domingo, 19 de octubre de 2014

Origen de la expresión “vida del mundo futuro”

... y la vida del mundo futuro. Amén.


                                                           II

Origen de la expresión “vida del mundo futuro”



                                                           José María Roncero
                                                  Instituto Teológico de Murcia OFM
                                                  Pontificia Universidad Anrtonianum
                       




Esa expresión, “Vida del Mundo Futuro” es del Concilio I de Constantinopla, el sínodo de los “150 Padres” del año 381. Es de origen oriental y aparece ya en el Ancoratus de Epifanio de Salamina (DH 42), del año 374 y en las Constitutiones Apostolorum del 380 (DH 62)5.

El texto de este Credo de Constantinopla aparece recogido por primera vez en las actas de la tercera sesión del Concilio de Calcedonia6, el 10 de octubre del año 451, y supone, en muchos aspectos, un gran avance respecto a la formulación del tercer artículo del Credo Niceno del año 3257.

Es, además, el más ecuménico de todos los Símbolos, aceptado desde el 451 tanto en oriente como en occidente, incluida la Reforma protestante8. En frase de John Norman Davidson Kelly, “uno de los pocos lazos que siguen uniendo a las diferentes partes del desgarrado cristianismo”9.

De su amplia difusión en la Iglesia latina es responsable en parte un ilustre cartagenero, San Leandro, quien influyó en Recaredo y éste en el tercer Concilio de Toledo, del año 589, para que “en todas las iglesias de España y las Galias se recite el símbolo del concilio de Constantinopla, o sea, el de los 150 obispos, siguiendo con ello la costumbre de las iglesias orientales; así que, antes de la oración del Señor, el pueblo cantará el credo, dando así testimonio de la verdadera fe... “, como se recoge en el canon segundo de dicho concilio10.

Así se ha mantenido ininterrumpidamente hasta la reforma litúrgica del Vaticano II, siendo durante todos esos siglos el único Símbolo recitado en la misa hasta que, con la paulatina aparición de los misales en lenguas vernáculas, se permitió también recitar el Apostólico; para España e Hispanoamérica esto ocurrió en 198811. En la tercera edición típica del Missale Romanum se incluyen ambas fórmulas12.

Y sigue siendo, el de Constantinopla, el que se prescribe para la Profesión de fe que deben hacer, entre otros, “los profesores que dan clases sobre materias relacionadas con la fe o las costumbres en cualesquiera universidades”, según el canon 833 del Código de Derecho Canónico13.

Histórica y litúrgicamente, pues, la esperanza en la “vida del mundo futuro” ha sido la forma más constante de confesar la fe cristiana en las realidades venideras.


Raíces bíblicas

El origen bíblico de esta afirmación de fe hay que remontarlo hasta el profeta Isaías. No podemos detenernos en la exégesis pormenorizada de los mismos. Damos, simplemente, cuatro pinceladas básicas de la teología bíblica al respecto.

1ª)       Desde el Antiguo Testamento la historia de la creación es la historia de la salvación, y viceversa. La comunión entre lo humano y lo mundano es tal que toda acción humana tiene una repercusión cósmica. La bendición divina, por su parte, se extiende a todos los aspectos de la realidad creada.
2ª)       Por eso, cuando Isaías comience a hablar de "los cielos nuevos y la tierra nueva" (65,17-21 y 66,22), no está hablando simplemente del "escenario adecuado" que ha pensado Dios para el futuro del hombre; la nueva creación es una parte intrínseca del argumento de esta obra de salvación. “Todo lo creado será salvado”, afirma taxativamente Ruiz de la Peña14, y no solamente ese “sector” de la creación que es la especie humana15.

3ª)       También el Nuevo Testamento, y el propio Jesús, hablan de un futuro encarnado y cósmico. De hecho, los “nuevos cielos y nueva tierra” de Isaías volvemos a encontrarlos en la Segunda Carta de Pedro (3,13), y en el Apocalipsis (21,1-5), en este último como un remake muy literal del trito-Isaías. En Ap 21,5 la expresión “Mira que hago un mundo nuevo” aparece en boca del Cristo entronizado, pasaje que el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 1044) traduce como “un universo nuevo”. En el mismo sentido se interpreta usualmente la “regeneración” (palingénesis) de Mateo 19,28, en paralelo con la “restauración universal” (apokatástasis) de Hechos 3,2116.


4ª)       La teología paulina es aquí igualmente decisiva. La medida de todas las cosas es Cristo, y esto tanto en la creación como en la consumación de la creación: desde el todo fue creado por Él y para Él de Col 1,16 (cf. vv. 15-20) hasta la recapitulación crística en la plenitud de los tiempos de Ef 1,10 (cf. vv. 21-23), para que Dios sea todo en todo (1 Cor 15,28; cf. vv. 23-24.27). O su rotundo ...pues todo es vuestro...  el mundo, la vida... el presente, el futuro... y vosotros de Cristo y Cristo de Dios de 1 Cor 3,21-23. Obviamente el texto capital de San Pablo es  Romanos 8,19-23: es el hombre y el mundo unidos, la creación entera, quien espera, con “dolores de parto” la liberación. La resurrección afecta, por tanto, a todo el universo. Dios también “ama la materia”, como dice  nuestro Santos Sabugal García, y por eso la esperanza abarca al hombre y al cosmos17

Libros: Formación para el trabajo e inclusión

                    En el camino… formación para el trabajo e inclusión:
                                             ¿hacia dónde vamos?



                                                       Enrique Pieck Gochicoa (Coord.)


                                                                                   Por Francisco Henares Díaz
                                                                                   Instituto Teológico de Murcia
                                                                                                    Pontificia Universidad Antonianum

           
Los ICAT  son Institutos de Capacitación para el Trabajo. En coedición con éstos ha trabajado la Universidad Iberoamericana, ambas entidades de Méjico D. F. Se han unido a ellas otras (Dirección General de Centros de Formación, por citar una sola). Hecho este importante, porque es afán de muchos. Nos hallamos, como se echa de ver, dentro del ámbito de la educación. Lo que en España llamaríamos ramas de la Formación Profesional, pero teniendo en cuenta los tiempos y las posibilidades de Méjico. Sin olvidar, por supuesto, una didáctica propia. En una primera página, en blanco, al comenzar la obra, figura este frontis que explica harto las intenciones. Reza: Por eso, relatamos… para compartir. Relatamos, en efecto, puesto que aquí se da cuenta y se narran experiencias significativas de los ICAT. Las comunidades de aprendizaje se intercomunican. Compartir es repartir el pan de la experiencia que otros ya llevan. En principio, vamos aprendiendo de un talante muy latinoamericano, por su línea pedagógica, y por el cumplimiento de la esperanza ahí depositada, ya que hablamos de un mundo (geografía y demografía muy ancha) de pobres. De ahí la grandeza de la colaboración entre Institución pública y Universidad privada. La pedagogía de la experiencia y su forma narrativa de contar experiencias, no es lo que más se lleva en Europa. En cambio, la América latina sabe mucho de ello. Con razón dice Jorge Larrosa que la experiencia tiene que ver con “lo que me pasa, y con saber lo que pasa”. Conviene advertir, por tanto, que esta obra es un texto coral. Aprender unos de otros es un modo de arquitectura, de pontificado, se me ocurre pensar, habida cuenta de que se tienden puentes por doquier.
El coordinador Pieck ya había antes mostrado estas capacidades. Verbigracia, contando la experiencia de una cooperativa de café, publicada por el Centro de Derechos Indígenas (2010), o publicando también Nuestra historia (2008). Los objetivos que discurren por estas páginas que reseñamos se inscriben en el proyecto esperanzador sobre Educación, Trabajo, y Pobreza. Lo que se busca es presentar un cuerpo de conocimientos (pero en relato), y a la vez urgiendo a que se definan políticas públicas en esa línea esperanzada. Casi no hace falta expresar que esta deseada capacitación técnica para el trabajo, o bien técnica, llega a millones de personas. Mano de obra cualificada se pide, y es deseo permanente. En Méjico muy coscientemente vivido, y en España quizás todavía, sin que se tenga la fe debida en la Formación Profesional como salida de muchos agujeros económicos y sociales. Quizás aquí deslumbrados todavía por una carrera universitaria que hoy está acabando en el paro. A su vez, en Méjico, la industrialización creciente espera mano de obra cualificada como agua de mayo. Antes se tenía una forma de hablar muy concreta. Se decía que tener un oficio era lo primero, y quienes fuimos profesores de F. P. sabíamos bien de tal lenguaje. Forma de hablar que casi choca con la de hoy, arrastrados por las tecnologías imperantes. Me alegro de que Pieck no olvide el lenguaje antiguo como expresión de un modo de realizarse. Dice bien éste que  algunos alumnos que no se definían en su vocación en Secundaria, desarrollan en el taller un interés que los realiza como personas, cual si hubieran encontrado su vocación. Interesa ahora saber cómo se construyó este libro que reseñamos. Se recibieron 65 experiencias, y se seleccionaron 13 con miras a que fueran significativas.
Citemos solo la ubicación de cada una en la ancha geografía mejicana: Guanajuato (para calzado, moda y diseño); Campeche (conservas); Chiapas, Chihuahua, Nayarit, Querétaro, Hidalgo (trabajo con referencia a discapacitados); Guerrero (artesanía); Michoacán (habilidades artesanales); y San Luis de Potosí. De esta última se narran tres experiencias personales. Saludamos esta nueva que nos llega de Méjico, porque fueron muchas las ayudas hacia el coordinador,  a la vista quedan las experiencias contadas y recontadas. Un libro necesario, porque vive con los pies en el suelo,  la esperanza por los cielos, y con su punto de pedagogía.
                                                                      

Ed. Universidad Iberoamericana, Ciudad de México  2012, 373 pp., 23 x 15, 5.