DOMINGO I DE ADVIENTO (B)
«Mirad, vigilad: pues no
sabéis cuando es el momento»
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Mirad, vigilad: pues no sabéis
cuando es el momento.
Es
igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus
criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad
entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o
a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga
inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros lo
digo a todos: !Velad!»
1.- Dios.- Comenzamos el tiempo en el que nos preparamos para celebrar el gran don del
Señor: el nacimiento de su Hijo, pues «tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna» (Jn
3,16). Y con la memoria de Belén,
recordamos la segunda venida de Jesús al final de los tiempos, y en los
términos que escuchamos el domingo pasado: para desvelar cómo y cuánto hemos
amado a los necesitados. La pregunta que le hacen los discípulos es cuándo
vendrá de nuevo. Él mismo no sabe cuándo
será el fin del mundo, pero es cierto que el encuentro individual con el Señor
será en el momento de nuestra muerte. Ésta se nos puede presentar de improviso;
o esperada por la gravedad de nuestras enfermedades,
por los años que hemos cumplido, etc. La pregunta que nos hacemos es la
siguiente: ¿estamos preparados para el encuentro con el Señor? El encuentro con
el Señor será la luz de la mañana, que
sigue a la noche de nuestra vida, donde tanteamos el bien, hacemos el mal sin
darnos cuenta, y dormimos mucho tiempo siendo inconscientes de tanta gente que
nos necesita. Por eso debemos estar vigilantes.
2.-
La Iglesia. Jesús se dirige a los discípulos para que extiendan la salvación a todo el
mundo, tarea que hacen después de la
Resurrección y de Pentecostés. Ellos deben comunicar a todos los pueblos la esperanza
de que el Señor vuelve para salvarnos, para sacarnos de los infiernos que hemos
creado entre todos en esta vida. El Señor nos dirá al final de los días que nuestra
vida individual y colectiva no es un sufrimiento sin fin, o una paz y amor
interesados, o una libertad experimentada a costa de la esclavitud de mucha
gente, o una autonomía conseguida por el dinero, dinero que no todo el mundo
puede disponer. Por eso, la Iglesia no se puede parar en la historia; no puede
esconderse en un castillo o en un palacio y ver pasar los acontecimientos que
angustian o alegran a los hombres, sin participar en sus tristezas y gozos. Si
hemos sido salvados en esperanza (cf. Rom 8,24), dicha esperanza hay que
proclamarla hasta el confín de la tierra. La Iglesia no se puede dormir; no
puede recibir al Señor ausente de la vida de los hombres; o siendo una
desconocida en los espacios donde se da la soledad, la enfermedad, el hambre,
la injusticia, la esclavitud.

3.-El
creyente.- Marcos nos
recuerda dos actitudes en este tiempo de adviento. Debemos estar atentos a los
hechos y acontecimientos que favorecen nuestra vida, alejarnos de los que nos
distraen y enfrentarnos a los que nos hacen daño. Para eso debemos saber del
amor, que es el criterio que discierne lo bueno y lo malo. Tenemos la vida muy
llena; con muchas tareas por delante, sobre todo los que debemos sacar una
familia adelante y los que estamos jubilados, con mil ocupaciones al día. Hay
que estar atentos al Señor que está presente en nuestra vida, y si le abrimos
el corazón su influencia será cada vez más intensa hasta el encuentro
definitivo con Él.— Después debemos orar. Debemos atender al Señor y descubrir
su existencia en nuestra vida por medio de la oración. Así no tendremos
sorpresa alguna cuando nos encontremos con él en nuestra muerte. Hay que
introducir al Señor en nuestra conciencia, en nuestra intimidad, y desde ahí
recibir y experimentar la relación de su amor que nos mantiene vivos, despiertos,
vigilantes ante cualquier distracción o sueño intespectivo. Y, por otro lado,
salir fuera de nosotros para cambiar a las personas, para transformar las
situaciones e instituciones y provocar que su llegada se adelante al conseguir
que la vida sea más humana.