III ADVIENTO (C)
Lectura del santo Evangelio según
San Lucas 3,10-18.
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: -¿Entonces,
qué hacemos? Él contestó: - El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el
que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a
bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: -Maestro, ¿qué hacemos nosotros?
El les contestó: -No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron: -¿Qué hacemos nosotros? El
les contestó: -No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias,
sino contentaos con la paga.
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si
no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: -Yo os bautizo con
agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de
sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la
horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero, y quemar la paja en
una hoguera que no se apaga.
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le
anunciaba la Buena Noticia.
1.- Texto. Lucas transmite una tradición, quizá unida al
discipulado de Juan, en la que el Bautista recomienda algunas normativas
morales, propias del pensamiento grecorromano sobre el cultivo de la virtud, aunque
no sea del todo excluyente del profetismo que anuncia el fin del mundo. En este
sentido, Juan, como maestro de
sabiduría, aplica a tres grupos la práctica de la justicia, que se añade a las
recomendaciones que da Mateo (3,7) a los saduceos y fariseos. Así, como signo
de la conversión, avisa a las gentes
que compartan la comida y el vestido, expresión del mandamiento de amor al
prójimo, para que nadie sufra la desnudez, según Dt 15,4; a los recaudadores que ajusten su cobro a lo
mandado; y a los soldados,
seguramente mercenarios de Herodes Antipas, hombres alistados en su ejército,
que vivan con su sueldo sin extorsionar al pueblo.
3.- Acción. Juan nos señala el camino de
acceso al Mesías que viene: es la honradez y responsabilidad en algunas
relaciones sociales, las cuales no necesitan de un bautismo del Espíritu, sino
una recta conciencia educada por una razón no maleada ni por los intereses
egoístas de la familia, ni de la sociedad. Pero todos sabemos que no es tan
fácil ser justos al cien por cien en esta vida. Estamos dañados esencialmente y
por eso nos cuesta tanto alcanzar el camino del bien por nuestras solas fuerzas
naturales. Necesitamos el Espíritu de Dios, la relación divina de amor para que
nos dé la fuerza suficiente para que caminemos en la justicia y en la gracia
divina. En definitiva, la vida la entiende Juan compartiendo los elementos
básicos que a todos nos hacen más humanos, como es la justicia y el respeto
mutuo, es decir, la libertad.
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