde desde la resurrección: Dios no dejó a su Hijo Jesús ni
dejará a ninguno de sus hijos conocer la corrupción definitiva del sepulcro.
De
esta forma la esperanza tiene :
1. como sujeto al hombre
2. como fundamento a Cristo
3. como contenido a todos los demás hermanos
Por ser redimidos por Cristo de la
muerte ya no está el hombre solo ni desesperado sino destinados a servir al
prójimo y a sentir la alegría propia de los redimidos.
¿Qué
significa Dios de la esperanza?
Olegario González de Cardedal afirma
que existen cuatro lecturas posibles siendo algunas no religiosas y otras
religiosas:
1. Dios es
aquello a lo que tiende la esperanza. Dios es la meta
2. Se
absolutiza la Esperanza y se nombra como Dios. Se ha repetido “El amor es Dios,
la esperanza es Dios” pero la revelación nos dice que Dios es Amor, pero el
amor no es Dios. Dios es amor y esperanza.
3. Dios es
el que suscita y sostiene en nosotros la esperanza
4. El
amor de Dios, acreditado en Jesucristo y otorgado por su Espíritu, es la raíz
de la esperanza del hombre. Se conoce como esperanza teologal porque tiene como
origen, fundamento y contenido a Dios.
¿En qué se
apoya la esperanza cristiana?
El teólogo
sostiene: La esperanza cristiana por consiguiente se apoya en dos quicios: las
promesas de Dios hechas por los profetas y acreditadas definitivamente por la
resurrección de Cristo y por lo que la iglesia ha seguido tras ella a lo largo
de la historia; y la anticipación del don definitivo de Dios o vida eterna por
la acción del Espíritu santo, enviado a la comunidad y en ella dado a cada
creyente, haciendo gustar ya la realidad teológica y soteriológica del presente
(41).
De esta
forma ese futuro se convierte en meta del presente. De esta esperanza teologal
nace como de una fuente todas las esperanzas históricas de las necesidades de
este mundo. Pero esta esperanza se puede
devaluar si da lugar a que se soslayen las responsabilidades morales que
tenemos para la realidad concreta.