III
ADVIENTO (C)
Lectura del santo Evangelio según
San Lucas 3,10-18.
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: -¿Entonces,
qué hacemos? Él contestó: - El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el
que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a
bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: -Maestro, ¿qué hacemos nosotros?
El les contestó: -No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron: -¿Qué hacemos nosotros? El
les contestó: -No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias,
sino contentaos con la paga.
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si
no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: -Yo os bautizo con
agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de
sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la
horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en
una hoguera que no se apaga.
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le
anunciaba la Buena Noticia.
1. - Juan anuncia la intervención
última de Dios, que se lleva a cabo por medio de un enviado suyo, por un mediador, como casi siempre ha ocurrido en la
historia de la salvación. La imagen de que no tiene derecho a desatarle las
correas de las sandalias al mediador del Señor puede significar el contrato de
cambio y símbolo del derecho que da el poner los pies en una nueva tierra. En
este caso, la antigua alianza, la que ha tenido al Señor y a Israel desposados,
queda anulada, y Juan abre un nuevo camino, por mucho tiempo anunciado, en el
que se encontrarán definitivamente Dios y el hombre por medio de la presencia
de alguien que ha tomado las
sandalias para desposar a un nuevo pueblo con el que realmente se dé la
fidelidad y amor mutuo, y que antes no se dio entre el Señor e Israel por la
infidelidad de este. En esta alianza se acentuará el perdón de los pecados por
voluntad divina (cf. Ez 36,25), la retribución personal por la responsabilidad
individual de los actos (cf. Ez 14,12), la exclusión de una religiosidad
externa, acentuando una relación con Dios por la hondura del corazón, sin
descuidar la fidelidad a la ley y una presencia de Dios que se palpará en la
buenas cosechas y en la paz de Israel.
2.- La predicación de Juan Bautista entraña dos
dimensiones, que la comunidad cristiana debe atender como camino para
participar en la Eucaristía, núcleo central de la celebración de la fe. Las
relaciones con los demás tienen que cumplir una justicia básica: no extorsionar
a los demás; contentarse con lo que está estipulado por la sociedad y no querer
vivir por encima de las propias posibilidades, porque ello lleva consigo el
robo y el perjuicio al prójimo. La otra dimensión no debe olvidarla la Iglesia:
anunciar a Jesucristo como se presentó en Galilea y murió en Jerusalén, y
proclamar que vendrá para implantar la justicia, una justicia que es nuestra
salvación definitiva, lo que entraña la misericordia infinita del Señor para
todos y cada uno de nosotros.