Una propuesta estructural
de lectura de la trilogía teologal de Xavier Zubiri
de Francisco Correa Schnake
Facultad de
Teología,
Pontificia Universidad Católica de Chile.
por J. P. Miñambres
Instituto
Teológico de Murcia OFM
Pontificia
Universidad Antonianum
Francisco Correa |
A
los ojos de la mayoría, Zubiri (1898-1983) es reconocido como un notable
filósofo, quizás uno de los más grandes del siglo XX, dedicación por la que ha
transcendido y sobresalido su labor. Y es cierto, pero no en manera exclusiva.
En la esfera personal, Zubiri fue una persona de profundas y permanentes
convicciones de fe, heredadas desde niño en el núcleo familiar. A la vivencia
religiosa se unía en él una constante preocupación intelectual por la cuestión
de Dios y lo religioso. No se debe olvidar su pasado como sacerdote y que, de hecho,
su primer doctorado fue en teología. Él mismo admite al recibir el honoris causa en esta materia por la
Universidad de Deusto: «La teología es una de las fibras más íntimas de mi
realidad personal» (X. Zubiri, Escritos
Menores, Madrid 2006, 313). Por esta razón, existe hoy entre los
investigadores más jóvenes de la obra de Zubiri, tanto españoles como
iberoamericanos, un gran interés por desarrollar el estudio de su pensamiento
religioso, lo que ha provocado una oleada de tesis doctorales y artículos al
respecto. Aquí existe un gran campo de investigación abierto, todo un mundo por
explorar en lengua castellana que puede aportar potenciales posibilidades,
propuestas y respuestas a los desafíos de la fe y de la teología futura.
U. Católica de Chile |
El
libro que presentamos se encuadra dentro de esta tendencia. Se trata de la
tesis doctoral en Teología de Francisco Correa Schnake, defendida en la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile en
noviembre de 2008. Cuatro años después viene publicada y puesta a disposición
del público general en la colección de estudios de «Teología y vida», revista
teológica de esta misma facultad. Sabemos que las investigaciones doctorales
tienen una serie de rasgos propios que las constituyen en género: son escritos
técnicos y específicos, destinados más a especialistas que a lectores
ocasionales. Este es el caso presente. La comprensión y valoración de esta
indagación requiere un conocimiento previo de la filosofía de Zubiri, cosa nada
sencilla ni rápida. Por eso parece destinada en primer término al juicio de los
expertos en el pensamiento de Zubiri.
En
efecto, la tesis que Francisco Correa propugna, tiene una finalidad
preponderantemente interpretativa, es decir, pretende dar una clave de lectura
general y apropiada «que permita una comprensión coherente del pensamiento
teologal zubiriano en el conjunto de su filosofía» (p. 19). Es un intento de
respuesta a lo que se denomina la cuestión hermenéutica del corpus zubiriano. Tal problema nace del
hecho de que el despliegue mismo del pensamiento tanto filosófico como
teológico de Zubiri, siempre en continúa gestación, no fue lineal ni homogéneo.
El Zubiri adulto nunca quiso que se tuvieran en cuenta sus primeros escritos al
considerarlos poco representativos de su pensamiento final, lo cual hace pensar
que es desde aquí desde donde se deben tomar los criterios para la valoración
del mismo: la obra de madurez de Zubiri es el principio hermenéutico de su
pensamiento. Esto sirve en grado especial para los escritos publicados con carácter
póstumo, provenientes la mayor parte de sus cursos orales, que, bajo este punto
de vista, quedan anticuados en algunos de sus desarrollos. El grueso de la
producción teológica madura de Zubiri se remonta a la década de los setenta,
pero es anterior a su obra filosófica última. Es obvio sospechar que, si ésta
se hubiera forjado antes, muchos de los temas tratados en los escritos
teológicos tendrían un aspecto considerablemente distinto. Paradigmático
resulta el caso del concepto de religación, que desde los años treinta hasta su
muerte no cesa de ser revisado. Por lo general, los expertos consideran que la
madurez de Zubiri se alcanza en su trilogía Inteligencia
sentiente, escrita pocos años antes de su muerte. Por eso, Correa estudia
esta obra filosófica y busca la estructura fundamental que la sustenta y
articula, para utilizarla como clave de lectura de la trilogía teologal,
compuesta con anterioridad. En concreto, lo que pretende mostrar es que «la
“estructura binaria” fundamental de Inteligencia
sentiente, constituida por la “aprehensión primordial” de realidad o
“actualización de lo real” y las “reactualizaciones ulteriores o Logos y Razón”
[…], permite ordenar estructuralmente, en coherencia con su planteamiento
filosófico más desarrollado, el pensamiento teologal zubiriano que se articula
en torno a la “religación” como “fundamento-fundamentante” de la experiencia
humana de encuentro con Dios o experiencia teologal, que es siempre individual,
social e histórica, con sus “plasmaciones ulteriores” entendidas como
“religión-religiones” y cristianismo-deiformación”, como expresión de plenitud
que se da en un proceso de madurez desde la religación» (p. 20).
En
función de este objetivo el autor estructura su disertación en tres partes de
desigual longitud y profundidad.
La
primera tiene un contenido netamente filosófico. Que la teología emplee
categorías filosóficas no debe causarnos sorpresa. Si lo que se pretende es que
el quehacer teológico esté a la altura de la cultura actual y dialogue con
ella, debe confrontarse con naturalidad con el pensamiento que produce.
Sobradamente noto es el ejemplo de Tomás de Aquino, que conoció muy a fondo las
ideas de Aristóteles y usó sus nociones para vehicular su propia reflexión
teológica. Exactamente igual sucede con Zubiri, aunque en este caso él mismo
sea el creador de la filosofía que sustenta su teología. Es preciso conocer su
planteamiento filosófico, porque, sin esta base, a duras penas se podrá sopesar
en toda su amplitud la propuesta teológica de Zubiri. En ningún caso, esto
significa que Correa minusvalore la dimensión teológica. Al contrario, la
clarificación y precisión de la filosofía de Zubiri constituye un medio
indispensable, un instrumento original y de primer orden que servirá
posteriormente para enriquecer y ahondar en los contenidos teológicos. Los
cinco capítulos de que se compone esta primera parte tienen tal cometido. En el
primero, se realiza una breve introducción biográfica y se señalan las
influencias filosóficas de su pensamiento, algo siempre útil dada la
complejidad de la figura de Zubiri; servirá especialmente para aquellos que
desconozcan al personaje y el mundo en el que se movió. En los restantes cuatro
capítulos, el autor entra en materia, analizando las nociones de «realidad»,
«actualidad» y «verdad» que son las que aclaran el sentir inteligente. Para
Zubiri la intelección humana es formalmente mera actualización de lo real en la
inteligencia sentiente. Hay ante todo un modo primario y radical, la
aprehensión primordial de realidad, cuya esencia consiste en implantarnos en la
realidad; en él, lo aprehendido se actualiza directa, inmediata y unitariamente
en y por sí mismo; es una aprehensión directa, porque que no es una
representación; es inmediata, porque se da sin inferencias de razonamientos del
orden que fuere; y es unitaria, porque, a pesar de la gran complejidad de su
contenido, éste viene aprehendido compactamente. Además existen otros modos
ulteriores de actualización que son «re-actualizaciones» y atiende a la
actualidad campal y mundanal de toda realidad: son el logos y la razón. No se
trata de otras actualizaciones, sino de la actualidad de la cosa como
actualizada respecto a otra realidad. Ambos modos de intelección son un
dinamismo y una marcha que acontecen dentro ya de la realidad misma, dentro de
la unidad modal del inteligir.
Instituto Teológico de Murcia OFM |
Con
estas pautas adquiridas, la segunda parte cuida de exponer sistemáticamente la
verdadera y propia obra teologal de Zubiri. En primer término, el autor
introduce una serie de consideraciones que nos parecen imprescindibles como
prolegómeno, tales como el contexto y la cuestión hermenéutica que subyacen a
la misma. En un curso durante el año 1971-1972 es donde Zubiri diseña y
desarrolla lo que pensaba debía ser un planteamiento abarcador del problema
teologal del hombre con tres momentos internamente conexos, cada uno incoado o
fundado en el anterior y, a la vez, despliegue suyo: el hombre y Dios, la
historia de las religiones y el cristianismo como religión singular. En primer
lugar, está el problema de Dios, que, según Zubiri, lo tiene el hombre
planteado ya, por el mero hecho de ser hombre; la realidad humana posee «de
suyo» una constitutiva dimensión teologal por vía de la religación, vía que
sintetiza prácticamente todos los elementos de su propia filosofía: el hombre
está religado al poder de lo real, fundamento último que le impele y posibilita
su realización. De esta experiencia fundamental, en segundo lugar, nacen las
posibles respuestas, que no son otras que las diversas religiones que en la
historia de la humanidad han sido e, incluso, otras formas de vida al parecer
irreligiosas como el ateísmo, el agnosticismo y la indiferencia. Estas
respuestas son plasmaciones de la religación. Por último, está el cristianismo,
transcendencia histórica de esa gigantesca experiencia individual, social y
teologal de la humanidad según su condición de deiformación y, por ello,
solución final del problema radical del hombre; por la encarnación, Cristo se
convierte en la puerta de acceso a Dios mismo, reclamando una adhesión global a
su persona con decidida pretensión de universalidad. Este hecho impulsa a
Zubiri a traspasar las fronteras de la filosofía y a adentrarse por los caminos
de la teología repensando sus temas concretos: la revelación, el dogma, la Trinidad,
la creación, la encarnación, los sacramentos, la Iglesia, la escatología.
Correa lee la triada religación, religiones, cristianismo a la luz de la triada
intelectiva aprehensión primordial de realidad, logos y razón. Ambas se
sintetizan en la más básica estructura binaria actualización-reactualizaciones,
de modo que el papel primordial atribuido a la aprehensión de realidad viene
concedido a la religación, y el dado al logos y la razón se equipara al de las
religiones y el cristianismo.
Por
último, la tercera parte consiste en un tentativo de resumen, valoración
crítica y verificación de lo hasta entonces tratado. Originales son las
perspectivas teológicas que el autor apunta. Es consciente de la radicalidad de
las ideas de Zubiri que surgen de un nuevo horizonte, constituyen un nuevo
método de acceso a Dios y dan una nueva visión unitaria de la filosofía y la
teología. No por ello dejan de tener ciertas dificultades por su carácter
filosófico, intemporal y evolutivo.
ITM e iglesia La Merced |
Francisco
Correa nos entrega un trabajo sugerente. Ha logrado penetrar y exponer con
claridad el complejo pensamiento de Zubiri, expresado con un vocabulario propio
y particular. Destacamos muy brevemente dos aportes que su lectura deja
traslucir meridianamente. Por un lado, valioso es el énfasis que coloca sobre
la estructura más general del sentir intelectivo, que él considera que es el
binomio «actualización-reactualizaciones». Ciertamente el concepto de
«actualización» es la esencia del pensamiento zubiriano maduro sobre la
intelección. Además está a la base del carácter noérgico sobre el que se
asienta la explicación teologal. El hombre está en la realidad y ésta ejerce
una fuerza de imposición, una dominancia. La religación es la realidad
apoderándose de nosotros: actualiza en nuestra mente el perfil del poder de lo
real que de nosotros se apodera. Por otro lado, el autor marca con vigor uno de
los aportes más geniales de Zubiri en la comprensión de la intelección: la
modalización y la ulterioridad. Zubiri concibe el inteligir no monolíticamente,
sino como tres momentos, tres estadios internamente conexos, cada uno fundado
en el anterior y, a la vez despliegue interno suyo. El fundamento de esta
modalización y ulterioridad es el «hacia» como apertura trascendental en sus
diversas líneas. En el aspecto teológico la estructura es
similar pues Zubiri diferencia entre experiencia teologal y experiencia
teológica. Lo teologal es lo que envuelve la versión al problema de Dios; es
una experiencia metafísica y de busca de fundamento. En cambio, lo teológico es
lo que envuelve a Dios mismo. Lo teologal es para Zubiri más amplio que lo
teológico; lo teológico se engarza y tiene su raíz en lo teologal.
Anales de la Facultad de Teología 4, Suplementos a
Teología y Vida, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago 2012, 297
pp., 16,5 x 24 cm.