VIGILIA
PASCUAL (A)
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 28,1-10
En la madrugada del
sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la
otra María a visitar el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra,
pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se
sentó encima. Su aspecto era de relámpago
y su vestido blanco como la nieve.; los centinelas temblaron de miedo y
quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: ―Vosotras no temáis, ya sé
que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a
decir a sus discípulos: ―Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de
vosotros a Galilea: allí lo veréis. Mirad, os lo he anunciado
1.- Los hechos. Los discípulos que acompañan a Jesús a Jerusalén regresan a la Galilea
natal y retoman sus trabajos como solución al descalabro de la misión (cf. Mc
15,40; 16,7); otros permanecen en Jerusalén, quizás los que se le unen en la
fase final de su ministerio (cf. Lc 24,13). Al poco tiempo (cf. Mc 9,2) y en
Galilea (cf. Mt 28,16-20) sucede un acontecimiento en el que los discípulos más
allegados creen vivo al que, días antes, ha sido ajusticiado y sepultado (cf. Mc
15,43-46). Todos los datos disponibles conducen a que Pedro es el primer
convencido de este hecho inaudito (cf. 1Cor 15,5; Mc 16,7), o al menos es el
más interesado en difundir la noticia a los seguidores de Jesús y proclamarla a
los cuatro vientos (cf. Hech 2,14). Por otro lado, con otros testigos y en
distinto lugar, Jerusalén, se ofrece el relato de la tumba de Jesús. María
Magdalena o unas mujeres (cf. Jn 20,11-18; Mc 16,1) se acercan al sepulcro para
llorar su muerte (cf. Mc 16,1-8). El resultado de la visita es que encuentran
la piedra corrida y la tumba vacía. Tal hecho, muy diferente al que
experimentan los discípulos varones, no les lleva al encuentro con Jesús, como
atestiguan los dos adeptos a Jesús que caminan hacia Emaús (cf. Lc 24,22-23).
2.- La identidad del resucitado. Todos piensan que han robado el cadáver y ello
responde a que la resurrección no entra dentro de las categorías de los
milagros de resurrección que realiza Jesús en el hijo de la viuda de Naín (cf.
Lc 7,11-17), en la hija de Jairo (cf. Mc 5,23.35-42) y en Lázaro (cf. Jn
11,1-45). Tampoco Jesús sobrevive, por otra parte, al estilo de la existencia
eterna de su alma por ser de naturaleza espiritual, como defiende la
antropología griega. Ni la relación con los «devueltos a la vida ―Lázaro, las
hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín―
ni la racionalidad que prueba la eternidad de los espíritus en contra de
la caducidad de lo temporal, contingente e histórico, pueden fundar la
explicación de la resurrección de Jesús. Ésta pertenece a la vida nueva en Dios prometida desde tiempo a
Israel. Por consiguiente, es un acontecimiento totalmente nuevo en la historia
humana, es decir, la situación que Dios dará al final de los tiempos a sus hijos
y que los humanos no tenemos elementos para describirlo y entenderlo. Está en
la línea que Pablo afirma: «Sabemos que Cristo, resucitado de la muerte, ya no
vuelve a morir, la muerte no tiene poder sobre él. Muriendo murió al pecado
definitivamente; viviendo vive para Dios» (Rom 6,9-10).
3.- La vida nueva del Señor. La
Resurrección es, exclusivamente, una acción del poder amoroso divino. El Señor
recrea la vida de Jesús, dándole su identidad y gloria divina. Por eso nuestra
razón no puede captar el acontecimiento de la resurrección de Jesús. Es la
dimensión de Dios la que entra a formar parte de la vida de Jesús. Es, pues,
necesaria la fe: el don que nos concede el Señor para relacionarnos con él. Y
el don de la fe hace que se apodere de nosotros la novedad de la vida de Jesús,
que cambia las bases y los objetivos de nuestra vida: del poder al servicio, de
la violencia a la paz, de la muerte a la vida eterna, de la soberbia y egoísmo
al amor, etc., etc., como le sucede a los discípulos después de los encuentros
o apariciones en Galilea. La fe nos une a Jesús resucitado y nos introduce en
la vida nueva que el Señor le ha concedido como primicia, y a nosotros de una
forma inicial en nuestra existencia. Ya tiene valor Dios como amor, amar,
servir, defender la vida ante los poderes que la destruyen, etc., etc. Tiene
valor todo lo que Jesús ha enseñado y ha hecho, porque Dios le ha dado la razón
al resucitarlo de entre los muertos. La esperanza para la gente honrada y
servicial renace, porque el Señor se ha puesto de parte de los que defienden la
vida y la llevan a plenitud desde su amor.