DOMINGO
XVI (A)
«Dejadlos crecer juntos hasta la
siega»
Lectura
del santo Evangelio según San Mateo 13,24-30.
En
aquel tiempo Jesús propuso esta parábola a la gente: «El reino de los cielos se
parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los
hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando
empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces
fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu
campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los
criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero él les
respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos
crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores:
Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo
almacenadlo en mi granero”».
1.- Texto y contexto. La historia humana entraña la
tensión que el Génesis describe: el bien del Señor, cuyo administrador es el
hombre, y el mal, fruto de la libertad humana. Jesús, como judío, participa de esta
interpretación de la historia. Y la parábola que le dirige a la gente va en
este sentido. El mundo es el campo, que siembra de bien el campesino Dios; la
cizaña es el mal que se origina por el diablo, la cultura de poder que ha
construido el hombre y el egoísmo personal. La lógica nos lleva a defender
nuestra cosecha, nuestra vida, aquellas realidades que hacen posible la
existencia y convivencia humana y que pide a Dios magistralmente la segunda
parte del Padrenuestro: el pan, la paz y la defensa del mal que nos puede
destruir. Cuando intentan los labradores limpiar el sembrado de la cizaña, el
amo les avisa que no lo hagan. El propietario del campo sabe que en el tiempo
de la cosecha parte de la cizaña se seca, y la que quede se destruye en el
tiempo de la recolección. La finalidad es no dañar el trigo.
2.- Doctrina. Jesús ha enseñado en su vida
pública una cuestión muy importante: El juicio de salvación es una decisión
exclusiva del Señor. El hombre no tiene capacidad para emitir un juicio de
salvación y de condena, ni de sí mismo ni de los demás (cf. Lc 6.37-38,41-42).
La creación y la salvación es una cuestión exclusiva del Señor. Y esta reserva
personal que hace el Señor es para beneficio del hombre, pues usará el perdón y
la misericordia con más generosidad que el mismo hombre hará sobre su propio
pecado y el de los demás.— La segunda enseñanza que nos muestra la parábola es
que la realidad, sea cultural, social, comunitaria, familiar y personal está
transida de bien y mal. Todo intento de purificarla totalmente del mal llevará
a la destrucción de parte de bien que existe, porque la perfección en el bien y
en el mal es imposible en la historia humana. Y cualquier planteamiento que se
haga en este sentido falsea la vida, desconociendo cuál es nuestra naturaleza y
nuestra historia, entretejida de sentimientos, actitudes, actos, criterios y
principios de bien y mal.
3.- Acción. Visto lo cual hay que saber bien qué entendemos por bien y
mal; qué es realmente lo que beneficia la vida, en su dimensión personal y
comunitaria; qué favorece la convivencia humana. En este sentido Jesús también
es muy claro en su vida y enseñanza: amor a Dios y al prójimo, o a Dios por el
prójimo, o al prójimo por Dios (cf. Mc 12,28-34), porque la salvación se
dilucida en dichas relaciones: «Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre
y me disteis de comer; …..» (Mt 25,31-46). Mientras tanto hay que sufrir el mal
desde el amor. El mal hay que aceptarlo como una evidencia. Con él no se puede
mirar hacia otro lado, ni luchar con el convencimiento de extirparlo, o
curarlo, o vencerlo definitivamente. La actitud de superarlo se hace amando, se
lleva a cabo haciendo el bien, y las invectivas del mal, como Jesús la cruz, se
encajan desde el poder amoroso del Seño que anida en nuestro corazón.