SEMANA SANTA: EL
NOMBRE DE JESÚS
Esteban Calderón Dorda
Facultad de Letras
Universidad de Murcia
Lo más normal es que se nos diga que
se trata de un acrónimo del tipo INRI
(Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum) y que
las letras JHS representan las iniciales de la expresión Jesús, Hombre y Salvador, mientras que la versión IHS encarnaría la
traducción latina: Iesus Hominum Salvator
(«Jesús, Salvador de los hombres»). Menos habitual es la explicación que remite
dichas letras a la advertencia que el emperador Constantino recibiera antes de
la batalla del Puente Milvio: In Hoc
Signo (vinces) («Con este signo vencerás»), en alusión a las letras que más
tarde
Constantino adoptara como símbolo en el lábaro: XP, es decir, las dos
primeras letras del nombre Cristo en griego, también conocido como «crismón».
La prueba de que el origen de dicho monograma se había perdido en la noche de
los tiempos es que en otras lenguas modernas se dan explicaciones diversas.
Así, por poner un par de ejemplos, en inglés significaría I Have Suffered («Yo he sufrido») y en alemán Jesus Heiland Seligmacher («Jesús Bendito Salvador»).
Para hallar el auténtico significado
de estas letras, que constituyen un monograma y no un acrónimo, como
erróneamente hemos visto, hay que remontarse a los primeros papiros cristianos,
en los que se utilizaban los llamados Nomina
Sacra. Este término se aplicaba a aquellos nombres que hacían referencia a
la divinidad o al ámbito sagrado: Padre, Hijo, Espíritu Santo, Dios, Jerusalén,
Cielo, Señor…, y así un largo etcétera, si bien a veces se ampliaba en un sentido
laxo a nombres ambigua o impropiamente sagrados. De todos ellos hubo cuatro que
obtuvieron un tratamiento especial en los primeros manuscritos
neotestamentarios: Kýrios, Theós, Christós y Iesoûs, hasta
el punto de que más que Nomina Sacra,
se les considera Nomina Divina. Esta
costumbre tenía dos orígenes: por una parte, respondía al uso de los
traductores judíos que vertieron los libros del A.T. al griego en Alejandría,
que distinguían así la sacralidad del nombre de Dios y asimilados del resto del
texto, y, por otra, el ahorro de espacio en los manuscritos al abreviar
palabras que se repetían con bastante frecuencia. A estos Nomina Sacra, que han dado lugar a no pocos errores de crítica
textual, se les singularizaba además con un trazo horizontal encima. Las
contracciones de estos «nombres sagrados» seguían varias normas que nos son
bien conocidas: la primera y última letra, las dos primeras y la última, la
primera y las dos últimas, la primera y última sílaba, etc. Por este camino nos
encontramos con el nombre griego de Jesús, IHSOYS,
cuyo Nomen Sacrum se forma con las
dos primeras letras y la última, es decir, IHS.
Así es como se latiniza este monograma, transliterando la iota inicial como I,
la eta griega (H) como hache, por su similitud, y la sigma final como S,
perdiéndose con el tiempo la noción de su significado en griego.