OTRO
PAPA QUE SE VA A ASÍS
Francisco
Henares
Instituto Teológico OFM
Hace poco más de 25 años, el papa Juan Pablo II decidió
irse a Asís como si allí hubiera un nido de palomas. Y lo había; era el pueblo
de la Umbría (Italia) más famoso del mundo, porque allí nació y vivió San Francisco,
el Pobrecillo. El papa reunió entonces a los representantes de todas las
religiones y los invitó a orar por la paz, y por muchas cosas más, entre ellas
la fuerza de unión que mana dentro de todas las grandes religiones. Es cierto
que estas, muchas veces en la historia, han sacado a relucir lo peor de cada una y han entrado en peleas que hoy nos
pasman. Hoy, sin embargo, se lleva otro talante: el de dialogar con todos y
entre todos (a ser posible).

Y he
aquí que viene otro papa, y se coloca el nombre de Francisco, como el Pobrecillo
y empieza, cada semana o cada mes, a decir cosas sencillas, pero que calan
entre la gente de a pie. Parece el papa una caja de sorpresas, como era el
neceser de la abuela al abrirlo. Bueno, pues he aquí también que mira el papa
hacia Asís y nos regala una encíclica sobre el Cántico de las Criaturas, poema
de S. Francisco, y la titula como empieza, o sea Laudato si´. Loado seas, Mi
Señor… No creó Francisco una letanía lauretana larga, sino cortita, pero muy
ancha, como las olmas de las que hablaba el gran Miguel Delibes. Olma, como es
femenina y es ancheta de caderas, y otras cosas, es más que un olmo. Ancho y
robusto. Como el hermano sol, la hermana luna, el agua, las estrellas, todas
las criaturas.

El papa las saluda, pero no se
conforma con una belleza sólo externa, turística. La estética de Dios es ancha
como el amor. El franciscano del Siglo de Oro Francisco de Osuna decía que el
amor es ensanchador. ¡Pues qué bien!
Dios es belleza porque tiene un proyecto hermoso mucho. Es este: que
tengamos un mundo y una gente que sabe guardar y embellecerlo. Se prohíbe
ensuciar. Se prohíben plásticos en la playa. Se prohíbe aprovecharse. Se
prohíbe cargarse al mundo y tirarlo como
un clinex. El papa profundiza sobre ecología. La cuestión del agua es ya como
las de los lingotes de oro. Son lingotes de agua. La contaminación no es
derecho de unos millones de ricos, porque precisamente el clima es un bien de
todos. Asimismo, leerse la Biblia es descubrir un mundo sobre el mundo.

El
universo es un misterio salido de las manos del Creador. Es armonía, belleza de
tierra, mar y aire. Reducirlo a billetes es un contradiós. Todo no va ser
dinero. Somos más que billetes. Necesitamos, por tanto, conversión ecológica,
dice el papa. La Trinidad Santa es base de la relación entre las criaturas.
Juntarse para crear. El Reino predicado por Jesucristo es armonía, juntura de
muchas manos y corazones. Y así entramos en la justicia que urge. No podemos
tener un mundo hermoso sólo con tener más cosas sobre más cosas en el armario,
en la calle, en el banco. Ya no caben más porque no las necesitamos. Querer
tener de todo (si no nos hace más personas) no casa con la ecología. Siempre
será a costa de otro. Eso es lo malo.
Al
final, sólo queda la pregunta que se hace el papa: “¿Qué tipo de mundo queremos
dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? (…) Cuando nos
interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su
orientación general, su sentido, sus valores”. Ahí duele.